Cataluña está sin gobierno tras las elecciones -y puede seguir así hasta el límite del 9 de enero- mientras la agencia S&P rebaja su deuda a nivel del bono basura
11 oct 2015 . Actualizado a las 05:00 h.En una reunión esta semana en Madrid para decidir una inversión en Colombia, un consultor brasileño advertía del riesgo de inestabilidad política en América Latina. Un socio español zanjó el asunto: «Pero al menos sabemos que Colombia tendrá a Santos como presidente en los próximos tres años y que promueve la inversión extranjera. Ya quisiéramos saber quién presidirá España en tres meses, por no hablar de Cataluña.» Para inestabilidad la nuestra. Una inestabilidad que amenaza con comprometer seriamente la tímida recuperación económica que justo empieza a percibirse y que debería consolidarse en el consumo navideño.
Empecemos por Cataluña que está sin gobierno tras las elecciones -y puede seguir así hasta el límite del 9 de enero- mientras la agencia S&P rebaja su deuda a nivel del bono basura. Y bajando. El empresariado catalán está muy alarmado por el posible pacto de Artur Mas con la CUP y hoy por hoy no se divisa la solución, ni con Mas, ni sin él. La CUP exige revertir diez privatizaciones de Mas, algunas con capital extranjero, y el empresariado cree que esto sería un mensaje nefasto al exterior sobre la fiabilidad de Cataluña. Quienes advirtieron, casi siempre en privado, que el camino emprendido traería problemas serios empiezan a percibir que se le escucha ahora con mayor atención. Quizás tenían alguna razón. Duran i Lleida lo ha sintetizado así: «Comienza el espectáculo».
Un directivo bancario que conversó con Artur Mas unos meses antes de las elecciones obtuvo la confirmación de que él sabe que solo una parte del independentismo está dispuesto a pasar sacrificios económicos y sociales si las cosas se complican. Quizás otra parte no es consciente de lo que puede suceder, pero seguro que otro grupo no admitiría una pérdida de su confort porque no era eso lo que le habían prometido. Es pronto para aventurar escenarios, pero de momento vemos organizaciones empresariales como la CECOT -que hace unas semanas simpatizaba con al proceso soberanista- y hoy piden un «gobierno fuerte y agotar la legislatura». Mas no acabó ninguna y cada vez que convoca elecciones retrocede en apoyos. Aun así, hoy todo es posible, incluso la repetición en breve de las elecciones autonómicas como aventuró el viernes la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría.
En Barcelona las aguas se estancan mientras que desde Aragón primero, y ahora desde Valencia, se lanzan ofrecimientos de mediación con la Cataluña independentista. Enric Juliana, en La Vanguardia, lo ha descrito así: «Se levantan puentes en el Turia mientras otros caen en el Llobregat». Alude también Juliana en su artículo a la tremenda agresividad en redes sociales contra los que no comulgan con la idea de una Cataluña independiente, como Joan Manuel Serrat o Raimon. Se atreve a escribir a propósito de esos agresores: «Jamás les calificaría de nazis o de fascistas, porque no lo son, pero se trata de gente dañina». Bienvenido al club.
Pero la inestabilidad no solo se percibe en Cataluña. ¿Quién se atreve a decir como será el Gobierno de España dentro de tres meses? Las encuestas dicen cosas impensables hasta ahora como el desplome del PP en su granero valenciano para ser sustituido por Ciudadanos, lo que no supone recuperación del PSOE, que aun así podría salir como primer partido de las urnas. Y el espectáculo estaría entonces en los pactos. Conscientes de que algo serio puede estar pasando en la base electoral, la campaña ya se ha disparado. Rajoy se prodiga mas que nunca. La vicepresidenta acudió a bailar, y a ser entrevistada, claro, en El Hormiguero y parece que saldrá también en Planeta Calleja. Recuerden que la veda la abrió Pedro Sánchez de visita en las televisiones y lo tacharon poco menos que de chiflado.
Estamos ante la campaña electoral mas extraña y ante el riesgo de inestabilidad política mas alto de las últimas décadas. Ojalá se resuelva porque sería una verdadera lástima que cuando empieza a recuperarse la economía lo estropee la política. Capaces somos.
crónica política