Murcia desnuda la fragilidad de Vox: ¿morirá de éxito el partido de Abascal?
La renuncia en bloque de la Ejecutiva regional expone las pugnas internas del partido de Abascal
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La dimisión en bloque de la Ejecutiva regional de Vox en Murcia descubre las carencias organizativas del partido. Entre los detonantes de la decisión, responsables del partido en la comunidad justificaron el «exceso de trabajo» por el «gran crecimiento» experimentado por la formación desde su nacimiento.
En solo tres años, Vox pasó de contar con 47.000 papeletas en las generales del 2016 a sumar 3,6 millones de sufragios en las elecciones del día 10. En Murcia, además, situó su bastión al convertirse en la fuerza más votada por delante de PP y PSOE. Tres semanas después, todos los miembros de la dirección del partido en la región dejan el cargo. «Me cuesta creer que el exceso de trabajo sea un motivo, podría ser esgrimido de forma singular, pero difícilmente como una razón colectiva», explica Érika Jaráiz Gulías, politóloga e investigadora de la Universidade de Santiago, que apunta como motivo al «desacuerdo con los órganos de dirección o, simplemente, por discrepancias políticas».
Guillermo Fernández-Vázquez, investigador de la Complutense y autor de Qué hacer con la extrema derecha en Europa (2019), recoge las quejas de miembros de Vox que no se han adaptado aún a la nueva estructura salida del cambio de estatuto aprobado el 23 de febrero durante su Asamblea General Ordinaria.
«El partido pasa a ser menos democrático a nivel interno. El anterior estatuto podría decirse que era heredero del espíritu del 15M, con una crítica a los partidos tradicionales y con una organización más horizontal», expone Fernández sobre una modificación que convirtió a Vox en una formación más centralista. «La estructura hace aguas por todas partes ahora. La dimisión en Murcia es una señal de inmadurez organizativa», continúa. En este caso, por ejemplo, para el cambio en la dirección «no está claro cómo hacerlo si no es con la dimisión de todos».
La centralización personificada en el secretario general, Javier Ortega Smith, ha ido generando más pugnas internas en las secciones territoriales. «Desde diciembre hubo un miedo atroz a que en las listas entrasen personas con un pasado muy evidente de extrema derecha. Hay una obsesión por buscar la respetabilidad pública de sus figuras», argumenta el analista sobre el cambio de estructura para dirigir las listas desde Madrid. Durante los últimos cuatro años, «quienes hicieron la labor de militancia más cruda» fueron, sobre todo, personas procedentes del falangismo o nacional revolucionarios (el partido Acción Nacional Revolucionaria, de extrema derecha y neonazista, fue fundado en el 2012). «Son los más conocidos en estos territorios pero, a la hora de hacer las listas, Vox los echa atrás. No quiere que haya vinculaciones directas con el franquismo», señala.
A los ceses en Murcia se unen otras crisis internas abiertas en Alicante o Barcelona, donde un grupo de afiliados demandó a la dirección estatal por la nueva gestora catalana. En el primer caso, la cúpula del partido ha tenido que intervenir en la batalla interna por el control de Vox en la provincia, en estos momentos bajo la dirección de una gestora, al igual que en la capital catalana. En Barcelona, la ejecutiva provincial fue cesada a principios de octubre desde Madrid tras una breve visita de Santiago Abascal a Cataluña. La nueva gestora cuenta, según los críticos, con antiguos miembros de Plataforma per Catalunya (PxC), formación de ultraderecha fundada por Josep Anglada y que a punto estuvo de entrar en el Parlamento catalán en las autonómicas del 2010.
Las elecciones disparan los ingresos
La auditoría a las últimas cuentas anuales de Vox, publicadas a principio de año, definen el 2018 como «un año de crecimiento muy importante», colocando el acto de Vistalegre como «un antes y un después». Entonces, en octubre de ese año, llenó el pabellón madrileño a pocas semanas de las elecciones andaluzas que le dieron su primer gran éxito electoral, logrando doce diputados autonómicos.
Vox presume de «seguir sin hacer uso de financiación pública», si bien recoge un excedente de más de 600.000 euros correspondientes a la subvención de la Junta de Andalucía para los partidos que obtienen representación.
Los activos se disparan en este último año. La Tesorería pasa de contar con 141.528 euros el año anterior a los 401.604 del 2018. El número de afiliados se quintuplica y los ingresos procedentes de éstos y donaciones se multiplican por diez. A expensas de conocer el balance económico del 2019, el partido informó en octubre que más de 50.000 simpatizantes pagaban sus cuotas mensuales. Dos años antes eran menos de 5.000.
Un espectacular crecimiento en las cuentas que coincide con los comicios de diciembre en Andalucía y la inestabilidad política surgida tras la moción de censura de junio de ese mismo año, que desembocó en una doble convocatoria electoral en el 2019.
Rechaza la declaración contra la violencia machista
Vox ha sido la única formación con representación parlamentaria que no ha firmado dos declaraciones institucionales que el PSOE presentó ayer en el Congreso, una sobre violencia machista y otra sobre la protección de los derechos del menor. En el mismo día, el portavoz de Vox en el Ayuntamiento de Madrid, Ortega Smith, fue reprobado por el Pleno de Cibeles con los votos de PSOE, Más Madrid y Cs por «sus boicots y su falta de respeto a las víctimas de la violencia de género». El también secretario general del partido declaró sobre su reprobación que le «importa un bledo». Ortega Smith se convierte en el edil que más rápidamente ha sido reprobado en un Pleno del Ayuntamiento ya que la crítica a su actuación ha llegado en la cuarta sesión plenaria del mandato.
Para Jaráiz Gulías, Vox está «fuera de la institucionalidad y de lo que se considera políticamente correcto», si bien advierte de que «se hace difícil» considerarlo «outsider» luego de que participase como interlocutor en los debates electorales y tras permitirse su entrada en el gobierno de las instituciones. Los partidos políticos españoles, según la investigadora, «tienen que decidir si quieren parecerse a los europeos» o si, en su lugar, «quieren generar una relación con la extrema derecha a la española, desde una cultura democrática singular y original».