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La situación de Rita Barberá se ha convertido ya en un argumento electoral que muy difícilmente soltarán los partidos de la oposición
21 sep 2016 . Actualizado a las 05:00 h.La situación de Rita Barberá se ha convertido ya en un argumento electoral que muy difícilmente soltarán los partidos de la oposición, convencidos de que, a pesar de haber abandonado la militancia en el PP, cada minuto que pasa la senadora en su escaño supone un golpe para la campaña de los populares en Galicia y el País Vasco. La estrategia de la oposición pasa por tratar de demostrar que siguen existiendo lazos entre la exalcaldesa de Valencia y la actual dirección del PP y que su decisión de abandonar la militancia es solo una estratagema para aliviar la presión. Con ese objetivo, la presentación de mociones en contra de Barberá va a continuar porque el objetivo es que, como ocurrió ayer, el PP se quede solo en la defensa de los intereses de la parlamentaria investigada por el Supremo.
Esa presión está consiguiendo, además, algo que no habían logrado hasta ahora las críticas de todos los demás partidos contra el PP por casos de corrupción mucho más graves: abrir grietas en la línea oficial del partido, tanto en la propia dirección de Génova como en la relación entre la cúpula nacional y las direcciones regionales. La decisión del PP valenciano de sumarse a la petición unánime del Parlamento regional para que Rita Barberá abandone el escaño que ocupa por decisión de esa misma Cámara es un hecho sin precedentes en el partido que pone muy difícil a Rajoy y al resto de dirigentes seguir mirando para otro lado mientras la exalcaldesa de Valencia disfruta de cargo y sueldo en contra del criterio del propio Parlamento que la nombró.
Las manifestaciones públicas de los principales dirigentes del PP sobre Barberá evidencian también esa fractura. Mientras la posición de Rajoy y de otros veteranos populares es que se debe respetar la decisión de la exmilitante del PP de mantener su acta en el Senado, la presión entre los dirigentes más jóvenes del partido para que la dirección nacional repruebe a Barberá va en aumento. La posición de Rajoy es especialmente incómoda porque ni siquiera en el caso de que hubiera que convocar nuevas elecciones se libraría del problema, ya que el mandato de Barberá en el Senado no concluye hasta el 2019, al ser senadora por designación autonómica.