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Fondos reservados, pelucas y drogas: así mató el GAL a Santiago Brouard

ESPAÑA

Rafael López Ocaña, en 1990
Rafael López Ocaña, en 1990 EFE

El hombre que recuerda en 'Salvados' la lucha parapolicial contra ETA pertenecía a un grupo de delincuentes de poca monta y sin experiencia contratados por un mando de la Guardia Civil

25 abr 2018 . Actualizado a las 01:24 h.

Luis Morcillo cumplía condena en la prisión de Carabanchel por una pequeña estafa basada en entregar cheques sin fondo. En mayo del 83, a pocos meses de terminar su pena, el capitán de la Guardia Civil Rafael Masa se presentó en su celda. Era el padrino de su hijo y, meses después, el hombre que le encargaría asesinar a Santiago Brouard junto a Rafael López Ocaña, que este domingo se sienta en Salvados para volver a descender a las cloacas de una época en la que la respuesta al terrorismo de ETA olía a plomo y dinamita.    

«Se trata de organizar un grupo de gente en condiciones, que trabaje bajo tu dirección con el fin de defender a España mediante operaciones encubiertas contra ETA».

Masa introducía así a Morcillo en la guerra sucia contra la banda, según recoge el expolicía José Amedo, organizador destacado de los GAL, en su libro Cal viva (La esfera de los libros). A Morcillo le hizo responsable de formar una célula a saldo del capitán de la Guardia Civil. Semanas después de salir de Carabanchel, se reunió con varios colegas de prisión y constituyó el grupo. «Cuatro tirados», les define Amedo, violentos, adictos a la heroína y alejados del crimen organizado profesional. Lo formaban los hermanos Miguel Ángel y Rafael López Ocaña; el cuñado de ambos, Alberto Granados, y Jean-Louis Perales, de nacionalidad francesa.

Rafael Masa, saliendo de la Audiencia Nacional en 1991
Rafael Masa, saliendo de la Audiencia Nacional en 1991 ÓSCAR MORENO

«Lo único que hay que hacer es dedicarse a controlar a los fulanos de ETA que nos vayan diciendo», le habría dicho Masa. La banda venía de asesinar al general Víctor Lago Román, jefe de la División Acorazada Brunete, como respuesta a los 10 millones de votos que dieron la mayoría absoluta al PSOE en 1982. España seguía viviendo un clima de tensión, con los disparos de Tejero al techo del Congreso aún resonando un año después.

Felipe González designó como ministro de Interior a José Barrionuevo, que había ejercido anteriormente como concejal de Seguridad de Madrid. Llevó consigo a Rafael Vera, responsable de la Policía Municipal, para encargarse de la Seguridad del Estado. Ambos mantuvieron en el cargo a un núcleo duro de hombres que fueron vinculados al GAL: Emilio Alonso Manglano, José Antonio Sáenz de Santamaría o Andrés Cassinello.

El inicio de la actividad del grupo parapolicial se marca en octubre de 1983 con el secuestro y posterior asesinato de los jóvenes Lasa y Zabala. Se abría así el primer capítulo de una negra historia saldada con torturas, fondos reservados, raptos y la muerte de una treintena de personas. Una de ellas ocurrió el 20 de noviembre de 1984 en la consulta médica de Santiago Brouard Pérez. Pero el crimen, a sangre fría, se gestó durante meses.

«Han matado a Brouard. Estos guardias actúan como les da la gana»  

Al capitán Masa le faltaba poco para ser ascendido a comandante y quería saber si la célula que había creado en torno a Luis Morcillo estaba operativa. El 10 de julio de 1984, un comando inedito del GAL atentaba en San Juan de Luz, en Francia. El objetivo eran tres etarras que resultaron heridos. «Los hermanos López Ocaña, su cuñado Alberto Granados y Jean-Louis Perales estaban acostumbrados a pequeños atracos, más cerca del choriceo asociado a la droga que de cualquier otra cosa», explica Amedo, «pero era precisamente esa falta absoluta de profesionalidad la que les hacía atractivos a los ojos de los responsables de los GAL en Madrid, servían para despistar sobre el origen de la estrategia».

En Cal Viva señala que, poco después de que Julián Sancristóbal fuese designado director de Seguridad del Estado, se llevó a Madrid como hombre de confianza a Rafael Mesa. Tanto Sancristóbal como Francisco Álvarez, nuevo jefe del Gabinete de Información y Operaciones Especiales, habrían apremiado al también flamante comandante de la Guardia Civil a ejecutar el plan de asesinar a Brouard, médico y ex dirigente de Herri Batasuna.

