Cuatro décadas de revolcón económico doméstico, desde la moneda a los hábitos de consumo
06 dic 2018 . Actualizado a las 05:00 h.En el otoño de 1978, un anuncio cubría buena parte de una página impar de La Voz de Galicia: «En Zara hay más donde elegir... ¡y a qué precios!». Pocos termómetros mejores que aquella marca que entonces empezaba a hacerse un nombre para calibrar el enorme cambio en la economía y el consumo en Galicia. Semanas antes de que se votara la Constitución había en Galicia apenas tres tiendas de Zara, repartidas entre las ciudades de A Coruña y Vigo. Hoy son más de 7.400 en 96 países, y gracias a Internet es capaz de colocar sus prendas en cualquier parte del planeta en apenas unos días.
Entonces, hace cuatro décadas, la economía gallega estaba principalmente volcada en el rural; hasta los años 90 no se contaba más población en áreas urbanas que rurales. Pero con dos fuertes polos industriales en el sur (Vigo) y norte (Ferrol), vinculados a la potente construcción naval, y una ciudad, Santiago, en la que el turista y el funcionario eran algo excepcional; hoy son el centro de su desarrollo.
Amancio Ortega Gaona era un tipo desconocido. Y vender fuera de casa era anecdótico. Hoy aquel es una de las mayores fortunas del planeta. Y el tirón de su grupo, y de la automoción (que ya en los setenta se asentaba con fuerza en Vigo), han conseguido que la economía gallega esté volcada al exterior: el volumen de ventas fuera de España supera los 20.000 millones de euros al año, con medio millar de empresas exportando con cierta regularidad.
«La Galicia de entonces tenía una economía atrasada, tradicional, que miraba hacia sí, sin apenas tecnología, sin saneamiento ganadero, y sin turismo, porque tampoco era accesible para el resto de España», recuerda el catedrático de Economía Fernando González Laxe.
Volvamos unas líneas más atrás, a una palabra clave: euro. Sucede que ni la empresa gallega era como hoy -con esa vocación exportadora-, ni la moneda, la misma. Ese ha sido uno de los grandes cambios en 40 años. Imposible imaginar que una veintena de países en un mismo continente compartieran una única divisa. Aquel 1978 la medida de todo se llamaba peseta. Costaba una barra de pan unas diez, 135 irse a la peluquería, unas 2.000 unos pantalones vaqueros y 2.395 un traje en Zara, según el mismo anuncio que se comentaba unas líneas más arriba. Hoy es posible adquirirlo por 30 o 40 euros; multipliquen por 166,6 y verán unas 5.000-6.500 pesetas. ¿Poca inflación en cuatro décadas? No. Efecto engañoso: entonces un traje de mujer se compraba una vez al año, era algo excepcional. Hoy la moda de consumo rápido ha reventado aquella costumbre. Otro cambio sustantivo. «Hemos pasado de una débil clase media a una robusta, de un reducido nivel empresarial a una alta competencia, de una ausencia de firmas transnacionales a un amplio abanico de ellas...», enumera el economista Venancio Salcines.
Otro catedrático, en este caso de Historia Contemporánea, Lourenzo Fernández, contrapone esa impresión de la Galicia rural: «Estamos en pleno desarrollismo, con altas taxas de emprego industrial, mesmo en algúns momentos por enriba do que temos hoxe en Galicia». Xoán Carmona y Jordi Nadal, en El desempeño industrial de Galicia, apuntan a que en esos años el porcentaje de paro podía moverse entre el 3 y el 5 %, la mitad que en España; hoy, tras la mayor crisis que se recuerda desde la Guerra Civil, supera el 12 %, y sigue siendo inferior a la media de comunidades. Había entonces unas 200 empresas conserveras en la comunidad, dando empleo a más de 10.000 personas (hoy apenas alcanzan el medio centenar, con la mitad de plantilla). Empiezan a asentarse grandes empresas madereras; y se cuentan hasta cuarenta empresas del sector textil con más de medio centenar de trabajadores cada una. Sí, entre ellas dos fundadas por Amancio Ortega Gaona. Un país que, pese a su dependencia del campo, registraba una decena de patentes al año; hoy se superan ampliamente el centenar.
La capacidad exportadora, la mejora en las comunicaciones que convirtieron a Galicia en un polo de atracción (turístico e inversor) y la convergencia (aunque aún sigue por debajo de la media) en renta sobre otras comunidades son tres aspectos que destaca el profesor de Economía Alberto Vaquero. Esto último es bien relevante: la renta media per cápita, medida en poder de compra, estaba en Galicia en 930.000 pesetas (algo menos de 6.000 euros); ahora serían unos 3,5 millones (22.500 euros). Estaba entonces al 60 % sobre la media de España; hoy ronda el 90 %. Aún por detrás, sí. Pero con algunos referentes mundiales. Pocos pueden decir eso.
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