María Luisa Segoviano: «Que la buena estrella de la renovación del Constitucional lleve a la concordia»
ESPAÑA
La nueva magistrada del Tribunal Constitucional reclama al PSOE y al PP que pacten para evitar la parálisis en el Supremo
02 ene 2023 . Actualizado a las 19:36 h.María Luisa Segoviano Astaburuaga (Valladolid, 1950) había impreso ya su nombre en las hemerotecas del país al haber sido la primera mujer en presidir una sala del Supremo. Pero en la última semana, esta especialista en Derecho Laboral que había pasado a la jubilación en octubre ha vuelto a copar honores al convertirse en la candidata —propuesta por los conservadores y asumida por los progresistas— que ha llevado al desbloqueo por el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) de la renovación del Tribunal Constitucional (TC) y, con ello, a un alivio en el choque entre poderes que había sacudido el final de año.
—Enhorabuena. Aunque no sé si, dada la crisis institucional que hemos afrontado, esta enhorabuena tiene matices
—Para mí, la elección es un motivo de orgullo, de satisfacción. Me siento un poco como uno de los elementos que ha servido para empezar a pacificar y a resolver una situación que parecía irresoluble. En ese sentido estoy muy contenta, la verdad que sí.
—¿Se imaginaba cuando se retiró que iba a terminar en el TC?
—No, aunque es cierto que estando todavía en activo me postulé como candidata. Pero vamos, fue como una carta a los Reyes. Aunque primero hay que echarla, ¿no? Y ese primer paso yo lo di.
—¿Por qué pensaba que era adecuada para esta responsabilidad?
—Hablando de una manera totalmente objetiva, era muy importante que hubiera una magistrada especialista en Derecho Laboral. Junto a ello, creo que tengo un perfil que, si bien se ha calificado de progresista —y podemos decir que es así—, no presenta grandes aristas. Soy una persona bastante dada al diálogo.
—¿Y qué es para usted esa etiqueta de progresista?
—Bueno, las resoluciones que he venido dictando han tratado de estar acordes con la realidad social y la evolución de los tiempos, intentando garantizar los derechos de toda la ciudadanía y haciendo hincapié en las personas más vulnerables.
—¿E imaginó en algún momento que su candidatura de jueza progresista iba a ser defendida por los conservadores del CGPJ?
—Realmente son cuestiones muy complicadas, ¿no? Porque el funcionamiento de estos órganos tiene sus claves, que yo no conozco porque no he estado en ellos. Pero ya habían propuesto antes a Pablo Lucas, que también es un magistrado de perfil progresista. Así que no resultaba tan anómalo, porque lo que se intentaba era proponer personas que pudieran ser aceptadas por el otro grupo para desbloquear el tribunal. Lo que yo veo es un acto de generosidad por las dos partes que, finalmente, ha dado buenos resultados.
—Ha asistido desde una posición singular a este insólito choque de poderes. Primero como magistrada jubilada, luego como candidata al TC y ahora ya como magistrada elegida. ¿Le ha preocupado la colisión? ¿Hay motivos para la inquietud?
—En un momento sí lo estuve porque vi posiciones muy enrocadas, enfrentamientos excesivamente broncos. Y eso, en una democracia, se debe evitar. Hay que tratar de buscar cauces de consenso, de acuerdos y de soluciones, y lograr lo que sea mejor para la ciudadanía.
—Esta renovación ha sido tormentosa: dos nombramientos polémicos del Gobierno, su reforma exprés de las leyes del Poder Judicial y del Constitucional que ha desembocado en el veto sin precedentes del propio TC del refrendo en el Senado. ¿Debe contribuir este nuevo TC a restañar heridas?
—En el devenir de todo tribunal hay épocas más polémicas, digamos, y otras más tranquilas. Yo espero que el período que se inicia ahora sea una época de sosiego. Y que adoptemos resoluciones que sean mayoritariamente aceptadas, aceptables y beneficiosas para todos. Ya veremos cómo es el devenir de este. Pero vamos a desear que todo salga lo mejor posible. Que la buena estrella de la renovación del tribunal, rompiendo una barrera que parecía infranqueable, continúe y sigamos todos por un camino de serenidad, concordia y buenas resoluciones.
—¿Qué habría hecho usted ante la impugnación del PP?
—Se trata de deliberaciones sobre cuestiones muy técnicas que hay que estudiar y examinar con sumo cuidado, y no dar opiniones. Porque las opiniones son fáciles. Y las de un magistrado o una magistrada tienen que estar fundadas en Derecho.
—¿Abusa la política española del recurso al Constitucional? Tienen sobre la mesa un volumen muy relevante de leyes recurridas.