Masa se reunió con el grupo de Morcillo en un bar madrileño, cerca del Rastro, donde también les acompañaban los hermanos López Ocaña. Les puso 25 millones de pesetas sobre la mesa y la foto del referente abertzale. Morcillo, reconocido ultraderechista, eligió un 20 de noviembre para llevar a cabo el plan. El centro de operaciones era una cafetería en Bilbao, financiada por el comandante de la Guardia Civil y que servía como tapadera para la «guerra sucia», como publicó el diario El Mundo durante las investigaciones sobre el GAL.

Pasadas las 18.20 horas, Rafa López Ocaña entraba en la consulta de pediatría del doctor Brouard acompañado a Morcillo. El hombre atendía a un bebé de pocos meses y la enfermera les hizo aguardar en la sala de espera. Los dos llevaban peluca y bigote postizo. López Ocaña estaba tan nervioso que se le precipitó la pistola al suelo. El ruido del arma alertó a la auxiliar del médico, que comenzó a gritar. En ese momento salió del despacho Brouard y Morcillo apretó el gatillo.

Santiago Brouard, junto a Txomin Ziluaga, en 1983
Santiago Brouard, junto a Txomin Ziluaga, en 1983

Lo hizo de forma errática pese a la proximidad del objetivo, pero el hombre cayó muerto al suelo y sumó una nueva muesca para el historial del GAL. Rafa quiso rematarlo y disparó dos veces más. Los dos huyeron del lugar por separado y Morcillo se detuvo en una gasolinera para informar a Masa de que la operación se había consumado con éxito. Ya en Madrid, le entregó parte del dinero. En una entrevista reciente con el diario El Mundo, donde reconoce haber sido autor material del asesinato, asegura que fueron estafados y que «alguien del Ministerio del Interior se quedó con una parte importante del dinero».

En el despacho del ministro José Barrionuevo sonó el teléfono aquella noche. El socialista colgó tras permanecer inmóvil con el auricular pegado a la oreja y se giró: «Han atentado contra Santiago Brouard. Han asesinado a Brouard. Se han pasado otra vez. Me dicen que, en un principio, el plan era darle solo un escarmiento, pero estos guardias siempre actúan como les da la gana. Me tienen hasta los cojones. Así no se puede ir a ningún sitio», transcribe en un capítulo el libro El origen del GAL (Temas de hoy), publicado en 1997 por los periodistas Manuel Cerdán y Antonio Rubio, que siguieron el caso en los diarios Cambio 16 y El Mundo.

Con el crimen todavía impune, Morcillo ordenó a Miguel Ángel López Ocaña que asesinase a su cuñado, Alberto Granados. Y lo hizo. En agosto de 1985 le disparó en la cabeza con una carabina porque «estaba a punto de irse de la lengua».

José Amedo, de descendencia gallega, paseando por Lugo
José Amedo, de descendencia gallega, paseando por Lugo LOMBARDERO

Cinco años después del crimen a Brouard, en marzo de 1989, la Guardia Civil detuvo cerca de Madrid a Rafael López Ocaña y a Juan José Díaz, vendedor de las armas usadas en el atentado. Según contaba en 2013 Luis Morcillo, ya jubilado y «arrepentido», Masa se presentó en su casa después de la detención de López Ocaña para alertarle de que él sería el siguiente en ser arrestado.

El mercenario escapó a Colombia, tras huir por Portugal hasta Venezuela. En Cali trabajó para en el «aparato de seguridad» del cártel de droga durante años, hasta volver a España en 1996 para continuar dedicándose a temas relacionados con el narcotráfico.

Un año después era detenido por la Brigada Central de Estupefacientes en relación con un alijo de 100.000 pastillas de éxtasis. Las órdenes de búsqueda y captura contra él habían sido anuladas en 1992, pero el caso sobre el asesinato de Brouard volvió a abrirse con su arresto. En 1999 también eran detenidos Rafael Masa, Julián Sancristóbal y José Amedo por la presunta organización del GAL, pero los cuatro fueron absueltos en 2003 por falta de pruebas.

Rafael López Ocaña salió de la cárcel de Logroño en 2001, también arrepentido, como volverá a recordar este domingo en ‘Salvados’. Su hermano, Miguel Ángel, a quien acusa de haberle metido en el grupo parapolicial, murió de sida en prisión tras años de adicción a la heroína.