Uno de los grandes problemas de los Gobiernos de coalición es hacer ver que no se trata de cuerpos separados, sino que existe una unidad de acción por un interés común, la supervivencia. Lo vimos en el bipartito en Galicia y en numerosas coaliciones municipales. Hasta ERC y Junts, que se soportan aún menos que Sánchez e Iglesias -«no podría dormir por las noches con él en el Gobierno», recuerde-, han sabido disimular mejor sus diferencias que el PSOE, Unidas Podemos y el resto de sus confluencias.
Porque un día después de la profunda remodelación lanzada por el presidente para intentar recuperar la iniciativa si algo queda claro, además del poder absoluto de Sánchez entre los socialistas, es que el presidente no puede meter mano en la otra parte de su Ejecutivo. Así, parece difícil explicar que hayan caído siete de los 17 ministros socialistas y que ni uno solo de los cinco de Unidas Podemos se haya visto afectado por los relevos. Y eso en la semana en la que el presidente de España ha puesto en evidencia a uno de los teóricos líderes de esas confluencias, Alberto Garzón, que ha sido reprendido públicamente por su ataque al sector ganadero a cuenta de su rechazo a los chuletones.
Salvo Yolanda Díaz, que encabeza las valoraciones de los ministros en los sondeos, el resto de la alineación procedente de Unidas Podemos es la peor puntuada por los contribuyentes. Ni el desaparecido ministro de Universidades, Manuel Castells, ni la de Igualdad, Irene Montero, consiguen mejorar al citado Garzón. A Ione Belarra, ascendida a ministra hace apenas de cuatro meses tampoco se le conoce más aportación que la de recolocar a la vieja guardia de Pablo Iglesias.
Es cierto que Sánchez también ha salvado de la quema a algunos colaboradores que ya están achicharrados. El de Interior, Marlaska, ha dado un recital de despropósitos, alguno de ellos ya en los tribunales, impropio de alguien con su trayectoria profesional, emborronada por tics autoritarios que deberían alarmar a todos los demócratas. También seguirá cobrando Reyes Maroto, a la que en abril nos presentaron como vicepresidenta económica de la Comunidad de Madrid a pesar de su escaso bagaje productivo. Debería darle las gracias al ciclón Ayuso.
Otros, como Carolina Darias (Sanidad) o María Jesús Montero (Hacienda) ya han demostrado que poco van a ayudar a Sánchez a remontar en las encuestas con su trabajo y que apenas podrán aportar algo más que su fidelidad al líder para seguir en el cargo.
Hoy, Pedro Sánchez sigue teniendo 120 diputados y el mismo problema de siempre: su agenda depende de los 35 escaños de Unidas Podemos, de los 13 de ERC y de los cinco del PNV o Bildu. Por eso la siguiente crisis la pagará Unidas Podemos con la ruptura de la coalición camino de las urnas.