Vivimos en una época de hitos históricos casi cada minuto. Apenas 14 meses ha durado el primer Gobierno de coalición de la democracia, que será relevado por un Ejecutivo de idéntica composición, pero incierto comportamiento. Ahora, le toca el turno a la segunda coalición.
Pablo Iglesias se va, pero no del todo, porque seguirá siendo el principal rostro del socio minoritario. Cuentan sus ya excompañeros de gabinete que su principal preocupación en estos poco más de 400 días en la vicepresidencia segunda pasaba más por el márketing y la comunicación que por la gestión, poco relevante pese al rimbombante nombre de Agenda 2030.
Su inesperada decisión de abandonar la Moncloa para acudir al rescate de su partido, al borde de la desaparición en Madrid, da paso a un liderazgo compartido entre Yolanda Díaz, a la que él mismo ha ungido sin consultar a las bases, e Irene Montero, mucho más beligerante con los socialistas, especialmente con Carmen Calvo, que además contará con el respaldo de su inseparable Ione Belarra, que recogerá la cartera del propio Iglesias.
Los últimos meses han contaminado la relación entre los miembros del PSOE y UP. Los planes legislativos se han debatido más en los medios y en las redes que en el seno del Gobierno. Muchos politólogos creen que la salida de Iglesias rebajará el tono del socio minoritario, especialmente después de los comicios de Madrid. Esos buenos deseos chocarán, casi seguro, con la realidad, pese al perfil de Díaz.