«Un coche rompió la puerta de casa y la fuerza de la corriente arrastró a mi mujer; desde ahí, no sé nada de ella», cuenta el marido de una de las personas perdidas
31 oct 2024 . Actualizado a las 21:46 h.Todas las miradas están puestas en Valencia, pero en la sierra del Segura, en Castilla-La Mancha, hay un pueblo en el que desde el martes el lodo levanta un palmo del suelo. Apenas chispeaba en Letur (Albacete) cuando una descomunal riada, fermentada en un cauce cercano al pueblo en el que llegaron a caer 230 litros, se llevó por delante el casco histórico; el agua serpenteando por toda calle que encontraba a su paso. Cinco personas permanecen desaparecidas desde entonces y al menos una ha fallecido.
Letur se asienta sobre una gran cascada de roca formada por la cal que durante años fue depositando el agua; antes todo aquello era un gran lago. Declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1983, era hasta ahora una auténtica joya arquitectónica de trazado medieval, convertida además, tras la pandemia, en paradigma de la repoblación de la España vaciada. Este jueves, cerca de 200 personas peinaban entre escombros ramblas y caminos, cuestas y esquinas, en busca de los cuerpos de los que todavía no han aparecido. Hay «cinco kilómetros enlodados» en el cauce del arroyo, explicó el presidente autonómico, Emiliano García-Page, y es alta la probabilidad de que los que faltan sean encontrados allí, «obviamente fallecidos».
El terreno está sembrado de pozas y ángulos que el operativo —integrado por bomberos forestales, guardias civiles y miembros de Protección Civil y del Ejército de Tierra desplazados— recorre minuciosamente con cableados especiales. Todo es hoy turbio y cenagoso, pero aún así —aún ahí— hay resquicios para la esperanza: «Nos agarramos a que alguno haya podido escapar de la corriente y esté inconsciente o permanezca en alguna zona de la que no puede salir, ojalá, nos aferramos a cualquier milagro por venir», dijo el mandatario. Alguno puede ser Juan, Manolo, Jonathan, Mónica o Antonia, los cinco perdidos, dos funcionarios municipales, un matrimonio joven con dos hijos menores y una mujer de edad avanzada. Ángel cuenta cómo a su mujer «se la llevó» la corriente: «Un coche rompió la puerta de casa y la fuerza del agua la arrastró hasta la habitación. Desde ese momento, no sabemos nada».
La furia de la riada también arrambló con Jonathan Muñoz, de 37 años, y Mónica Martínez, de 38. Sus vecinos, incluso sus propios familiares, fueron testigos de cómo el agua se llevaba su vivienda, con ellos dentro. Relatan los que lo vivieron que todo sucedió de golpe, en cuestión de segundos. «Escuchamos un estruendo tremendo. Parecía que el cielo se estaba rompiendo». Al estrépito sucedió una marea de barro, árboles, maleza y coches llevándose todo por delante. Llegó a haber hasta tres crecidas: una a mediodía, otra por la tarde y otra ya de noche. El agua superó los cinco metros de altura. El cuerpo de la mujer fallecida fue encontrado a un kilómetro del pueblo.