Desolación en La Palma: «Nada te prepara para salir de tu hogar sin saber si vas a volver»
ESPAÑA
Todoque, epicentro de la ola de destrucción mientras la colada incandescente se dirige al mar, sembrando de escorias todo a su paso
22 sep 2021 . Actualizado a las 15:07 h.Mientras la lava avanza inexorable por la ladera del volcán Cumbre Vieja, la zozobra hace estragos entre un población que asiste con impotencia a la destrucción de una vida de trabajo y sacrificio. Todoque, una localidad desconocida para cualquiera que no sea vecino de La Palma, era ayer sinónimo de desolación, de pérdidas millonarias y de ruina total; de vecinos cargando sus furgonetas con electrodomésticos, muebles, bolsas de ropa y hasta animales, en un intento desesperado por hurtar al infortunio lo mínimo con que volver a empezar, nadie sabe cuándo ni dónde. Unas 1.300 personas han quedado en la calle.
«El primer sentimiento que me asalta por la mañana es la certeza de que, por mucho de que el hombre transforme el medio, es la naturaleza la que decide». Manuel Rodríguez es vecino de El Paso y asiste, estremecido, a una tragedia que muchos no dudan en calificar de «espectáculo», pero que a él le tiene sumido en la desesperación. Ayer, desde la vecina iglesia de Tajuya, el mirador donde se arremolinaban los periodistas, repasaba con la mirada un escenario irreal, cubierto de un manto de picón, como llaman en la isla a las cenizas que se cuelan por las comisuras de los labios, se enredan con el pelo, resecan la garganta. Todo ello mientras el volcán se retuerce entre explosiones y un rugido lejano como de tormenta que descarga con furia, fumarolas que se elevan sobre el valle y un desasosiego que va más allá de las palabras.
Manuel tiene miedo, no lo oculta. Es contratista, tiene una inmobiliaria, plataneras... También colecciona coches, algunos de época -«aunque esos los tengo en una finca apartada», suspira de alivio-. El lunes vino a rescatar dos de ellos, «más de 100.000 euros en coches», suspira. «La gente frivoliza con lo que está pasando, pero no se dan cuenta de que una explosión repentina nos puede llevar a todos por delante».
«Es lo que toca cada 50 años»
Sabe que «residir aquí significa convivir con una calma tensa, es lo que toca cada 50 años». Y hace una reflexión, insólita para cualquiera que siga lo ocurrido a más de 2.000 kilómetros de distancia. «Espero que esto dure todavía algún tiempo, porque como se cierre en falso, la tensión acumulada que pone ya de relieve esos 25 centímetros de deformación que ha sufrido el volcán, reventará buscando alivio por donde menos se espera, quién sabe si amenazando zonas más habitadas».

Silvia, su vecina, mira por la ventana de su casa angustiada. Vive en un sin vivir desde que hace un mes un pavoroso incendio destruyó la casa de su padre, matando a los animales de la granja. «Y ahora esto, no va a acabar nunca», susurra con la emoción pugnando por romper los diques que se ha impuesto. No es la única.
Miles de personas sufren con cada sacudida, que mina sus propiedades, su modo de vida, su futuro. Las autoridades hablaban ayer de que 1.300 habitantes habían abandonado Todoque, donde la lava se abre paso por cultivos, piscinas incandescentes y hasta colegios. La ruina total. Porque a nadie se le escapa que de poco sirve una escritura de propiedad si el terreno sobre el que se levanta es un cementerio de escorias, irrecuperable por décadas.
Ana Cecilia Nasco lo relataba ayer desde El Fuerte, el antiguo acuartelamiento donde aguardan los más damnificados. Mayores, niños, personas con discapacidad o, simplemente, gente que no cuenta con un familiar que les acoja en un trance como este. Es duro, relataba, «salir de tu casa sin saber si podrás volver a ella algún día. Nada te prepara para eso». En Puerto Naos, los vecinos entraban ayer en grupos de cuatro con la consigna de permanecer allí no más de 10 minutos para salvar lo que buenamente pudieran llevarse. «¿Qué me llevo?», repetía ella ayer, bloqueada.
