
El socialista, que en el 2002 se vio envuelto en la polémica tras unas declaraciones sobre la catástrofe del Prestige, ha protagonizado un fugaz paso como portavoz en el Ayuntamiento tras ser relevado por el PSOE de Madrid
03 ago 2015 . Actualizado a las 18:56 h.Aspirante a heredar el legado del primer alcalde de Madrid tras la dictadura -el socialista Enrique Tierno Galván-, Antonio Miguel Carmona ha protagonizado un fugaz paso como portavoz en el Ayuntamiento y, empujado por su propio partido, ha abandonado el puesto desde el que quería ayudar a Carmena a «pasar a la historia».
Poco más de dos meses ha durado ese periplo municipal de Carmona, después de que este mismo lunes haya anunciado que las divisiones internas del PSOE-M le han apartado del cargo, aunque se ha negado a renunciar a su acta de concejal y ha rechazado el puesto de senador que le han ofrecido a cambio, alegando que «no tiene precio».
Una larga y frenética campaña electoral -comenzó el verano pasado, antes incluso de saber si iba a ser candidato del PSOE al Ayuntamiento de Madrid- no sirvió para convencer al electorado, que situó a los socialistas como tercera fuerza en la capital, por detrás del PP y de Ahora Madrid, que le doblaba en escaños.
Ni siquiera pudo atribuir los malos resultados al desgaste del partido, dado que el candidato socialista a la Comunidad, Ángel Gabilondo, le superó cómodamente en las urnas de la capital: mientras Carmona cosechó 249.152 votos, el 15,28 % del total, el exministro de Educación sumó 416.775, el 25,72 %.
Resultados negativos que se sumaron a su apoyo público a Tomás Gómez cuando fue destituido por Ferraz, y que le llevó a comparecer a su lado el día en el que Pedro Sánchez decidió apartarle de la dirección del PSM y dejarle fuera de la carrera a la Comunidad de Madrid. Igual que hizo con Tomás Gómez, Carmona ha expresado su apoyo públicamente a Juan Segovia, el contrincante de Sara Hernández en las primarias que esta ganó para convertirse en la secretaria general del PSOE-M, un apoyo al que también achaca la decisión de apartarle.
Fiel a su perfil mediático, Carmona (Madrid, 1963) protagonizó una campaña en la que no faltaron los paseos en bici o silla de ruedas, una partida de petanca, vestirse de bombero o tomar las uvas en Nochevieja con los enfermos de hepatitis C encerrados. Hábil orador y duro de pelar en el cara a cara parlamentario, algo que reconocen incluso sus rivales, en su larga trayectoria política ha sufrido serios «resbalones» dialécticos: en el 2002, cuando contaba con 39 años, tuvo que dimitir como diputado regional tras la polémica suscitada a causa de unas declaraciones suyas en las que bromeaba sobre las posibilidades electorales del PSOE tras el hundimiento del Prestige: «Y si hace falta, hundimos otro barco».
Dolido por la decisión de la nueva dirección socialista, no ha escatimado en críticas tampoco a la dirección federal, de la que ha afirmado que le marcaron las directrices (como apoyar a Ahora Madrid para que Manuela Carmena fuera alcaldesa, pero sin meterse en el gobierno municipal), que él obedeció a rajatabla pero que no han tenido como respuesta el respeto a su puesto de portavoz.
Doctor en Economía, profesor universitario, diputado regional durante varias legislaturas y veterano de las tertulias televisivas, Carmona sufre ahora otro varapalo después de que hace una década se quedara fuera de la pugna por liderar el PSOE madrileño por 27 avales: no alcanzó el 25 % que le hubiera permitido evitar la elección por candidatura única de Rafael Simancas.
Este lunes Carmona pasa a ser un concejal raso con orgullo («¿quién dice que ser senador es más importante que ser concejal?», se ha preguntado), y sobre todo con la cabeza alta por plantar cara al partido: «Nadie se te sube encima si no doblas la espalda», sentenciaba.