El Elliot Ness suizo tira la toalla en la investigación sobre el rey emérito

Melchor Sáiz-Pardo MADRID / COLPISA

ESPAÑA

El fiscal suizo Yves Bertossa, que investiga las operaciones financieras de Juan Carlos I
El fiscal suizo Yves Bertossa, que investiga las operaciones financieras de Juan Carlos I MARTIAL TREZZINI

La decisión del fiscal Bertossa de cerrar de golpe las pesquisas sobre Juan Carlos I ha sorprendido a Anticorrupción, al Supremo y al Gobierno

04 ene 2022 . Actualizado a las 10:52 h.

«El Elliot Ness suizo», «incorruptible», «concienzudo», «un perro de presa que jamás pierde el rastro», «implacable»... Cuando en el 2018 Yves Bertossa decidió poner en su punto de mira a Juan Carlos I todas las alarmas se encendieron en las instituciones españolas. En el Gobierno y en la Zarzuela se dispusieron de inmediato a levantar cortafuegos para evitar que las pesquisas del fiscal suizo acabaran salpicando a la Jefatura del Estado. Todos daban por seguro que sus investigaciones iban a llegar muy lejos porque, además del riguroso perfil del fiscal, a Suiza no le vinculaba la inviolabilidad del rey hasta el 2014 y porque el delito de «blanqueo de dinero agravado» no había prescrito.

Por eso, cuando el Ministerio Público helvético anunció que daba carpetazo a la investigación sobre los 100 millones de dólares del emérito llegados de Arabia Saudí, en el Ejecutivo, en la Fiscalía, en el Supremo, incluso en la Casa Real, creyeron en un primer momento que se trataba de un malentendido. Luego el comunicado de la Fiscalía suiza confirmó que no había ningún error. Se enterraba definitivamente la investigación porque «no se ha establecido suficientemente un vínculo entre la cantidad recibida de Arabia Saudí y la celebración de los contratos para la construcción del tren de alta velocidad».

Fin de la investigación para siempre, a pesar de que Bertossa, el de la fama de «incansable», tira la toalla tras tres años de pesquisas sin saber por qué Juan Carlos I en el 2008, cuando era el jefe del Estado, recibió la suma de 100 millones de dólares de parte del Ministerio de Finanzas de Arabia Saudí en una cuenta de la fundación Lucum abierta en el banco Mirabaud de Ginebra. Es más, el Elliot Ness alpino da carpetazo sin siquiera haber tratado de interrogar al rey emérito, aunque fuera como testigo, sobre el origen de aquella fabulosa fortuna, parte de la cual —en concreto, 65 millones de euros— acabaron en manos de su examante Corinna Larsen a través de una donación en el 2012. 

Sin comisión rogatoria

Bertossa se declara incapaz de seguir con la investigación con la excusa de no poder probar que el dinero venía del cobro de comisiones en Riad, sin haber intentado dirigir una sola comisión rogatoria al Ejecutivo saudí para que explicara el millonario y misterioso desembolso que acabó en Suiza.

Son muchos los fiscales españoles que conocen a Bertossa desde que en el 2007 entró en el Ministerio Público helvético siguiendo la tradición familiar. Esos fiscales que quedaron deslumbrados en la época de Gürtel por la firmeza y colaboración de Bertossa en el 2009 a la hora de destapar aquellas cuentas en Suiza de la trama de Correa no dan crédito ahora a que ese mismo fiscal «meticuloso al límite» haya decidido abandonar la investigación sobre el rey emérito «sin acercarse, ni de cerca, al fondo del asunto». Dicen en la sede de Anticorrupción que no reconocen en Bertossa al fiscal que ha cerrado el caso a pesar de considerar probado que don Juan Carlos «efectivamente recibió el 8 de agosto del 2008, en la cuenta de la fundación panameña Lucum abierta en Ginebra por Mirabaud & CIE, la suma de 100 millones de dólares de parte del Ministerio de Finanzas de Arabia Saudí».

Muchos de los fiscales españoles que han compartido confidencias y conferencias internacionales durante años con Bertossa no ven «lógico» que haya abandonado, a pesar de admitir que el emérito y su entorno tuvieron un «deseo de encubrir» el desembolso de los 100 millones de dólares, como probaría el uso de una fundación, de empresas intermediarias o las donaciones sucesivas.

«¿Por qué ha tirado la toalla entonces?». La pregunta sin respuesta ha seguido retumbando toda la semana en el palacete de Manuel Silva 4, en Madrid, sede de la Fiscalía Especial contra la Corrupción y la Criminalidad Organizada. Allí prometen no enterrar, al menos por ahora, las diligencias de las presuntas comisiones del AVE del desierto, a pesar del «inesperado mazazo» del fiscal suizo a sus homólogos españoles.