Rajoy destaca ante los barones del partido el valor de la Constitución frente a las propuestas federalistas del PSOE y el secesionismo catalán
14 dic 2014 . Actualizado a las 05:00 h.El guion estaba escrito, faltaba la escenificación. Y ayer se produjo en Segovia. Mariano Rajoy, arropado por sus barones regionales y ante los miembros de la cúpula de su partido, cerró filas en torno a la Constitución. En un acto simbólico, los presidentes autonómicos del PP fueron subiendo uno a uno al escenario para leer un documento con el que dejaron sentadas las bases de su discurso en este año de campañas electorales que está a punto de arrancar. Su defensa a ultranza de la Carta Magna es en la práctica la contestación del presidente del Gobierno al reto soberanista de Artur Mas, pero también su rechazo a la alternativa de reforma de la Constitución que plantea Pedro Sánchez. E incluso a Pablo Iglesias y su pretensión de romper el candado del 78.
Si el sueño federalista del PSOE quedó plasmado en la declaración de Granada, el PP ha dejado ya negro sobre blanco su apuesta por la España actual y la monarquía parlamentaria en la declaración de La Granja. No habrá modificación alguna del texto constitucional. Al menos, por ahora. La semana pasada en el Congreso de los Diputados, el presidente ya afirmó que no quiere reformarla, ayer resumió todo en una frase: «No es intocable, pero no es un juguete. No admite ni bromas ni frivolidades».
El argumento contra los socialistas se articuló de la misma manera que siempre, recordando que no se viven momentos «para ocurrencias o eslóganes que solo muestran la desorientación de quien las hace» y desacreditando los planteamientos de Sánchez. «Sorprende mucho -reiteró el presidente del Gobierno- que se propongan reformas sin definirlas, nuevos consensos sin concretarlos, nuevas formas de convivencia que tienen poco o nada que ver con las necesidades concretas de cada español». Eso sí, tampoco quiso Rajoy descartar un cambio de la Carta Magna en el futuro.
«No somos dogmáticos fundamentalistas de esta Constitución concreta, hemos sido colaboradores necesarios de las dos reformas que ha tenido y apoyaremos cualquier reforma futura si ello fuera necesario», subrayó el jefe del Ejecutivo. Aun así, dejó claro que hoy por hoy solo se plantearía una modificación si esta fuera por «el interés general de los españoles, el interés real o el desarrollo del proyecto común europeo». De hecho, el presidente hizo especial énfasis en este último supuesto. «Constitución y Europa son dos conceptos que no se pueden divorciar», sostuvo.
Adanes y ensoñaciones
El argumento le sirvió para recordar a Cataluña y a los nacionalistas que no es tiempo de mirarse «en el ombligo de lo autóctono», que la hoja de ruta del futuro pasa por integrarnos mejor en la UE sin distraernos «en ensoñaciones». El portazo a los planes y expectativas de los independentistas fue definitivo. No quiere oír hablar Mariano Rajoy de «encajes, acomodos o privilegios». Ni los españoles necesitan propuestas «para articular regiones que llevan siglos articuladas», ni «sobre la exaltación de las diferencias» se podrá levantar «jamás nada útil», argumentó.
Nadie se libró de las críticas del jefe del Ejecutivo. Tampoco a nadie se llamó por su nombre ni se pronunciaron las siglas de ninguna organización. Pero muchos entendieron que se refería a Podemos y su secretario general, Pablo Iglesias, cuando puso en valor el progreso económico y social logrado desde el inicio de la transición y pidió explicárselo a «los adanes que pululan por nuestro país». «Se creen que todo empieza con ellos y no, porque tenemos una larga historia detrás», concluyó.
También sobre los «populismos» alertó el PP en el documento escrito que leyeron los presidentes autonómicos y regionales del partido. A la líder popular en Cataluña, Alicia Sánchez-Camacho, le asignaron el que señala la vigencia del Estado de las autonomías. Al presidente balear, el de la lucha contra la corrupción y la vasca Arantza Quiroga situó a las víctimas del terrorismo como «referencia moral de los valores democráticos» de los populares.
En el manifiesto se hace un repaso a los últimos 36 años, en los que los españoles han trabajado para construir «un proyecto político para todos» y un marco para la libertad, la concordia y la prosperidad del país, y en los que han dejado atrás «agravios, maximalismos e intransigencias» frente al respeto y la tolerancia hacia el adversario.