La primera Diada de Illa refleja la fractura del independentismo tras perder el poder

Xavier Gual BARCELONA / E. LA VOZ

ESPAÑA

Pancartas contra Illa y Aragonès, ayer en la marcha organizada por la ANC en Barcelona
Pancartas contra Illa y Aragonès, ayer en la marcha organizada por la ANC en Barcelona Alejandro García | EFE

El secesionismo catalán moviliza a unas 70.000 personas, lejos de las grandes manifestaciones del «procés»

12 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

La primera Diada sin partidos nacionalistas en el poder evidenció ayer la fractura que sufre el independentismo catalán, dividido, enfrentado y relegado a desempeñar un papel secundario en las instituciones tras la derrota en las elecciones de mayo y la pérdida del Gobierno de la Generalitat. Por el contrario, el secesionismo social exhibió unidad en sus horas más bajas. Bajo el lema Volvemos a las calles, las cinco manifestaciones organizadas por las entidades separatistas, con la ANC de Lluís Llach y Òmnium Cultural a la cabeza, en Barcelona, Tarragona, Lérida, Gerona y Tortosa, apenas congregaron a unas 70.000 personas (60.000 en la capital), según las respectivas policías locales. Unas cifras que quedan lejos de la alcanzada el año pasado (110.000) y a años luz de las grandes movilizaciones de la era del procés. La del 2014, la más multitudinaria, sacó a las calles de Barcelona a 1,8 millones de personas.

Desde la ANC y Òmnium culparon a los partidos independentistas de facilitar la investidura del socialista Salvador Illa. «La pelea permanente y las disputas electoralistas nos han llevado a tener una Generalitat en manos de un gobierno españolista que hace pocos días se arrodillaba ante Felipe VI, el rey del 3 de octubre», señaló el presidente de Òmnium, Xavier Antich. «Demostremos que el independentismo es fuerte, transversal, inteligente y que aquí no se rinde nadie», añadió Llach. El ascenso de la extrema derecha independentista (la Aliança Catalana, de Sílvia Orriols) también fue objeto de crítica: «El crecimiento del discurso del odio y la antipolítica son una amenaza que hay que combatir», advirtió Antich.

Los puentes rotos

Si el separatismo cívico celebró la jornada de la mano, aparcando sus diferencias, el político volvió a dar una muestra más de que los puentes internos están completamente rotos. La secretaria general adjunta de Esquerra, Marta Vilalta, acusó a Junts de «repartir carnés de buenos y malos independentistas».

Mientras, el número dos de Junts, Jordi Turull, reivindicó la Diada como una jornada para que el independentismo se «reafirme» ante los «muchos ilusos» que lo «dan por enterrado». Los dirigentes de ambas formaciones no solo se esquivaron para evitar cualquier foto conjunta. Algunos ni siquiera se dejaron ver en la fiesta. Marta Rovira, la secretaria general de ERC, pasó el día en Ginebra; Junqueras, su expresidente, tampoco puso los pies en el paseo de Lluís Companys y el Arco de Triunfo, escenarios del acto central de la jornada.

Sin embargo, a diferencia de anteriores manifestaciones, este año no hubo proclamas ni abucheos contra los republicanos. Tan solo algún silbido aislado y una pancarta de la ANC, contraria al apoyo de Esquerra a Illa, en la cabecera de la marcha, marcada por la ausencia de políticos. Tampoco hubo grandes muestras de rechazo hacia el presidente de la Generalitat, Salvador Illa, en su primera ofrenda floral al monumento a Rafael de Casanova, el conseller en cap de Barcelona herido el 11 de septiembre del 1714. Illa, que fue protagonista de una pancarta de la ANC como avalista del 155, y sus consejeros tuvieron un estreno plácido, arropados por el ministro de Industria, Jordi Hereu, y el expresidente de la Generalitat y hoy senador, José Montilla.

Insultos a los republicanos

Sí tuvieron que escuchar algún insulto («traidores» o botiflers) los representantes de Esquerra en la ofrenda floral, con Pere Aragonès al frente. Por su parte, el líder del PP catalán, Alejandro Fernández, defendió la ausencia de los conservadores en los actos institucionales de la Diada porque, en su opinión, el nuevo Gobierno de Illa «continúa manteniendo la misma liturgia nacionalista que solo representa a una parte de la sociedad catalana».