Fría visita de Junqueras a Puigdemont cuatro años después de su república fallida
ESPAÑA

Los líderes del «procés» inician el deshielo en Waterloo, pero no sellan la paz
08 jul 2021 . Actualizado a las 06:18 h.Los que fueron líderes indiscutidos del procés no se veían cara a cara desde el 27 de octubre del 2017. Aquel día comparecieron juntos ante el despacho del presidente de la Generalitat en el Parlamento catalán y leyeron un comunicado. Acababan de declarar la independencia de Cataluña. La imagen de ayer fue distinta. Carles Puigdemont y Oriol Junqueras juntos, en la escalinata de la llamada casa de la república en Waterloo, último vestigio que queda del 1-O, acompañados por Carme Forcadell y los exconsejeros Raül Romeva, Dolors Bassa, Meritxell Serret y Toni Comín y el rapero Valtonyc.
En las formas y en los prolegómenos de la cita quedó claro que las diferencias que les han separado estos cuatro años son enormes, aunque los protagonistas dicen que no son insalvables. Puigdemont no salió a recibir a Junqueras a las puertas de su residencia y no hubo comparecencia conjunta tras el encuentro. Compartieron eso sí mesa y mantel, en grupo, durante más de dos horas. No hubo reproches y sí buenas y cariñosas palabras, según trascendió. Pero discrepan hasta en el tratamiento. En la convocatoria de ERC, Puigdemont figura como presidente de Junts y no de la Generalitat, mientras que la nota del Consejo para la República sí se refería al «Molt Honorable President».
El republicano dijo a la salida que en el interior se habían abrazado. En el exterior, para la foto de familia, ni siquiera se dieron la mano. El exvicepresidente habló de un encuentro de tipo «personal», «especial», «agradable» y «emotivo», más que de contenido político. Según el líder de Esquerra, compartieron el compromiso de luchar contra la represión. Puigdemont ni siquiera salió a dar su versión. Pese a todo acordaron volver a verse.
Ruptura política y personal
Iniciaron el deshielo, pero la paz independentista está lejos. Nunca han sido amigos, ni lo serán, aunque sus partidos gobiernan juntos en Cataluña y están obligados a poner en marcha su particular agenda del reencuentro. No obstante, la pugna por el liderazgo del movimiento secesionista está por encima de todo.
Tras la declaración de independencia, Puigdemont y Junqueras, que fueron destituidos de acuerdo al artículo 155 de la Constitución, optaron por estrategias divergentes. El primero huyó a Bruselas, donde permanece desde entonces, mientras que el republicano se quedó en Cataluña por «responsabilidad» y asumió el juicio y la condena. Rompieron en lo político y también en lo personal.
Puigdemont insiste en el discurso del 2017, defiende la unilateralidad y apuesta por no facilitar la gobernabilidad española. El presidente de ERC mantiene que la vía unilateral no es deseable ni posible y pilota un cambio estratégico de su partido hacia posiciones más pragmáticas.
«Deslealtades»
El desgaste de un año y medio muy convulso juntos en el Gobierno y el final abrupto del procés provocó un enfrentamiento entre ambos que dura hasta hoy. Durante estos cuatro años han mantenido contactos telemáticos muy esporádicos. Puigdemont nunca ha perdonado a Junqueras que apretara en octubre del 2017 para que el Parlamento catalán proclamara la declaración unilateral de independencia cuando él quería dar marcha atrás y convocar elecciones. El exvicepresidente se la tiene jurada por haber huido tras declarar la independencia cuando pidió a sus compañeros que acudieran a sus puestos en las consejerías. Puigdemont en su libro M' explico reprocha a Junqueras sus «deslealtades».
Fuentes secesionistas apuntan que el encuentro de ayer hubiera sido más útil si se hubieran visto los dos solos y no junto a delegaciones de sus partidos. La semana pasada, Junqueras y los indultados de ERC visitaron a Marta Rovira en Ginebra, mientras que los de Junts viajaron a Waterloo. El de ERC mostró en un principio su intención de verse con el expresidente, pero en Estrasburgo. Puigdemont se negó, lo que quería era que acudiera a su casa, donde recibe como «presidente legítimo» de Cataluña.
Aragonès llama a una alianza independentista en la mesa de diálogo para hacer inevitable la amnistía y el referendo
c. r.
El presidente de la Generalitat convocará en breve a los grupos independentistas para empezar a tejer lo que ha calificado como un gran acuerdo a favor de la amnistía y la autodeterminación. Pere Aragonès busca construir una «gran alianza» que refuerce su posición de cara a la reunión de la mesa de diálogo entre el Gobierno y la Generalitat prevista para la tercera semana de septiembre.
El presidente catalán se reunirá en un primer momento con ERC, Junts y la CUP, además de con las plataformas de la sociedad civil independentista, pero ha llamado a otras fuerzas a «sumarse», en concreto a los comunes. Para hacer «inevitable» el referendo y la amnistía, afirmó en un pleno monográfico en el Parlamento autonómico dedicado a los indultos.
Aragonès reconoció que la negociación con el Gobierno será muy difícil porque, advirtió, el Ejecutivo catalán «no renunciará» a celebrar un referendo sobre la independencia. «Es la hora del diálogo y la negociación», dijo, con el objetivo de que los encausados recuperen su libertad y Cataluña pueda decidir su futuro votando por la independencia.
«Penas injustas»
El dirigente republicano valoró los indultos como un «paso importante» por parte del Gobierno, pues a su juicio está reconociendo que las «penas son injustas». «Hay cosas que están empezando a moverse», admitió. Puso como ejemplo los indultos y la convocatoria de la mesa de diálogo. Eso sí, avisó de que las medidas de gracia no resuelven el problema global de Cataluña. «No resuelven el caso de Puigdemont», aseguró Aragonès, y «no resuelve el conflicto». El jefe del Ejecutivo catalán cree que la mesa de diálogo ha de avanzar «independientemente» de la negociación para la aprobación de los Presupuestos.
Sobre la amnistía, cree que es legal, pues a su juicio hay una ley de amnistía vigente, la del 77, que «impide que se persigan a torturadores del franquismo».