El diluvio que precipitó el desastre de Valencia anticipa la lluvia del futuro

Xavier Fonseca Blanco
xavier fonseca REDACCIÓN / LA VOZ

ESPAÑA

Biel Aliño | EFE

En una hora se recogió la cantidad de agua que cae en noviembre en Santiago

17 nov 2024 . Actualizado a las 10:54 h.

Han pasado varias semanas desde el diluvio que generó la devastación en la provincia de Valencia. Pero a la comunidad científica todavía le cuesta digerir los registros que han dejado las lluvias torrenciales. Sobre todo en la localidad de Turís, que ha sido el epicentro de un episodio meteorológico histórico.

En el caso Turís da igual el intervalo de tiempo que se seleccione, el resultado siempre ofrece una cifra de acumulación difícil de asimilar. Para dimensionar el significado de cada uno de los datos, se procede a compararlos con valores que se observan en sitios famosos por su pluviosidad. Un ejercicio que no resultará demasiado complicado para un gallego.

En 24 horas se recogieron 771 litros por metro cuadrado. Es la mitad de agua que cae en una ciudad del norte como San Sebastián, que se encuentra entre las cinco españolas más lluviosas. Esa cantidad recogida en un solo día provocó que el pasado mes fuese el octubre más lluvioso en España desde que existen datos, doblando la media.

En sesenta minutos cayeron 184 litros, lo que suele caer en Santiago en noviembre, el segundo mes con mayor cantidad de lluvia del año. Esta cifra en concreto se cuela entre las marcas históricas a nivel mundial de mayor cantidad de agua recogida en menos tiempo, aunque lejos del récord de los 401 litros que cayeron en una hora en Shanghái (China) el 3 de julio de 1975.

En media hora se acumularon 102 litros. Supone el doble de lo que llueve en noviembre en Londres, una ciudad con etiqueta de ser muy húmeda. En 10 minutos se recogieron 42 litros por metro cuadrado, la lluvia media en A Coruña en junio.

Galicia es la región de Europa donde sus ciudadanos más necesitan el paraguas y destaca en el mapa mundial de la lluvia. Sin embargo, los récords en la comunidad gallega se empequeñecen bastante al compararlos con el caso Turís. Basta decir que se recogió en una sola jornada casi una quinta parte de lo que cayó en 1985, cuando se midió la cantidad máxima de agua anual.

Aguas calientes y orografía

Más temprano que tarde, se acabarán publicando artículos científicos sobre las causas de este terrible episodio. De momento, se manejan hipótesis.

La principal responsable fue una depresión aislada en niveles altos de la atmósfera situada al suroeste de la Península. Fue una dana excepcional por su duración, extensión e intensidad. Aunque por sí sola no justifica la cantidad de agua recogida. Influyeron otros elementos. Uno de los ingredientes pudo haber sido la irrupción de aire cálido procedente de África.

Aunque el factor que genera mayor consenso apunta a la temperatura del Mediterráneo, varios grados por encima de la media. El mar cálido añadió una cantidad adicional de humedad a la dana, aumentando su capacidad para producir precipitación. Como prueba también cabe el caso Cadaqués del pasado día 8. No había ninguna dana, aunque la humedad que llegaba a través del flujo de vientos de levante descargó grandes cantidades de agua que provocaron intensas riadas en el municipio catalán.

Pero la cantidad de lluvia no explica el impacto humano. Ha sido la mayor catástrofe de la historia reciente de España, con más de 200 muertos. Hay que añadir otra circunstancia. En esta historia no solo importante el cuánto, sino también el dónde. El 29 de octubre el aviso rojo no estaba en las zonas costeras. Si hubiera sido así, el resultado probablemente habría sido muy diferente. El aviso estaba en las zonas altas de la provincia, en la Sierra de Utiel, donde se produjo un bloqueo orográfico.

