El acuerdo inesperado: una patada a seguir

Francisco Espiñeira Fandiño
Francisco Espiñeira SIN COBERTURA

ESPAÑA

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijoo
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijoo Chema Moya | EFE

23 dic 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

En el rugbi, prototipo del deporte de caballeros donde la cortesía y la cordialidad poco o nada tiene que ver con nuestra política doméstica, una de las jugadas más recurrentes es la patada a seguir: cuando un defensor se ve muy presionado, le da un punterazo al balón ovalado y lo aleja lo máximo posible de su posición para recuperar el resuello y volver a empezar la pelea en la siguiente jugada sin penalización. De forma más o menos gráfica, eso es lo que vimos ayer en el Congreso en la cita entre Pedro Sánchez y Feijoo. Las posiciones de los dos, comprensibles desde el punto de vista de una estrategia a corto plazo, chocan con la realidad de una Unión Europea que, sin quererlo, se ha convertido en el juez de una discusión local que debería solucionarse con el diálogo entre los dos grandes partidos, como en los últimos 40 años.

Así que Sánchez, acostumbrado a buscar mediadores para casi todo, acordó con Feijoo, que esta misma semana criticaba la figura del verificador salvadoreño que vigilará el dialogo entre el PSOE y Puigdemont, colocar al comisario europeo de Justicia, Didier Reynders, como árbitro de la discusión sobre la renovación del CGPJ. Resumiendo, PSOE y PP, capaces de reñir incluso por donde se reúnen, piden a la UE que supervise lo que es de sentido común, renovar el Poder Judicial y reformar el formato de elección de miembros del CGPJ conforme a los parámetros europeos. Cinco años, repito, para una solución tan evidente que parece imposible que tenga que venir un supervisor de la UE a controlarlo. Como eso era lo más urgente, todo lo demás sigue en el mismo punto. El pacto para seguir negociando el reparto de puestos en el Poder Judicial era inevitable, pero el sudoku de la financiación autonómica, con la espada de la petición de una especie de cupo por parte de los independentistas catalanes sobre la cabeza, será otro puzle inacabable probablemente en toda la legislatura.

El acuerdo inesperado no es un punto de inflexión y no será contagioso. Sánchez necesita la polarización para mantener unido a su bloque de aliados. Pero, al menos, soluciona un problema acuciante.