Desde su adiós, la cohabitación en el Gobierno de coalición se ha vuelto más serena y se han alcanzado acuerdos como la ley Trans, las pensiones o la tramitación de los indultos
05 jul 2021 . Actualizado a las 11:31 h.La cuenta de Twitter de Pablo Iglesias se congeló en el tiempo el pasado 4 de mayo. La herramienta con la que el exlíder de Podemos y ex vicepresidente del Gobierno hostigaba sin cuartel a la oposición, a sus rivales e, incluso, a sus socios de Gobierno, se silenció, como su propietario, tras la jornada electoral de las autonómicas madrileñas.
Los últimos mensajes (ocho aquel día) son los propios de un político en la recta final de campaña -pidiendo el voto y una participación «masiva»- y quedaron como vestigios de una etapa política que parece aún más lejana que los dos meses de los que distan en realidad.
Desde entonces, ni una entrevista, ni declaración publica, ni siquiera un mensaje de apoyo -fuera del ámbito privado-a Ione Belarra, cuando fue elegida el pasado 13 de junio para sustituirle en la secretaría general de Podemos. Tan solo ha mostrado su cambio de look, ya sin su icónica coleta, leyendo un libro en dos instantáneas tomadas por el fotógrafo oficial de la formación, una semana después de su adiós a «la política entendida como política de partido e institucional» y que dan fe de vida.
En la amarga noche electoral del 4-M para los morados, que pese a remontar tres escaños respecto a las anteriores autonómicas quedaron relegados a quinta fuerza política en la Comunidad Madrid, protagonizó su última intervención televisada. Frente a un atril, a las once y media de la noche, rodeado de los suyos, lamentó haberse convertido «en el chivo expiatorio de a derecha» y dejó atados los nuevos liderazgos de la formación: la vicepresidenta tercera, Yolanda Díaz, como portavoz de Unidas Podemos en el Gobierno y futura candidata del partido a las generales; y Belarra, al frente de Podemos. Después se marchó.
Durante estos 60 días de silencio, la cohabitación en el Gobierno de coalición se ha vuelto más serena. Díaz escenificó su toma de mando en una reunión con diputados y ministros de Unidas Podemos en la que precisamente defendió «menos Twitter y más sosiego y tranquilidad». La directriz acabó con la facilidad de airear las diferencias entre socialistas y morados en público que se había vuelto costumbre desde el verano del 2020. Con la gran excepción de la ley de vivienda, cuyas negociaciones siguen encalladas por la regulación del precio de los alquileres.
Cuatro días después de aquel encuentro, el 17 de mayo, la coalición afrontaba su primera gran crisis sin Iglesias en el Gobierno. Más de 8.000 ciudadanos marroquíes cruzaban la valla de Ceuta sin oposición por parte de la policía del país vecino. Rabat, que nunca ha reconocido estar detrás de la maniobra, afeó al Ejecutivo mostrar «segundas intenciones hostiles» respecto al Sáhara Occidental, cuyo detonante fue la llegada del líder del Frente Polisario, Brahim Gali, a un hospital de Logroño para tratarse del covid-19. Durante las tensiones diplomáticas, el Gobierno mostró cierta unidad.
Sin embargo, en noviembre del anterior, Iglesias causó malestar dentro del Ejecutivo al reivindicar un referendo de autodeterminación para la excolonia española a pocos días de que el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, visitara a su homólogo marroquí.
Durante la ausencia del histórico líder de Podemos, también se ha desencallado una de las negociaciones más complicadas de la legislatura, la de la ley Trans, cuya tramitación provocó un agrio enfrentamiento entre Carmen Calvo e Irene Montero por aspectos legales como la inclusión de una disposición contra fraudes en el cambio de sexo, que finalmente acabaron aceptando los morados. También ha salido adelante de forma más o menos plácida en el interior del Consejo de Ministros la reforma de las pensiones o la concesión de indultos a los condenados por el procés.
Por la medida de gracia, Podemos llegó a felicitar en el Congreso a Pedro Sánchez por «su valentía». Los morados solo pusieron un único pero, que se perdone también a Carles Puigdemont y a sus otros exconsejeros huidos desde el 2017. Una condición a la que varios ministros socialistas se han opuesto.
Mejora en las encuestas
Cuando Pablo Iglesias dejó sus cargos en Podemos, el barómetro del CIS otorgaba a la formación una intención de voto del 10,4%. El último sondeo del centro demoscópico, publicado en junio, eleva esa cifra al 12%. Aunque es pronto para valorar si su marcha seguirá mejorando los datos, el exvicepresidente ya diagnosticó en la noche del 4 de mayo que su presencia, más que sumar, restaba. «No soy una figura política que pueda contribuir a mi partido», reconoció.
Mientras aún mantiene su silencio, desde de su círculo cercano explican que pasa los días «disfrutando de la familia y amigos».
También departe, de vez en cuando, con Sánchez. Iglesias tiene «casi» cerrado un regreso al mundo audiovisual, aunque estas fuentes no concretan si este se producirá en La Tuerka, canal web en el que presentó varios programas hasta su nombramiento como vicepresidente, en enero de 2020, o si será en una cadena tradicional. Lo hará, eso sí, de la mano del productor catalán Jaume Roures, «de los pocos amigos que le quedan en el mundillo», aseguran. En todo caso, se tratará de un programa de calado político-social, «similar a lo que hace Jordi Évole».