—Creo que hemos caído en la judicialización de todos los conflictos; conflictos políticos, jurídicos, de intereses, de familia. Todo acaba en los tribunales y eso no debe ser así. De hecho, todas las nuevas normas de eficiencia procesal se orientan a la mediación, la conciliación o el arbitraje. No siempre un tribunal es el lugar idóneo para resolver ciertos conflictos. Y los políticos tienen matices a los que no llegan el Derecho y los tribunales.
—Por preguntárselo de otra manera. ¿Sería aconsejable que los dos grandes partidos intentaran buscar vías de entendimiento y reconstruir los puentes que están rotos para proteger también la credibilidad del Constitucional, para no colocarlo al límite?
—Siempre es deseable llegar a acuerdos, tender puentes, tratar de resolver las cosas. Que dos partidos sean antagonistas no quiere decir que tengan que tener actitudes obstruccionistas los unos respecto a cualquier iniciativa que hacen los otros. Es mucho más positivo, eficaz y satisfactorio que se llegue a consensos, que se busque una solución.
«Un tribunal con pocos recursos humanos se hunde en tres meses y tarda en levantarse tres años»
—Usted encabezaba hasta hace un par de meses la Sala de lo Social del Supremo, una de las que mejor radiografían la conflictividad del país. ¿El bloqueo ya de cuatro años en la renovación del CGPJ y la falta de nombramientos puede acabar en parálisis?
—Esto lo advertí ya hace tiempo. Esa sala del Supremo, donde se resuelven todos los temas laborales y de Seguridad Social, tiene trece magistrados que en este momento son ocho; y a partir de julio serán siete. Y el número de asuntos no deja de crecer. Cuando me fui había más de 6.000. Solemos decir que un tribunal con pocos recursos humanos se hunde en tres meses y que eso tarda en levantarse tres años. Y la demora en la resolución de asuntos siempre incrementa la dificultad de resolverlos, porque vienen nuevas leyes y nuevos asuntos: un semillero de pleitos porque no hay magistrados para solventarlos. Es muy grave. Y en lo Contencioso pasa algo parecido.
—Es decir, que urge que PSOE y PP se pongan de acuerdo para actualizar el Consejo y que este cubra las plazas vacantes.
—Sí. Que se puedan hacer nombramientos de magistrados del Supremo para que empiece a funcionar otra vez con normalidad; y no al 60 % o al 70 % porque no tiene magistrados y a los que hay les es imposible ya dictar más resoluciones de las que dictan.
«La Judicatura no es machista, la interpretación de las leyes a veces no es unánime»
—¿Somos una sociedad más o menos solidaria, más o menos concienciada, más o menos desesperanzada?
—Las malas situaciones suelen generar un clima de solidaridad, una conciencia de que hay que contribuir al bien común. Desde un punto de vista egoísta, yo siempre digo que el bien de todos acaba siendo mi propio bien. Lo que no se puede es mantener una sociedad con un porcentaje importante de población en niveles de pobreza o cuasi pobreza, sin ninguna ayuda para que pueda subsistir dignamente.
—A usted puede definírsela también como una feminista de primera hora...
—Bueno, yo lo que he tratado siempre es de lograr la igualdad real y efectiva de mujeres y hombres. Y a partir de aquí, en sentencias en las que se me han planteado situaciones de desigualdad, he intentado resolverlas.
—¿Qué está fallando para que hayamos acabado el año con otra oleada de asesinatos machistas?
—Esto es algo verdaderamente inasumible, que cada vez nos asusta más. A mí me inquieta seriamente porque parece que todo parte de una no aceptación, que el origen de todos estos crímenes está en que la mujer se niega a continuar con su pareja o discute con ella por la circunstancia que sea, y la ‘solución' es la violencia. Y me preocupa mucho que entre la gente joven también exista esa violencia. Quizá no lleguen a la agresión física, pero sí a una especie de control, de dominación por parte de chicos jóvenes hacia las mujeres, hacia sus parejas.
—¿Percibe una regresión?
—Yo diría que sí. No sé si también influyen a veces películas o determinadas canciones que se corean y te preguntas ‘¿Pero saben lo que dicen esas letras?'. Tiene que haber una educación casi desde la cuna para que el valor de la igualdad prime sobre todo. Hasta que la sociedad no lo interiorice, va a ser difícil salir de esta malísima situación,
—¿Es una Judicatura machista, como acusó la ministra Irene Montero para defender la ley del ‘solo sí es sí'?
—Sinceramente, creo que no. Creo que hay mucha preocupación y que hay magníficos jueces y juezas que aplican correctamente las normas. Que a veces haya discrepancias en la interpretación es asumible, y no por seguir un modelo machista o tener una ideología machista. Las leyes son técnicas, complicadas, y en ocasiones su interpretación no es unánime.