Puigdemont, el prófugo que decanta el Gobierno de España

Cristian Reino / Miguel Ángel Alfonso COLPISA

ESPAÑA

Carles Puigdemont, en un acto en el sur de Francia.
Carles Puigdemont, en un acto en el sur de Francia. David Borrat | EFE

El expresidente de la Generalitat ha pasado del ostracismo a convertirse en un actor clave para la investidura

09 nov 2023 . Actualizado a las 10:16 h.

El largo viaje de Carles Puigdemont de la declaración unilateral de independencia a la amnistía y su previsible regreso a España empezó la primera semana de enero de 2016.

Finalizadas las Navidades, un casi desconocido alcalde de Gerona, aceptaba convertirse en el presidente de la Generalitat tras el veto de la CUP a Artur Mas. Siete años han pasado, eso sí, de vértigo: un referendo ilegal con Puigdemont como principal promotor del que supuso el mayor desafío al Estado desde el 23-F; la movilización de miles de policías y guardias civiles para reprimirlo; una huida a Bélgica; dos detenciones en Alemania e Italia; un juicio al procés y el posterior indulto a los encausados… Todo ello mezclado con un complejísimo proceso judicial internacional, todavía no resuelto, para tratar de traer de vuelta al ahora eurodiputado que hace solo unos días ha perdido la inmunidad parlamentaria.

Ahora, tras el endiablado resultado de las elecciones generales del 23-J, el imprevisible futuro judicial y el rocambolesco pasado del huido, Puigdemont se ha convertido en pieza clave para la gobernabilidad de España y decantará el Gobierno tras anunciar este jueves su pacto con el PSOE para que los siete diputados de Junts acepten investir a Pedro Sánchez a cambio de una ley de amnistía que supondrá, para él, el perdón del Estado por los mismos hechos por los que huyó a Waterloo a finales de 2017.

La resaca del 23J

Desde el primer día después del 23J, Carles Puigdemont consideró fundamental que se le reconociera como interlocutor válido. Tras las elecciones generales, que dieron como resultado una aritmética que sitúa a sus diputados como decisivos en el Congreso, pasó de fugado a actor clave de la negociación. De prófugo a tener la llave de la investidura. Su residencia en Bélgica se convirtió en sede clave de las negociaciones para formar nuevo Gobierno.

El primero que soltó la liebre fue Pablo Iglesias. El 24 de julio, apenas 24 horas después de los comicios, recomendó a Pedro Sánchez que enviara a Santos Cerdán para negociar la investidura en Waterloo. Ha ocurrido, al menos para el dominio público, tres meses después. El número tres del PSOE viajó el lunes a Bruselas. El encuentro del dirigente socialista con el expresidente de la Generalitat se produjo en el despacho de Puigdemont en el Parlamento Europeo, bajo una enorme foto del referendo del 1-O de 2017. Justo el día en el que el líder moral de Junts cumplía seis años desde que marchó a Bélgica, huyendo de la justicia española. Una foto que escenificaba el reconocimiento de Puigdemont como interlocutor. Por primera vez desde su fuga recibía el tratamiento de «president» por parte del PSOE. Ponía fin a seis años de ostracismo contra quien siempre se ha considerado el legítimo jefe de la Generalitat en el exilio.

Antes de la instantánea de Puigdemont y Jordi Turull con Cerdán, Iratxe García y Javier Moreno, hubo otra foto que abrió formalmente los contactos entre el líder de Junts y el Gobierno de coalición. La vicepresidenta del Gobierno, Yolanda Díaz, y Jaume Asens se reunieron el 4 de septiembre en el Parlamento Europeo con Carles Puigdemont y Toni Comín. Nadie cree que la del lunes fuera la primera cita de los socialistas, aunque sí la única pública, en el marco de los contactos, blindados, para la reelección de Sánchez.

Tanto Cerdán como Díaz eligieron de escenario para el encuentro la Eurocámara. Entre una y otro foto se produjo una tercera, esta sí en Waterloo, en la llamada Casa de la República. Junts y el PNV escenificaron la normalización de las relaciones. El presidente del EBB, Andoni Ortuzar, junto con Joseba Aurrekoetxea empezaron a perfilar la negociación con Puigdemont y Turull. La reunión entre Ortuzar y Puigdemont se repitió el 25 de octubre.

Amnistiado antes de la ley

La foto de Cerdán con Puigdemont rehabilita de pleno al líder de Junts, mucho antes incluso de ser amnistiado. Está por ver si su intención es regresar para volver a ser presidente de la Generalitat o si, como apuntan en el nacionalismo, su planes pasan por repetir como eurodiputado.

Waterloo ha sido una especie de lugar vetado por los políticos españoles. En seis años, no ha trascendido ninguna visita relevante de los principales partidos de ámbito estatal. Mucho menos de líderes internacionales. Puigdemont dejó caer en una ocasión que había recibido a emisarios del PSOE, pero nunca llegó a concretar los nombres. Quien sí ha viajado en varias ocasiones ha sido el presidente de la patronal catalana, Fomento del Trabajo, Josep Sánchez Llibre, antiguo dirigente de CiU. También se desplazaron a Waterloo el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, y el presidente de ERC. Puigdemont y Junqueras, junto a otros líderes de Esquerra, se vieron en Waterloo en julio de 2021. Hacía cuatro años que no lo hacían.

 En la puerta de Waterloo

Quien llegó a plantarse en la misma puerta de Waterloo fue también Inés Arrimadas, en 2019, pero viajó sin ninguna intención de reunirse con el fugado. La exlíder de Ciudadanos desplegó una pancarta frente a la casa de Puigdemont con el mensaje «La república no existe».

En 2018, un año después de su huida, recibió al coordinador de EH Bildu, Arnaldo Otegi, que lo volvió a visitar hace unas semanas. En seis años no ha habido reuniones con dirigentes de peso, pero Waterloo sí se había convertido en un lugar de peregrinación para los independentistas más radicales, que viajaban a la capital belga como el que lo hace a la tierra prometida.