
Ejerce de hombre del pueblo y muchas veces sus opiniones son polémicas. Con él, el PP tocó suelo electoral desde el 95
09 dic 2017 . Actualizado a las 05:00 h.«Soy un alcalde populista pero en el buen sentido de la palabra». Así se definía Xavier García Albiol (Badalona, 1967), y esa vertiente popular que tanto le enorgullece es su cara y su cruz. Este altísimo político (2,01 metros), candidato del PP a la presidencia de la Generalitat desde el 2015, presume de huir de los despachos y pisar mucho la calle, pero a veces su campechanería le juega malas pasadas, con frases xenófobas, machistas o políticamente incorrectas, como iniciar esta delicadísima campaña electoral con un «¡A por ellos!».
Nacido en un barrio, La Morera de Badalona -la tercera ciudad más poblada de la comunidad (221.000 habitantes)-, Albiol fue un niño de clase obrera: su padre, almeriense, conducía un camión, y su madre, catalana, era peluquera. Sin embargo, él estudió en el Colegio Badalonés, un centro privado considerado uno de los mejores de la ciudad. Debido a su altura, estuvo en las categorías inferiores del equipo de baloncesto Joventut.
Albiol comenzó Derecho pero no terminó sus estudios, y enseguida se decantó por la política, en 1989. En ese momento presidía el PP catalán Jorge Fernández Díaz, que lo aupó a las listas badalonesas, donde entró como concejal dos años más tarde, en 1991. Era el único representante popular en un municipio socialista, pero a partir de entonces fue ganando representación y 20 años después, en el 2011, consiguió hacerse con la alcaldía, aunque sin mayoría absoluta (33 % de los votos).
Ascenso en el partido
Durante ese tiempo, Albiol fue ascendiendo en el organigrama popular: secretario general del PP de Barcelona (1995-2000); portavoz del PP en la Diputación de Barcelona (1999-2003); vicesecretario general de Organización del PP de Cataluña (2000-2003); secretario de Política Municipal del PPC (2003-05); y vicesecretario de Organización del PPC (2005-08). Después llegó la alcaldía (2011-15) y cuando no logró revalidar el puesto, dio el salto a las listas del Parlamento autonómico. La caída en desgracia de Alicia Sánchez-Camacho, lastrada por el caso La Camarga-Pujol (que incluía escuchas ilegales), hizo que Rajoy se fijase en Albiol para la cita electoral del 27S. En el 2015, el badalonés se estrenó en el Parlamento con un balance altamente negativo: 120.000 votos, cuatro puntos y 8 escaños menos que en las elecciones del 2012 y 2010.
Contradicciones
Albiol soporta algunas contradicciones personales. Se define como una persona del pueblo, pero vive en el barrio de Les Corts, en Barcelona, una de las zonas más ricas de la ciudad. Allí habitaba cuando fue elegido alcalde de Badalona, aunque después se trasladó a un piso de su propiedad en la ciudad de la que era alcalde. Si bien la vivienda de Les Corts le viene por sus suegros -su esposa, Vanessa Carcasona, es de familia acomodada y sus padres eran los propietarios del piso-, los ingresos del popular son altos: en el 2014 declaró unos 150.000 euros. A eso había que sumar, en el 2015, 4 pisos (uno hipotecado), 3 plazas de garaje, un saldo de 120.000 euros en las cuentas y unos 3.000 en acciones. Tenía, además, un Toyota Auris y un velero Bavaria.
Hace deporte a diario en un gimnasio cercano a su casa de Barcelona, pero una vez que pisa el asfalto, Albiol vuelve a sus orígenes. No duda en recalcar que sus platos favoritos son el pan con tomate y jamón, la tortilla de patatas y los huevos fritos; que es forofo del Espanyol y que se pierde por los After-eight.
Presume de conocer la realidad de la vida, y por eso una de sus medidas estrella como alcalde fue una campaña para que los supermercados rebajasen los productos que estaban a punto de caducar, y evitar exceso de desperdicios. Gestos así le sirvieron para hacerse conocido: el 90 % de los badaloneses saben quién es, aunque solo gobernó cuatro años.
Excesos verbales
Con Albiol siempre ronda la polémica. Su campaña «Limpiando Badalona» y un panfleto en el que vinculaba gitanos rumanos con delincuencia le costó una denuncia de SOS Racismo, un proceso del que salió absuelto pero que le hizo sufrir. Quiso arreglar su fama de xenófobo con frases como esta: «Se ha puesto de moda decir que soy xenófobo. Pero cuando una pareja joven en paro, con un hijo, va a pedir una ayuda económica y se la niegan para dársela a una persona que lleva dos días empadronada, eso no es xenofobia, sino supervivencia».
Ahora es el independentismo el que genera sus salidas de tono, como cuando hablando de la posible excarcelación de los exconsejeros, dijo que «por mucho que se bajen los pantalones no vamos a perdonarles». O el más reciente, el famoso «¡A por ellos!» de su inicio de campaña. En el debate del jueves, el exconsejero Turull le criticó la expresión y Albiol aclaró que se refería «a por los votos» y que por tanto no era una referencia a los gritos que acompañaron a los efectivos de la Guardia Civil de Huelva cuando marcharon hacia Cataluña en la operación Copérnico del 1-O.