Una macabra lotería
Alexis es taxista y lleva días llevando a los evacuados a los lugares que han sido su hogar durante décadas y que ahora participan de esa macabra lotería. «Hay mucho dolor, gente con dos casas que no puede entrar a ninguna y tiene que gastar lo poco que ha salvado alojándose en un hotel».
Vigilan el avance del fuego, agarrados a la esperanza de que la colada de lava sortee sus hogares. Enmudecidos. «Mi hijo tiene 17 años, pero el lunes me llamó aterrado. Un terremoto de magnitud 3,8 zarandeó la casa, tiró vasos por el suelo, abrió la puerta del horno... Él, al menos, tiene casa. Peor lo lleva su sobrino, que trabaja en El Paso, pero vive en Tacande, otra de las zonas donde los equipos de emergencia han prohibido el paso ante el riesgo de que sea pasto de la lava.
En medio de la tragedia no faltan los que se acercan con una cámara para inmortalizar el cataclismo. Como Tony García, un jubilado tinerfeño al que lo ocurrido le provoca sentimientos encontrados. »No es venir a disfrutar de una desgracia, sino de un espectáculo de la naturaleza que es digno de ver«, desliza. O Adriana Paternó, que ha dejado por unas horas el bar donde trabaja para asistir a un fenómeno »que solo se ve una vez en la vida«.
La experiencia, sin embargo, no resulta como ella se esperaba. «Tengo una angustia en el pecho... Estoy pegada», desliza mientras muestra en sus manos las cenizas que lo impregnan todo. Mientras, a lo lejos, el volcán vomita toda su furia.
El Consorcio de Seguros cubrirá las indemnizaciones por las casas sepultadas
Los daños provocados en decenas de viviendas engullidas por la cola de lava de la erupción volcánica de La Palma serán cubiertos por el Consorcio de Compensación de Seguros (CCS), un organismo público que asumirá esta contingencia derivada de »fenómenos de la naturaleza« como el que desde el domingo arrasa con una parte de la isla y ha obligado a evacuar ya a más de 5.000 personas de sus casas.
El Consorcio, dependiente del Ministerio de Economía, está creado para cubrir determinadas circunstancias extraordinarias como inundaciones, terremotos, maremotos y »erupciones volcánicas«, como especifica su normativa.
Eso sí, con una condición básica: que las viviendas afectadas por la lava tuvieran en vigor un seguro de hogar en el momento de la erupción.
Seguro activo El requisito básico de tener un seguro activo -esto es, sin problemas de impago u otro tipo de situaciones particulares- servirá para que el Consorcio active esa protección. Este organismo se cubre periódicamente de las aportaciones que realizan todos los asegurados en sus diferentes modalidades a través de una pequeña aportación que se incluye en cada contrato de seguro. Gracias a esos ingresos, el organismo cuenta con un presupuesto para hacer frente a situaciones extraordinarias como la que está ocurriendo estos días en La Palma. Se trata de una herramienta casi exclusiva en Europa, ya que prácticamente ningún otro país, excepto España, cuenta con este fondo que se nutre de las aportaciones de los asegurados.
También estarían cubiertos por el Consorcio los propietarios de negocios que puedan verse impactados por la lava. Y al igual que los propietarios de vivienda, siempre que tuvieran en vigor algún seguro, como de incendio, rotura de cristales u otras contingencias para esos establecimientos comerciales o empresariales.
Esta protección es independiente de las propias coberturas específicas que tuvieran contratados los seguros de hogar de cada vivienda, y que puedan incluir mayores o menores indemnizaciones por parte de las compañías.
También recorre un camino distinto al de las ayudas públicas que puedan aprobarse en las próximas semanas por parte del Gobierno, como la posibilidad de que el Consejo de Ministros declare zona catastrófica, con lo que se activarían distintas vías de inyección de dinero. También el Consorcio actúa de forma autónoma con respecto a las medidas puestas en marcha por el Gobierno de Canarias.