La Rambleta, la zona cero de los voluntarios

La Voz VALENCIA / EFE

ESPAÑA

Ana Escobar | EFE

Un espacio cultural reconvertido en el campamento base de la organización de la marea solidaria

08 nov 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Las preguntas estrella de quienes quieren poner su granito de arena en la asistencia a los afectados por la dana es siempre la misma: «¿Adónde podemos ir a ayudar en Valencia?», «¿qué necesitan que llevemos?». Los atascos, cortes en carreteras y limitación de acceso a voluntarios han hecho crecer las dudas sobre lo que se puede hacer o no, qué pueblo necesita más ayuda, y qué necesidades tienen los vecinos, pero en el barrio de San Marcelino de la ciudad del Turia, justo en la entrada a la zona cero, hay un espacio donde todas esas preguntas se resuelven: La Rambleta, un espacio cultural reconvertido en el campamento base de la organización de los voluntarios.

«Necesito dos coches para Catarroja, para dos ancianos que tienen la casa llena de mierda y no la pueden limpiar», grita Julia por un altavoz ubicado ante una fila de unos 40 voluntarios. Una chica levanta la mano y ofrece su vehículo, en el que viajará un equipo de jóvenes equipados con botas de agua, mascarillas y guantes, que, además de sus manos y sus ganas, trasladarán bolsas de comida o productos de limpieza e higiene. «Organizamos todo el material que llega, cargamos camiones, los descargamos, y equipamos a los voluntarios que se van para allá», explica a la agencia Efe Belén, una voluntaria que llegó hace tres días a La Rambleta y desde entonces acude para preparar esos kits de supervivencia. Junto a ella descansa entre cajas de jabón, detergente y compresas un botiquín, a cargo del cual siempre hay una persona con estudios de enfermería o farmacia para hacer las curas necesarias o mandar medicamentos a la zona cero.

No en todos los pueblos se necesita lo mismo; los coordinadores de este centro logístico autoorganizado conocen las necesidades de cada lugar y cada familia gracias a los propios voluntarios, que les informan de las necesidades que se han ido encontrando. «Si hay alguna necesidad en particular, llaman a Julia y ella coordina al resto», concreta Nacho Pérez, uno de los coordinadores. La pauta general es formar grupos de cinco voluntarios. Por el altavoz piden que 20 personas marchen a pie hacia Paiporta, pero que antes manden su ubicación a un familiar o conocido, por si se pierden. «Sin botas de agua y guantes no se puede entrar; los sanitarios nos están avisando de que están atendiendo a muchos voluntarios con infecciones en los ojos y están haciendo hasta injertos de piel», grita Julia por encima del barullo. Muchos de los presentes se miran los pies. No llevan el calzado adecuado porque las botas son uno de los productos agotados. «Necesitamos muchas botas de agua; la gente está saliendo con los pies destrozados», especifica Pérez, que también pide monos de protección, palas, escobones de barrendero y guantes de trabajo.

Enfermeras durmiendo en coches

También urgen lugares donde poder acoger a los voluntarios que vienen de todos los puntos de España. «Tenemos enfermeras que están durmiendo en sus coches, gente que ha venido de fuera y vienen con tal ímpetu y buena voluntad de ayudar que no han buscado ni dónde quedarse ni tienen recursos», subraya el coordinador, quien apunta que están alojando a estos voluntarios en pisos que les han cedido e incluso en barcos.

El centro de coordinación de voluntarios surgió espontáneamente, explica Carmen Navarro, otra de las organizadoras. Además de recoger comida y montar expediciones de voluntarios, en La Rambleta también hay fisios aliviando a los que llegan cansados de limpiar; baños y duchas para quien los necesite; una cafetería a la que los bares cercanos donan comida; un taller de bicis para los que hacen de repartidores en la zona cero, y hasta una guardería para los hijos de los damnificados y voluntarios. «El espíritu de ayuda que tenemos aquí es una barbaridad. Estamos supermotivadas. Es supergratificante, aunque estemos aquí 12 o 14 horas», reconoce Navarro. Solo llevan una semana, pero parece que La Rambleta llevase funcionando toda la vida. Los coordinadores tienen claro que aquellos que quieran ayudar y no sepan cómo los encontrarán allí cada mañana dispuestos a darlo todo.