Dice una buena amiga con muchos trienios de experiencia en la información política que, esta vez, Pedro Sánchez no mentía cuando decía que no iba a trocear su decreto ómnibus. «Lo que pasa es que no tenía el cuchillo lo suficientemente afilado y necesitaba estos días para ponerlo a punto», ironizaba tras conocer el principio de acuerdo de los socialistas con Junts. Nadie tenía dudas de que la revalorización de las pensiones iba a llegar antes de que se cerrarán las nóminas de febrero. La sobreactuación de Sánchez para intentar colocar al PP la culpa de una falsa congelación de los salarios de los jubilados saltó por los aires el fin de semana. Todas las encuestas publicadas, y algún análisis telefónico privado, coincidían en lo evidente: la mayoría de los ciudadanos señalaban al Gobierno y a su presidente como los principales culpables de la demora y solo una minoría apuntaba a la oposición.
Para Sánchez, el bandazo no supone ninguna novedad. Como dejó claro en las elecciones del 23J, él no miente. Solo cambia de opinión. La pregunta es para qué mandó a sus ministros a repetir que el decreto no se iba a modificar y que el escudo social era innegociable cuando en el tintero del BOE se han quedado más de dos tercios de las 115 normas que el Ejecutivo tenía previsto aprobar. Y mucha más curiosidad despierta aún en este periodista conocer por qué Sánchez elige someterse al chantaje de Puigdemont con la moción de confianza en lugar de negociar con el Partido Popular para sacar adelante las mismas medidas para las que los de Feijoo habían comprometido su voto. ¿Tan alto se ha construido el muro que ya no se puede tender ni un cabo con el otro extremo?
Una semana después del esperpento de la votación en el Congreso que se saldó con la más dolorosa derrota del Gobierno hasta el momento, a los ciudadanos solo nos cabe preguntarnos por qué nuestros políticos han decidido perder una semana en un debate estéril cuyo final estaba cantado. Sánchez seguirá sin hablarse con Feijoo. Los pensionistas cobrarán su merecido aumento y la coalición gana unos meses más mientras Puigdemont ríe en Waterloo. El líder socialista se ha anudado otro compromiso, el de la cuestión de confianza, que permitirá al fugado tensar la cuerda cuando le convenga para obtener otra nueva compensación. Y mientras, toca seguir haciendo sufrir a Santos Cerdán, a Zapatero y a Bolaños con sus idas y vueltas mientras los Presupuestos siguen, por tercer año consecutivo, en el cajón.
De momento, en la Moncloa respiran aliviados. Cuando empezaban a sonar con fuerza los tambores de un adelanto electoral, el decreto recortado les da un balón de oxígeno para seguir estirando la legislatura y cumplir, por una vez, con la palabra de Sánchez de llevar la legislatura hasta el 2027. A ver el precio.