Un año del incendio de dos discotecas en Murcia: «Es inhumano que los culpables no hayan pedido perdón»
ESPAÑA
Los familiares de las trece víctimas del suceso reclaman justicia
01 oct 2024 . Actualizado a las 09:48 h.Un año después del incendio que arrasó dos discotecas en Murcia y costó la vida a trece personas, los familiares de los fallecidos y los supervivientes siguen devastados y claman por mantener viva la memoria y por que se haga justicia.
«Nos quitaron a nuestros seres queridos, nada nos los va a devolver, pero sí esperamos que se haga justicia. Que los responsables salgan y paguen por ello; que asuman lo que se hizo mal, y que se tomen medidas para que una tragedia así no vuelva a ocurrir, que no se permita que un local que no cumple los mínimos requisitos siga abierto». Son las palabras con las que Kely Gómez, que perdió en el incendio a su hermano Kevin, resume su sentir, que es compartido por la mayoría de las víctimas del trágico incendio de las discotecas Teatre y Fonda Milagros ocurrido en la madrugada del 1 de octubre del 2023, del que este martes se cumple un año.
Para ella, sin embargo, es como si el siniestro «hubiera pasado ayer», pues en este tiempo no ha podido dejar de revivir el momento en el que voló desde su Colombia natal hasta Murcia para corroborar el fallecimiento de Kevin.
Casi 4.000 diligencias
Ese pasaje de avión, asegura, es la única ayuda que ha recibido de las administraciones desde que ocurrió la desgracia y, desde entonces, siente que las víctimas están «luchando solas» en un procedimiento judicial cuya instrucción acaba de ser prorrogada medio año y que, aunque ha tenido avances (se han practicado unas 3.800 diligencias, tomado declaración a 17 testigos e interrogado a seis investigados, a los afectados se les está haciendo «demasiado lento».
«Una siente ansiedad, tristeza, y también cierta decepción al ver que los responsables de las salas y la administración tratan de eludir su responsabilidad. Eso es lo más doloroso cuando hay pruebas tan evidentes», lamenta. Se refiere a las evidencias de los informes de policía, bomberos y peritos que apuntan con apenas ningún género de dudas a que el siniestro se originó por el uso negligente de una máquina de fuegos fríos, y que acabó con el trágico desenlace por una larga lista de incumplimientos de la medidas de seguridad de las salas, que estaban abiertas al público a pesar de que tenían una orden de cese de actividad dictada por el Ayuntamiento desde dos años antes del incendio.
«Es inhumano que los culpables no hayan expresado una palabra de perdón». Para Jairo Correa, esa falta de asunción de responsabilidades va más allá. «Para las familias es triste, es complicado, es ofensivo e inhumano, que quienes fueron culpables no hayan expresado siquiera una palabra de perdón, un arrepentimiento», señala a Efe.
Su hija, Leidy Paola, pareja de Kevin, envió a las 6:06 horas de aquel trágico domingo un desgarrador mensaje de audio dirigido a su madre para despedirse de ella.
«Es como haber muerto con ella, es una tristeza que no para», resume el padre, y explica que cuando escuchó el mensaje se prometió que «movería lo que fuera, que no abandonaría jamás esta tarea de que se haga justicia».
Más ingenieros e inspecciones en locales
A raíz de este incendio, en febrero del 2024, el ayuntamiento de Murcia actualizó sus protocolos de legalización de negocios, reforzó varios servicios municipales con seis nuevos ingenieros técnicos y endureció las inspecciones: en lo que va de año, se han cerrado 18 locales por diversos incumplimientos, de los que cinco continúan cerrados.
«Sabemos que todos los procesos son lentos, pero un año después la herida todavía está viva», cuenta Ferney Lozano, que sobrevivió al incendio, pero perdió a su mujer, Olga Lucrecia Nieto, a la que todos conocían como Lula. Ambos trabajaban en el local, pero sin contrato ni alta en la Seguridad Social.
Lozano avisó al responsable de la discoteca cuando comenzó a ver el humo, ayudó a desalojar la sala con la linterna del móvil cuando se apagaron las luces de emergencia y no respondió a la llamada de su pareja, pensando que estaba a salvo en la calle. Tanto la hija de Lula, de 17 años en el momento de la tragedia, como él mismo, siguen en tratamiento psicológico y echan en falta que no se haya ofrecido ninguna ayuda en ese plano a los afectados, ya que la mayoría siguen requiriendo tratamiento.