En la era de la posverdad, antes conocida como mentira y ahora rebautizada como cambio de opinión, lo más importante es el relato. Con todas las encuestas coincidiendo en que ocho de cada diez españoles no creen al presidente y dicen que la amnistía y los multimillonarios premios económicos a los independentistas se han hecho por el interés político de Pedro Sánchez para permanecer en el poder y que son concesiones que abonan la desigualdad entre españoles, el líder del PSOE se ha lanzado al ruedo mediático para intentar reconducir a esa ciudadanía que desconfía de sus argumentos.
Ya no basta con culpar de todos los males —léase el sometimiento del Consejo General del Poder Judicial— a «la derecha y la ultraderecha», obviando que en un acuerdo tienen que ceder las dos partes. Ahora se trata de introducir en la coctelera la polémica de la financiación autonómica para intentar agrietar el frente común de los populares —que controlan 11 de los 17 Ejecutivos autonómicos y participan en otro— al tiempo que se intenta diluir el efecto del llamado cupo catalán, que aumentará sus privilegios hasta casi equipararse con los vascos y navarros.
A Sánchez le da igual que no haya acuerdos con el PP. Casi lo prefiere para agitar la estrategia frentista del muro entre españoles. El problema es que su argumentario se lo dinamitan unas veces Armengol, otras Puente... Quizá sí haga falta un verificador aquí.