Monago, el incómodo verso suelto

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño MADRID / LA VOZ

ESPAÑA

El político del PP redobla su apuesta por bajar impuestos y continúa desafiando a Génova y a Moncloa tanto en lo económico como en lo social

21 sep 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

«No soy un verso suelto, llevo en este partido desde que tenía 19 años». El presidente de Extremadura, José Antonio Monago, rechaza la etiqueta del político que va por su cuenta en el PP sin obedecer órdenes ni consignas del partido. Pero tanto su discurso como su gestión política demuestran que toma sus decisiones sin consultar con Génova y tampoco con Moncloa. Y, pese las críticas que recibe incluso entre sus compañeros del PP, aunque casi nunca en público, lo cierto es que muchas de las propuestas que Monago ha presentado en solitario han acabado siendo asumidas después por la totalidad del partido.

El pasado lunes, el presidente extremeño dio una nueva muestra de su independencia al redoblar la apuesta lanzada en junio de rebajar la práctica totalidad de los impuestos de competencia autonómica. La reducción de la presión fiscal en Extremadura, que incluye una reforma a la baja en el IRPF, el impuesto de sucesiones y donaciones, el canon del agua o la reducción de las tasas a la mitad para las empresas que inviertan en la comunidad, se eleva a 73 millones de euros. Si a ello se le suma la reducción del IRPF estatal anunciado por el Gobierno, los extremeños se ahorrarán en el 2015 un total de 114,3 millones de euros. Es decir, 64,3 millones más de lo que se anunciaba hace solo tres mees.

Bombero antes que político

Aunque Monago fue criticado desde su partido por anunciar bajadas de impuestos cuando el Ejecutivo se veía obligado a subirlos, el Gobierno va ahora a remolque suyo, ya que el propio ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, anunciaba el pasado jueves que «van a bajar los impuestos de los españoles porque nos lo podemos permitir y porque va a contribuir a la recuperación de la economía».

Es solo una muestra más de que Monago hace lo que considera bueno para los extremeños, al margen de lo que consideren el Gobierno y el PP. Detrás de esa aparente indisciplina, que no afecta solo a la economía, sino también a cuestiones como la ley del aborto, a cuya reforma se opuso desde el primer día y que hoy el Gobierno parece aparcar, muchos ven la necesidad de contentar a IU, sin cuyos votos no podría gobernar en Extremadura al no contar con mayoría absoluta, como el resto de presidentes autonómicos populares. Pero a este peculiar político, que antes de serlo fue bombero, lo del verso suelto le viene de lejos. Presentándose como un hombre del pueblo, arrebató el liderazgo del PP extremeño a un Carlos Floriano que siempre fue visto como un señorito en su tierra. Antes de eso, siendo presidente del PP de Badajoz, y sin necesitar entonces los votos de IU, participaba en las manifestaciones de los sindicatos agrarios.

Muchas de las medidas que ha tomado como presidente extremeño resultan incómodas en el PP, como la de limitar a ocho años los mandatos en la Junta. Tampoco gustó en Moncloa que anunciara una paga extra para los perceptores de pensiones no contributivas y que la sanidad pública extremeña abonaría los tratamientos de reproducción asistida a todas las mujeres «sin excepción», es decir, incluyendo a lesbianas o solteras. «Nadie puede obligar a una mujer a ser madre», dijo para oponerse a la reforma de la ley del aborto. Una expresión que generó un profundo malestar en el Gobierno, lo mismo que su firme oposición al copago farmacéutico o la decisión de entregar 300 euros anuales a las mujeres mayores de 75 años «que vivieron la guerra y la posguerra».

«Si ten cullons, que me lo diga»

No ha dudado en enfrentarse con los nacionalistas catalanes para defender las inversiones estatales en Extremadura. «Si ten cullons, que me lo diga a la cara», le espetó al alcalde de Barcelona, Xabier Trías, cuando cuestionó el AVE a Extremadura. Y el pasado 12 de septiembre, tras la Diada catalana, afirmó que «si Cataluña tiene un problema de financiación, la solución es que se vayan a Andorra», en alusión al escándalo de Jordi Pujol. Pero en esa batalla no ha dudado tampoco en enfrentarse con líderes de su propio partido, como el valenciano Alberto Fabra, al que llamó «bobo» por «entrar en una dinámica propia de nacionalistas» al cuestionar la financiación de Extremadura.

Aunque puede parecer que improvisa, detrás de Monago hay una estrategia perfectamente definida. Entre otros, por Iván Redondo, un joven experto en comunicación política licenciado en Washington, que diseño su campaña electoral y ahora es su principal asesor como director de la secretaría de Presidencia.