Mayor Oreja cree que el proyecto de ETA no ha sido derrotado, mientras Rubalcaba dice que sí

melchor saiz-pardo MADRID / COLPISA

ESPAÑA

Benito Ordóñez

El exministro del PP advierte que se extiende fuera del País Vasco

02 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Fueron, sin duda, los ministros que gestionaron el final de ETA. Quizás los más audaces. En cualquier caso, ambos dejaron una impronta indeleble en la lucha antiterrorista. Uno, del PP, Jaime Mayor Oreja (mayo de 1996 a febrero del 2001), llevó a cabo un acercamiento de presos masivo, ahora impensable, cuando no se atisbaba ni de cerca el fin de ETA. El otro, del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba (abril del 2006 a julio del 2011), abrió la vía Nanclares, la primera apuesta seria de un Gobierno por azuzar la disidencia en una banda terrorista que se empeñaba en no desaparecer. Los dos vivieron desde la máxima responsabilidad en el Ministerio del Interior diversos contactos, conversaciones con ETA que acabaron con la vuelta a las armas. Ambos sufrieron en primera persona los funerales de las víctimas de los terroristas con los que pretendían acabar en algunas ocasiones con la zanahoria y, la mayoría de las veces, con el palo.

«Me acuerdo de cada uno de los atentados, de nombres y caras. Han pasado siete años desde mi salida del Ministerio del Interior y siguen ahí. Ya sé, me lo digo muchas veces, que los culpables de los atentados son los terroristas, pero mi responsabilidad como ministro era evitarlos y no pude». Pérez Rubalcaba se confiesa todavía consternado. También Mayor Oreja. El ministro de José María Aznar ha retenido el número de asesinados bajo su mandato, 50. Ni siquiera el momento cumbre de su gestión, la liberación de José Antonio Ortega Lara, ha podido maquillar la «cruz» del asesinato de Miguel Ángel Blanco o de Ernest Lluch y de tantos otros menos conocidos: «Lo más duro son todos los recuerdos de las víctimas, de sus familias, de los momentos de dolor que compartí con ellas». Para ambos, las víctimas y su memoria son lo primero. Después vienen las valoraciones sobre el momento actual. ¿Creen que la petición de perdón y el anuncio de la inminente disolución de ETA son sinceros o solo movimientos tácticos? Y ahí Rubalcaba pone en valor su gestión: «ETA certificó su derrota en octubre del 2011. Luego abandonó las armas, ahora parece que, al fin, se disuelve. No son sino las consecuencias de su derrota», defiende con firmeza. Para al exministro de José Luis Rodríguez Zapatero, lo de los terroristas ahora no es más que una suerte de paripé. «En estos años, lo que han intentado ETA y su entorno es construir un relato para, por una parte, justificar sus crímenes y, por otra, ensalzar su propio papel en este final», apunta Rubalcaba. Pero, a su juicio, es inútil. «ETA se va porque ha sido derrotada y punto», afirma rotundo. 

Alerta sobre una nueva fase

Mayor Oreja, sin embargo, no ve el final de la banda en el comunicado que anticipa su disolución. Es más, alerta sobre la nueva fase que se abre. «El proyecto de ETA asentado en la ruptura no ha sido derrotado, no desaparece, ya que ETA no solo es una organización», avisa el exministro. Está convencido de que «ETA simplemente se transforma y, además, se extiende territorialmente con proyectos de ruptura en Cataluña, Navarra, Galicia, Baleares y País Valenciano».

Rubalcaba no es tan pesimista, pero también advierte que hay riesgos después del anuncio de la disolución de la banda. Para el exministro socialista, es clave «evitar que ETA imponga, sobre todo en el País Vasco, su falso relato». «Es algo que les debemos a las víctimas y a las generaciones de jóvenes que no han vivido el terrorismo», apostilla. Y de nuevo, las víctimas. En los dos discursos, quienes sufrieron el acoso del terrorismo se tornan siempre en el eje. También en el final de ETA. 

Un vistazo al retrovisor

Ninguno de los dos exministros elude, además, la pregunta sobre los errores que pudieron cometer en su etapa al frente de Interior. Mayor Oreja admite que durante los «primeros meses» de su mandato pecó de «indecisión». Quizás quería tantear hasta qué punto eran buenos los rumores que apuntaban a la intención de ETA de dejarlo. Pero confiesa que con la liberación de Ortega Lara, y el conocimiento de las circunstancias crueles de su cautiverio, «se acabaron las dudas y vacilaciones». «El acierto -añade- fue que solo había una estrategia por recorrer, basada solo en la ley, en toda la ley, sin atajos fuera de la ley o en la negociación con los terroristas». Rubalcaba también entona el mea culpa. En su caso, explica, por haber visto, quizás tarde, que con ciertos movimientos en la política penitenciaria se podría haber conseguido mucho. «Debíamos haber puesto en marcha la llamada vía Nanclares en la política penitenciaria -la apuesta por ofrecer beneficios a la disidencia etarra- mucho antes».

Ni Mayor Oreja ni Rubalcaba quieren dar consejos a Juan Ignacio Zoido, a quien le toca gestionar el fin definitivo de ETA. Los dos saben que la carta se juega en las prisiones, pero no dan pistas.

Robo de pistolas y explosivos por disidentes de la banda

El pasado 25 de abril, ETA entregó a las fuerzas de seguridad 24 pistolas abandonándolas en Bayona (Francia). Este acto deriva de la pugna entre el sector oficial de la banda y los críticos a las formas en que están escribiendo su final. Las 24 pistolas son parte de las 40 y de los 300 kilos de explosivos que robaron los disidentes antes del 8 de abril y que ETA ha intentado recuperar por distintas vías.