Así son las novias españolas de la yihad: entre 18 y 26 años y sin antecedentes

Susana Acosta
Susana Acosta LA VOZ

ESPAÑA

Imagen de archivo de Yolanda Martínez y Luna Fernández, repatriadas en enero desde Siria.
Imagen de archivo de Yolanda Martínez y Luna Fernández, repatriadas en enero desde Siria. TVE

Tienen, al menos, estudios secundarios y algunas son de clase media

04 feb 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Yolanda Martínez y Luna Fernández son las últimas mujeres españolas, esposas de yihadistas, que el Gobierno ha repatriado desde Siria, después de que en el 2014 se fueran a ese país y vivieran bajo el Estado Islámico hasta su disolución en el 2019. El juez de la Audiencia Nacional, Santiago Pedraz, ha decretado su ingreso en prisión provisional al imputarles integración en banda terrorista. Yolanda tiene 37 años y está casada con Omar el Harchi, marroquí nacionalizado español, y que se encuentra en una cárcel siria. Él formó parte de la brigada Al Ándalus que operaba en la mezquita de la M-30, la primera célula yihadista desmantelada en nuestro país en el 2014. Luna, de 36 años, es viuda de Mohamed Amin el Aabou, otra pieza clave de Al Ándalus. Contra estas dos mujeres ya se había cursado orden de detención internacional antes de ser repatriadas, aunque deberán ser juzgadas para demostrar su implicación.

Antes de ellas, Asia Ahmed y Fátima Akil fueron las otras novias españolas de la yihad, también repatriadas de Siria y que acabaron presas. Asia abandonó Ceuta con 20 años para reunirse en Siria con un yihadista. Y Fátima tenía 18 años cuando hizo el mismo viaje con un bebé de 10 meses en brazos. Tras la disolución del califato, fueron arrestadas en Turquía cuando intentaban regresar a casa y aceptaron una condena de cuatro años de prisión por integración terrorista. A María Cala Márquez la arrestaron en Barajas antes de partir. Aceptó una pena de dos años.

Este goteo de encarceladas responde al llamamiento que el Estado Islámico hizo a las mujeres en el 2014 para «contribuir a la expansión del califato»: «El 15 % de los movilizados desde Europa eran mujeres. Son unas 500 o 600», explica Carola García-Calvo, investigadora del Real Instituto Elcano, sobre radicalización y terrorismo.

Conversas

Entre las características comunes a ellas, destaca que no todas son originalmente musulmanas: «También hay conversas, que se radicalizan en la ideología yihadista». Y «si las comparamos con los hombres, ellas son mucho más jóvenes. En torno al 75 % tienen entre 18 y 26 años». En cuanto a si ya están fichadas por la policía, García-Calvo aclara que no: «Mientras una cuarta parte de los varones tienen antecedentes penales, en el caso de las mujeres ninguna los tenía».

Acerca de los motivos que las llevan a abrazar esta ideología, dice que son similares a los de los hombres: «Como la sensación de agravio o discriminación. Mujeres que quieren vestir la ropa tradicional islámica y cubrirse con el velo y sufren episodios de racismo y de islamofobia. Esto genera un sentimiento de rechazo con Occidente. Y lo mismo por cuestiones de su religión o de su color de piel». También existen «motivaciones de tipo romántico»: «Esa idealización de casarse en la zona del califato, tener allí a su familia, traer al mundo la siguiente generación de yihadistas [...]. Todo responde a una estrategia específica del Estado Islámico para captarlas».

No existe tampoco vinculación entre exclusión social y pobreza. «Todas habían alcanzado, al menos, estudios secundarios. Y si nos fijamos en su situación económica, es cierto que había casos de familias en situación precaria, pero también hay mujeres de clase media, bien insertadas en la sociedad», como Yolanda Martínez, criada en el acomodado barrio madrileño de Salamanca y en un colegio católico. También hay un perfil común entre las conversas y es «conocer a una persona musulmana, su pareja, que, por amor y para casarse con él, se radicalizan». Asimismo, se han detectado casos de «adolescencia rebelde o conflictiva».

De la situación de Yolanda y Luna, García-Calvo destaca que se instalaron en Siria «el mismo año que se conformó el califato y permanecieron allí hasta el último reducto de este, en Baguz, donde fueron las mujeres las que defendieron lo que quedaba del califato. Ellas estuvieron hasta el final».

Apoyan a sus maridos

Por su parte, Raquel Alonso, exmujer de Nabil Benazzou Benhaddou, uno de los condenados de la brigada Al Ándalus, y presidenta de la Asociación contra la Radicalización Extremista y Ayuda a las Víctimas (Acreavi), diferencia entre las mujeres captadas por redes sociales y las esposas de yihadistas que se radicalizan. En este último caso, ve que «apoyan a sus maridos y transmiten a los menores esa ideología extremista», mientras que las primeras pueden ser convencidas «con perfiles falsos».

«No podemos blanquear la imagen de la mujer yihadista. Es igual de peligrosa que la del hombre. Ellas se ocupan del adoctrinamiento de los hijos. Su papel es fundamental», dice Raquel Alonso, que destaca su «papel activo»: «Llegan donde el hombre no puede llegar, pasan más desapercibidas. También intentan afianzar la ideología extremista entre todas las hermanas y captar nuevas adeptas. Ellas lo hacen entre las mujeres, y ellos, entre los hombres», añade.