Vázquez Fouz: «La trama civil que se fue de rositas es el germen de la ultraderecha»
ESPAÑA
El histórico socialista gallego recuerda, 40 años después, la intentona golpista del 23F, que vivió en primera línea desde su escaño en el Congreso de los Diputados
22 feb 2021 . Actualizado a las 21:21 h.La suya es una biografía política escrita en las encrucijadas de la arquitectura democrática. Militante del PSOE desde 1976, José Vázquez Fouz (Lugo, 1944) integró el grupo de los 16 que redactaron el anteproyecto del estatuto de autonomía de Galicia. Como europarlamentario (elegido en 1987 y 1989) vivió en directo la caída del telón de acero, después de haber ejercido como diputado socialista en el Congreso en las legislaturas de 1979 y 1982. El 23 de febrero de 1981, ocupaba un escaño en la octava fila del hemiciclo, «el lugar donde la izquierda hacía más ruido en los debates, junto a la puerta que llevaba a la antigua cafetería».
Cuarenta años más tarde del golpe que interrumpió la investidura de Calvo Sotelo, Vázquez Fouz extrae una conclusión que da que pensar: «En España, la asignatura de Historia se explica poco y muy mal. Y dentro de este proceso de hacer desaparecer cuestiones tan fundamentales como la enseñanza de la Filosofía, contribuye a una simplificación excesiva y a una polarización de opiniones que son abono perjudicial para el populismo. No digamos cuando la Historia se escribe de una forma en un sitio y de otra en otro, de manera que cada uno enaltece a sus propios héroes y trata de villanos a los de los demás».
Aquel día, el diputado socialista voló de Santiago a Madrid junto a varios compañeros. «Nos llamó la atención que un grupo de militares, con el gobernador militar de A Coruña Torres Rojas a la cabeza, tomasen el mismo vuelo ataviados con el uniforme, algo que era del todo inusual». La razón no tardaría en conocerse. El general Torres Rojas se proponía encabezar la división acorazada Brunete para ocupar la radio y la televisión, y difundir un comunicado triunfal. «Entonces, claro, ni se nos hubiese ocurrido lo que iba a suceder». La sesión comenzó a eso de las seis de la tarde. Cuando Tejero irrumpe en el Congreso, «la primera impresión es, sencillamente, la de que todo se acabó. Que no sales de allí, pero inmediatamente se suceden las reflexiones» y la frustración por la perspectiva de que, tras tanto trabajo para la recuperación de la libertad, «una pandilla de diversos orígenes, un ejército de Pancho Villa, porque ni siquiera una unidad de la Guardia Civil eran, violase vilmente el templo de la democracia para retroceder hasta el siglo XIX».
No todos los disparos, relata Vázquez Fouz, acabaron en el techo del Congreso. «Hubo muchos hacia la tribuna, y uno impactó un metro por encima de donde yo me sentaba». Con todo, el verdadero sabor de la catástrofe se paladeó en un momento posterior al del tricornio y los tiros brazo en alto, revelando cómo estaban amuebladas las cabezas de aquella tropa golpista: «Un capitán empezó a destripar sillones y reunió el relleno sobre la mesa de los taquígrafos. No se le había ocurrido mejor idea que plantarle fuego por si cortaban la luz. Aquello era todo madera antigua: si al final lo hubiese hecho, nos habríamos achicharrado».
Más allá de incógnitas como las que rodean a Juan Carlos I, lo que al exdiputado le duele es que la trama civil que necesariamente arropó el golpe «se fuese de rositas, con el único pago de García Carrés, dirigente del Sindicato Vertical, un hombre burdo, zafio, que no era nadie»: «Ahí estaba la semilla de la ultraderecha que hoy florece y se desarrolla en la vida política española entre la torpeza y el desconocimiento de cómo hacerle frente, especialmente entre la derecha, que siempre encuentra excusas para no condenar la dictadura». En este sentido, subraya que este fenómeno tardó décadas en germinar en España, pero no era nuevo en su etapa como europarlamentario: «En el Parlamento europeo estábamos acostumbrados a convivir con la extrema derecha. Su grupo lo formaban, fundamentalmente, franceses e italianos, y algún que otro diputado griego y de los Países Bajos». «Su peso, entonces, no era importante, y obviamente existía, y todavía existe, ese cordón sanitario entre las fuerzas europeas, que en España no se ha respetado, para evitar que participen en la vida política».
El tiempo transcurrido le permite a José Vázquez Fouz repensar algunas posiciones. Entre ellas, el papel de la OTAN: «Se diga lo que se diga, fue una de las condiciones para la presentación definitiva de España en el entonces mercado común europeo. Y aunque yo mismo no era excesivamente partidario de nuestra integración, la OTAN contribuyó de forma importante a la democratización del Ejército español, cuyos generales acabaron comprendiendo, a través del trato con sus homólogos occidentales, que la misión de los militares es defender la patria, no ser la bota o el yugo que se cierne sobre su pueblo». Y, particularmente, la figura de Adolfo Suárez: «La historia le ha hecho mucha más justicia de la que en aquel momento le hicimos las fuerzas políticas, empezando por la suya propia. Un hombre de una trayectoria anterior de enormes dudas, incluso como ministro secretario general del Movimiento, el partido único y fascista. Pero actúa con una lealtad al rey y unas convicciones democráticas hoy dignas de elogio. Su vida, más tarde, y su salida de otras aventuras políticas demuestran con toda nitidez cuál era su personalidad. Para mí la palabra justa es admirable».