Los meteorólogos avisaron con mucha antelación sobre una nevada histórica. Este episodio extremo es consecuencia de uno de los efectos principales del cambio climático
22 oct 2023 . Actualizado a las 15:58 h.El pasado lunes 4 de enero las personas que nos dedicamos a comunicar el tiempo ya empezamos a informar sobre una inminente nevada que sería histórica. Pero el sábado media España estaba colapsada. La pregunta que muchos se plantean ahora mismo es ¿qué ha fallado? Desde luego, el pronóstico no. Los meteorólogos, que a menudo son señalados por la población e incluso los políticos, pueden estar tranquilos. A pesar de la mala fama, completamente injustificada, los profesionales que se dedican a predecir el comportamiento de la atmósfera aciertan casi siempre. Esta vez lo han hecho. Y ojo, porque avisar con tantos días de antelación sobre los efectos de la borrasca Filomena no resultaba nada sencillo. La incertidumbre era demasiado elevada. De hecho, en Galicia no se supo si finalmente nevaría el sábado en cotas muy bajas hasta pocas horas antes.
La lección que nos deja la gran nevada es que los españoles somos más de reaccionar y no tanto de prevenir. Solo esto puede explicar por qué las autoridades no diseñaron un plan para hacer frente a las consecuencias de un temporal que era seguro que provocaría el caos en el transporte en el mismo momento que la Aemet activó el aviso de color rojo.
Está claro que hay que revisar los protocolos de comunicación, porque ni el Gobierno explicó bien lo que iba a pasar ni la ciudadanía entendió la dimensión de este episodio meteorológico adverso. Nadie parece comprender el valor que tiene y el riesgo que representa cada color en las alertas meteorológicas. Por si fuera poco, en medio de la crisis, el presidente de Aragón no encontró mejor momento para mostrarse escéptico con el calentamiento global. Si el planeta se calienta, ¿a qué viene tanta nieve?, se preguntó. Olvida que el cambio climático provoca que aumenten los eventos extremos, que pueden manifestarse perfectamente en forma de olas de frío y nieve.
Precisamente el motivo que explica por qué Filomena ha sido capaz de paralizar a todo un país reside en uno de los principales efectos asociados al aumento de la temperatura media global. Durante las últimas semanas, la situación atmosférica estaba justo al revés. El aire cálido se concentraba en el Ártico y el frío polar en la Península debido a la configuración de la corriente en chorro, que presentaba grandes meandros.
La Tierra ocupa su tiempo buscando el equilibrio. Debido a la inclinación del eje de rotación, la radiación solar no incide de la misma forma en todo el planeta: en el ecuador es mucho más intensa que en los polos. Para compensar este desfase térmico, mueve aire frío hacia la latitud cero y cálido hacia los extremos del mundo. En las latitudes medias, donde confluye el aire gélido que desciende y el caliente que asciende, circula el jet stream, una de las corrientes en chorro que recorren el mundo. La que afecta a Galicia se desplaza de oeste a este, señalando el camino a las borrascas. Pero el calentamiento global está atenuando la diferencia de temperatura entre el ecuador y los polos. Por tanto, estas corrientes de aire, se destensan. Cada vez con más frecuencia presentan grandes meandros como los de un río. Esto se llama Efecto Ártico.
Durante las últimas semanas la región de la corriente que ascendía desplazaba aire caliente hacia el extremo norte del planeta mientras que en la parte descendente aire gélido hacia las latitudes medias. El aire ártico se instaló en España y, de repente, los modelos meteorológicos empezaron a mostrar una borrasca que entraría por el sur peninsular, algo poco habitual por cierto. Las bajas presiones en esta época del año suele moverse entre el Reino Unido y Galicia. La combinación de aire frío y la humedad que inyectaría la borrasca bautizada días antes como Filomena representaba un cóctel explosivo. Y así fue.