
La virulencia de los incendios hizo que el 43 Grupo de Fuerzas Aéreas triplicara horas de vuelo y duplicara el número de misiones de extinción
04 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.El 43 Grupo de Fuerzas Aéreas lleva más de 50 años luchando contra los incendios desde una perspectiva única, el aire. Este año, además, sus integrantes han vivido la campaña más intensa de su historia, triplicando horas de vuelo y doblando el número de misiones. «Este verano nos hemos llegado a quedar sin relevos», relata el capitán David Juan Conde (Palencia, 1994), que lleva un año volando con los focas (como denominan a estos aviones) y se encuentra destinado en el aeródromo militar de Lavacolla, una de las siete bases donde este grupo tiene presencia durante la campaña de alto riesgo de incendios (de junio a octubre) antes de replegarse en invierno a la suya de Torrejón de Ardoz, en Madrid, para trabajos de mantenimiento e instrucción.
El 43 Grupo realiza trabajos de extinción de fuegos con sus aviones híbridos Canadair: «Es el avión con mayor siniestralidad, uno de cada cinco se estrellan», dice Juan Conde, que asegura que al principio tenía mala fama, pero ahora «es la primera opción» para los nuevos pilotos, que van siempre acompañados de otro más experimentado y un mecánico en sus vuelos hacia los grandes incendios que asolan España, y es que para que el 43 Grupo se despliegue el fuego debe ser de consideración, pues el primer paso es que la comunidad autónoma afectada solicite ayuda al Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco).
Una vez se envía esta petición, el Miteco pone en preaviso a la unidad, que debe recibir el aprobado de la Unidad Militar de Emergencias (UME) para, finalmente, despegar. Desde que llega el aviso de incendio a la base hasta que despegan solo puede pasar un máximo de una hora. En ese tiempo se prepara el equipo (un chaleco salvavidas, una baliza GPS y un respirador con aire), se estudia la zona (lugares de carga de agua, geografía y situación del incendio) y se pone a punto el avión.
El capitán Juan Conde lleva este año más de 90 horas de vuelo, cumpliendo misiones por toda la geografía española, desde Galicia hasta Canarias. «Las primeras veces que vas al incendio te preguntas cómo vas a trabajar ahí», dice el capitán, que asegura que un vuelo contraincendios «impresiona» porque «debes adaptarte a cada situación y mantenerte siempre alerta». Recuerda Conde también un consejo de sus superiores: «Un avión estrellado no apaga incendios», aunque comenta que el aparato «sorprendentemente lo aguanta todo».
Un vuelo en el infierno
Este año fue especialmente duro en cuanto a la dimensión de los incendios por toda España. Para actuar, los aviones del 43 Grupo se adentran en el humo y soportan turbulencias para descargar las seis toneladas de agua que transportan en sus «focas».
Uno de los grandes fuegos sobre el que voló David Juan Conde fue el que afectó a la zamorana sierra de la Culebra, que calcinó casi 25.000 hectáreas. Él solo pudo estar desplegado un día de los siete que el 43 Grupo intervino. «El humo se perdía en la estratosfera, era un telón que te tapaba completamente», describe el capitán, quien fue a hacer de refresco a un compañero suyo de base, que detalla la situación vivida en Zamora como: «Estar ante una hoguera echando chupitos de agua». Para los dos pilotos, el sentimiento que mejor refleja la situación es «impotencia», pues ambos abandonaron el incendio sin haberlo apagado para irse a otra misión. Juan Conde también trabajó en el de Ávila, donde se quemaron más de 1.000 hectáreas. Normalmente, en el despliegue disponen de una segunda tripulación y vuelan en días alternos, pero en este caso se quedaron varias jornadas sin unidades de refresco, teniendo que trabajar de continuo.
Otro despliegue reseñable fue en Canarias, pues, por las características de las islas, las cargas de agua debían de ser en el mar, una experiencia que el capitán describe como «un concierto de rock», ya que, mientras las aguas de un pantano se mantienen tranquilas, en el mar «sufres golpes continuos, además que el viento te retuerce, pues estás más expuesto». Para él, el momento de cargar «es muy delicado, casi como un examen», aunque asegura que es la parte «fácil» de un día de trabajo, pues en la descarga se debe ser extremadamente cuidadoso, tanto a la hora de soltar el agua para ser preciso, como al pilotar de manera segura en un terreno lleno de obstáculos, desde el humo del incendio hasta aves o tendidos eléctricos.