Su trabajo en silencio persigue un triple objetivo: proteger a su hijo, mantener unida a la familia y salvaguardar la monarquía
06 ago 2020 . Actualizado a las 05:00 h.Sofía de Grecia (81 años) se cobija estos días en los muros de Marivent (Mallorca) del tsunami provocado por el anuncio de Juan Carlos I de marcharse de España. Se va solo. Ella se queda, manteniendo su residencia y despacho en la Zarzuela. La madre del rey -es la única reina sobre la faz de la Tierra que puede presumir de ser también hija, esposa y hermana de un monarca- conservará su estatus actual. Para don Felipe, y también para la princesa Leonor -y sirvan las palabras que pronunció doña Letizia en noviembre de 2003 durante su pedida de mano-, «un ejemplo inigualable».
En la casa real son conscientes de que de la misma manera que don Juan Carlos se convirtió en un lastre para la Corona desde el día de su abdicación, y más según iban trascendiendo informaciones que lo vinculaban con dudosos negocios, doña Sofía sigue siendo un activo. La reina emérita tiene corte propia: siempre ha sido el miembro de la familia real más valorado. Y en ella se ha apoyado Felipe VI para que lo representara en algunos actos. Hasta que el coronavirus lo paralizó todo, doña Sofía había ocupado este año seis huecos de la agenda real. El elogio más común que la ha acompañado a lo largo de su vida es que es «una gran profesional». Sufrió el exilio de muy niña, cuando su padre, el rey Pablo, y toda la familia real se vieron obligados a huir de la ocupación alemana. Le marcó de tal forma que aquello condicionó su papel de reina.
Sabía bien lo que le esperaba si salía mal la difícil instauración de la monarquía en la España posfranquista. Se empleó a fondo, y construyó una imagen sólida de soberana impecable, con lo justo de distancia y amabilidad, pero siempre con todo bajo control. Lo único que siempre se le ha reprochado es que jamás ha llegado a hablar castellano con fluidez. De hecho, con sus hijos habla en inglés.
Botsuana lo cambió todo
Reina perfecta, madre perfecta y esposa perfecta... hasta el incidente de Botsuana. Aquello lo cambió todo, al menos a los ojos de la opinión pública. El 7 abril del 2012 España desayunó con la noticia de que don Juan Carlos había sufrido una caída cuando se encontraba de cacería, se había fracturado la cadera e iba a ser operado. Eran los meses en los que la crisis económica golpeaba con más virulencia nuestro país. Doña Sofía se encontraba en Grecia, con su familia, celebrando la Pascua ortodoxa. No adelantó su regreso. Dos días después visitó al hoy rey emérito en el hospital: pasó quince minutos de rigor y llevó un Toblerone de regalo. Fue entonces cuando se supo que don Juan Carlos tenía una amiga entrañable.
Raro era el día en que no se conocían nuevos detalles sobre Corinna Larsen. Aquello supuso una humillación para la reina Sofía: era la constatación pública de que el matrimonio entre los reyes de España estaba roto. La realidad era bien distinta. Don Juan Carlos y doña Sofía, se sabe ahora, llevaban vidas separadas desde la década de 1990. Es más, se ha llegado a comentar que en 1992, el año mágico de España, con la Exposición Universal de Sevilla y los Juegos Olímpicos de Barcelona, el monarca se planteó el divorcio. Doña Sofía se opuso firmemente, con el argumentario que hoy día le sigue acompañando: por encima de los sentimientos individuales está la Corona.
Su obsesión ha sido siempre la misma: proteger a su hijo, y también a su nieta Leonor, y salvaguardar la continuidad de la monarquía. Y un segundo aspecto que como madre no es menor: mantener unida a la familia.
De ahí que, aunque de puertas adentro apenas tuvieran relación, don Juan Carlos y doña Sofía mantenían buena sintonía en público. El gesto de lo que se podría entender como la reconciliación por el desplante de Botsuana se produjo en septiembre del 2013. En la escalinata de la Zarzuela, ante los fotógrafos que aguardaban para inmortalizar el recibimiento de los reyes a Guillermo y Máxima de Holanda, doña Sofía le dio un beso en la mejilla a don Juan Carlos. Días después se supo que la madre de don Felipe acababa de enterarse que el emérito tenía que volver a ser operado de la cadera.
Familia rota
Los problemas de salud de don Juan Carlos -hoy también se apunta a sus «negocios»- le llevaron a abdicar en el 2014. Mantuvo, como se sabe, el título honorífico de rey, por lo que doña Sofía también lo retuvo. Lo que no ha logrado es la comunión entre sus hijos. Don Felipe rompió toda relación con la familia Urdangarin por el escándalo del caso Nóos, y ya como monarca retiró el título de duquesa de Palma a su hermana Cristina.
La última vez que doña Sofía reunió a toda la familia -con la salvedad de Iñaki Urdangarin, ya en prisión- fue con motivo de su 80 cumpleaños, en noviembre del 2018. Alguna vez más congregó a sus nietos, pero sabe que los puentes entre don Felipe y la infanta Cristina están dinamitados.
Pese al rifirrafe que tuvo con la reina Letizia en la catedral de Palma de Mallorca el Domingo de Ramos hace dos años, fuentes palaciegas dicen que la relación entre ambas es cordial. Reconocen que vienen de mundos muy diferentes, pero que han llegado a un punto de entendimiento y que se complementan bien.