Ione Belarra asume el timón de Podemos en busca de un nuevo rumbo periférico y feminista

M. A. Alfonso MADRID | COLPISA

ESPAÑA

Javier Cebollada | EFE

La dirigente navarra será encumbrada hoy por las bases

13 jun 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Pablo Iglesias certificó durante la noche electoral del 4 de mayo que Podemos no era, por supuesto, el partido destinado a gobernar, pero tampoco la «maquinaria de guerra electoral» que él mismo junto a Íñigo Errejón habían proyectado en enero del 2014. El varapalo, tras una campaña en la que el histórico líder se implicó de hoz y coz y que solo sirvió para no perder terreno en la Asamblea de Madrid, demostró que aquel artefacto político que solo siete años antes había roto todos los pronósticos estaba oxidado y que la necesidad de un relevo era notoria. Iglesias precipitó entonces su sucesión, pese a que llevaba meses planificándola como una transición bajo su tutela hasta las generales. Pero la urgencia por no alargar la situación de interinidad aceleró todo el proceso.

Una segunda generación de líderes dio ayer un paso adelante en Podemos, encabezados por la ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra, que se convertirá en la secretaria general en la cuarta Asamblea Ciudadana del partido, que se celebra este fin de semana en Alcorcón (Madrid), y que popularmente se conoce como Vistalegre IV.

Los retos a los que se enfrentará la nueva cúpula son de todos colores, pero se pueden resumir en superar siete años de hiperliderazgo de Iglesias, adaptarse a una bicefalia inédita, y frenar la sangría de votos que amenaza con condenarlos a la irrelevancia ante la pujanza, al menos en Madrid, de Más País, el partido que lidera Errejón.

«Pata negra» navarra

Para afrontarlos, el aparato del partido optó por aupar a Belarra, un producto cien por cien Podemos. «Pata negra», la describen algunos de sus colaboradores. La joven navarra, de 33 años y psicóloga de formación (forjó amistad con Irene Montero durante la carrera), se ha criado políticamente en los cuadros morados, a diferencia de sus miembros fundadores, que llegaron principalmente del ámbito universitario.

Su elección, a falta de que sea ratificada este domingo por la militancia, no es casual y responde a una operación de cálculo milimétrica de cambio de ciclo. Se busca, por un lado, «feminizar» la dirección y, por otro, reforzar los vínculos con la periferia, descuidados por la procedencia capitalina del núcleo fundador, como el propio Iglesias o la número dos, Irene Montero. Dos cualidades a las que también responde la vicepresidenta tercera, Yolanda Díaz, gallega y sin carné del partido, que completará la nueva bicefalia morada. En su caso, desde dentro del Gobierno, ejerciendo de interlocutora de la coalición Unidas Podemos y sin que haya aceptado todavía el ofrecimiento de convertirse en la candidata para las siguientes elecciones generales.

En el caso de Belarra, ha pasado en seis años de ser diputada rasa a ministra, gracias a la lealtad que ha mostrado a Iglesias.