Las montañas impidieron que el aire cargado con más humedad de lo habitual pudiese circular con normalidad de forma horizontal, obligándolo a ascender. Ese ascenso puso en marcha un proceso que estuvo activo durante horas en el que la inestabilidad se regeneraba. El agua empezó a bajar de manera violenta, desbordando barrancos, ríos y todo lo que se encontraba a su paso.

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Un clima más cálido

El diluvio detrás del desastre en Valencia no es ni mucho menos el primero. Según el informe de la Aemet Crónica de las catastróficas riadas del Turia, desde 1238 hasta 1957 hay documentados más de 50 eventos sobre graves inundaciones.

Sin embargo, este suceso ha ocurrido coincidiendo con un clima más cálido que en cualquiera de los episodios del pasado. El área mediterránea es además una zona se ha calentado varios grados en las últimas décadas y su mar se ha convertido en una bomba de calor.

La ciencia lleva años explicando que el aumento de la temperatura global tiene un impacto en el ciclo de agua, provocando que tienda hacia los extremos. Esto significa que en las zonas secas del planeta, los períodos sin lluvia serán más frecuentes, intensos y duraderos. También que en las regiones húmedas, las precipitaciones tenderán a ser más torrenciales.

Desde el pasado 29 de octubre se ha hablado mucho sobre la ecuación de Clausius-Clapeyron que asegura que por cada grado que sube la temperatura media global, aumenta un 7 % la cantidad de vapor de agua en la atmósfera. Esto significa que actualmente hay disponible más energía que hace cuatro décadas. Por ejemplo, la dana de 1982 dejó acumulados mayores en el plazo 24 horas, con 817 litros por metro cuadrado, pero la de octubre del 2024 descargó más agua en menos tiempo. El diluvio de Valencia adelanta el clima que viene.

La riada multiplicó su poder devastador con un 30 % de sedimentos

a. m. v.

valencia / efe

La avenida relámpago que el 29 de octubre asoló el área metropolitana de València llevaba un 30 % de sedimentos sobre el volumen total de la crecida de agua, un índice considerado «alto», aunque dentro de lo habitual en este tipo de fenómenos meteorológicos extremos.

Así se desprende de un estudio de la crecida de la rambla del Poyo realizada con el modelo TETIS del Grupo de Modelación Hidrológica y Ambiental (GIMHA) perteneciente al Instituto de Ingeniería del Agua y Medio Ambiente (IIAMA) de la Universitat Politècnica de València (UPV). El presidente de la Plataforma Tecnológica Española del Agua y catedrático de Ingeniería Hidráulica de la UPV, Félix Francés, explicó ayer a Efe que esa tasa de sedimentos provocó un incremento de la densidad del 50 %.

El experto señaló que las inundaciones de la dana de Valencia originadas por la rambla del Poyo y otros barrancos al sur de la capital fueron del tipo «avenida relámpago», en las que «el incremento de caudales es muy rápido y se forma un frente de onda que avanza rápidamente por la red de cauces».

Favorecer el arrastre

Las avenidas relámpago se forman en ríos efímeros, es decir, que discurren secos la mayor parte del año, y en cuencas con una fuerte pendiente y relativamente pequeñas. Se suma que se hallan en climas que puedan generar tormentas torrenciales de duración similar al tiempo de respuesta de la cuenca, una combinación de factores que proporciona un «tiempo de reacción corto» para el sistema de emergencias.

Las velocidades que toma el agua, los picos de caudal y el transporte significativo de sedimentos y detritos eleva la densidad del flujo hídrico y, según el catedrático, favorece la flotabilidad y arrastre de objetos que encuentra al paso de la riada, como pueden ser los vehículos. La suma de estas características provoca que la limpieza de sedimentos sea uno de los principales costes del proceso de recuperación tras la catástrofe.

«Si además no está lloviendo en la zona que se va a inundar y fallan los mecanismos de alerta, tenemos un cóctel explosivo», apostilló Francés.