Flores y lágrimas en la despedida de Julen

Antonio Romero COLPISA / MÁLAGA

ESPAÑA

Atlas

Cientos de personas arropan a la familia del pequeño que falleció hace 14 días tras caer en
un pozo, en una ceremonia cargada de emotividad, celebrada en la más estricta intimidad

28 ene 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

La emoción, en forma de lágrimas y dolor contenido, marcó el último adiós que Málaga dio ayer al mediodía a Julen, el pequeño de dos años cuyo cadáver fue rescatado en la madrugada del sábado del pozo al que cayó el pasado 13 de enero. Cientos de personas arroparon a los padres, José Roselló y Vicky García, y al resto de familiares en unos duros momentos presididos por el silencio, solo roto con los aplausos con los que fue despedido el féretro cuando entró en el cementerio desde el cercano tanatorio donde fue velado, y entre las flores blancas de casi medio centenar de coronas y ramos.

Daniel Pérez | EFE

Desde primeras horas del domingo los vecinos de El Palo, una barriada conmocionada desde que hace dos semanas el pequeño cayera al pozo en una finca de Totalán, se congregaron en la pequeña plaza ubicada a las puertas del tanatorio. En su interior el párroco de la iglesia de San Juan de la Cruz rezó un breve responso.

Minutos después, el silencio se hizo presente cuando los familiares del pequeño Julen, encabezados por sus padres, y en todo momento acompañados por los equipos de psicólogos, recorrieron el pasillo abierto por Protección Civil para acceder por una puerta lateral a la sala donde se encontraba el ataúd blanco con los restos del pequeño, para despedirse en la más estricta intimidad. A su conclusión, salieron para dirigirse al interior del cementerio, precedidos por decenas de coronas y ramos, como los enviados por los ayuntamientos de Málaga y Totalán, la Diputación provincial y las Hermandades del Carmen de El Palo y Pedregalejo. También llegaron coronas desde otros puntos de España, como Salamanca, y una, muy especial, desde Asturias: la de los mineros que participaron en la última fase del rescate. En el momento en que los operarios sacaron el féretro para dirigirse al camposanto, los asistentes tributaron un aplauso lleno de dolor.

Pasaban pocos minutos de la una de la tarde cuando el ataúd con los restos del pequeño Julen era depositado, entre llantos, en uno de los nichos altos del camposanto, junto a los de su hermano Oliver, fallecido hace apenas dos años. Dos coronas se situaron en ese lugar por expreso deseo de la familia: la de sus padres y la de los mineros asturianos, un reconocimiento a la excepcional labor realizada por este grupo de especialistas, que fueron los que lograron llegar hasta el lugar donde se encontraba el cuerpo de Julen. Algunas niñas de poca edad se acercaron con una flor en la mano al cementerio.

Los alcaldes de Málaga, Francisco de la Torre, y de Totalán, Miguel Ángel Escaño, han querido estar presentes en este último adiós a Julen, además de otras autoridades de la comunidad andaluza, que también acudieron para prestar su apoyo a los familiares del pequeño en estos duros momentos de despedida. Asimismo, los cargos públicos mostraron su agradecimiento a los equipos de psicólogos y a las más de trescientas personas que participaron sin descanso en el operativo de rescate del pequeño.

Cerrada ovación a los padres

Cuando José y Vicky, destrozados por la pérdida de su pequeño y tras dos semanas de angustia y dolor, abandonaron el cementerio camino de su cercana vivienda, los asistentes al sepelio les tributaron otra cerrada ovación para que sintieran el calor de su barrio y comprobaran que no estaban solos en unos momentos tan dramáticos.

Los restos mortales de Julen llegaron al tanatorio el sábado por la tarde procedentes del Instituto de Medicina Legal de Málaga, donde se le practicó la autopsia pocas horas después de su rescate sin vida, a la 1.25 de la madrugada de ese mismo día. De acuerdo a la posición en la que se encontró el cuerpo, se cree que Julen sufrió una caída «rápida y libre» hasta los 71 metros, la cota en la que fue encontrado, y hasta donde se había rellenado de tierra el pozo, que originalmente tenía una profundidad de unos 110 metros y un diámetro de veinticinco centímetros.

Julen, al que los vecinos recuerdan cuando paseaba con su triciclo de verdes pedales por la estrechas calles peatonales de las viviendas de Las Protegidas, descansa ahora para siempre muy cerca de su gente, un barrio donde es tradición visitar con frecuencia el cementerio para recordar a los que ya no están.