Ciencia: confiar y delegar


Los investigadores (con el tiempo, al menos) aprendemos a convivir con un cierto grado de frustración derivada de la incertidumbre de enfrentarse a lo desconocido. La situación creada por el covid-19 ha supuesto un estrés adicional considerable tanto en nuestras vidas como en nuestro trabajo. Pero, también, nos ha llevado a reaccionar y adaptarnos. Y nos ha dejado importantes lecciones.

Durante este tiempo hemos sido testigos de cómo países de nuestro entorno avanzaban en pocos meses sobre aspectos básicos de la biología del SARS-CoV-2 y de cómo paliar sus efectos a nivel clínico. Como corolario de estos esfuerzos, hemos asistido también al desarrollo en tiempo récord de vacunas muy efectivas, que solo en un año se han administrado ya a más de 54 millones de individuos en todo el mundo. Este hito ha sido posible gracias a una apuesta previa en inversiones en ciencia, infraestructuras y un tejido tecnológico e innovador. La primera lección que hemos aprendido es, por tanto, obvia: para recoger, hay que haber sembrado antes. Esta lección todavía tiene que calar entre muchos de nuestros gobernantes.

Los laboratorios que no estuviésemos centrados en temas aplicables al covid-19 pasamos a una situación de teletrabajo y tras el desconfinamiento, a limitaciones horarias por razones de seguridad, que muchos, sinceramente, no veíamos claro cómo superar. No pueden obviarse retrasos en proyectos que va a costar recuperar, ni el perjuicio que el proceso está produciendo en el personal científico, particularmente aquellos en período de formación. Son problemas que estamos aprendiendo a solventar a través de nuevas formas de trabajo, cambios organizativos y la voluntad de superación de cada uno de los miembros de nuestros equipos. Segunda lección: las montañas no las mueve la fe, las mueve un grupo unido y en el que puedes confiar.

Otra de las grandes sorpresas, y de hecho, una de mis mayores satisfacciones durante este período, ha venido de la mano de acciones de formación y divulgación dentro del grupo Aseica-Mujer de la Asociación Española de Investigación sobre el Cáncer. Siendo testigos directos de cómo esta pandemia estaba afectando de una forma desproporcionadamente negativa a nuestras investigadoras, nos propusimos incrementar actividades de visibilización y liderazgo femenino. Un ejemplo de estas iniciativas fue la campaña #Conócelas que desarrollamos con motivo del 11-F, el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Nos planteamos un reto inicial de conectar con mil alumnas y alumnos en colegios, institutos y universidades, para que conociesen a nuestras científicas («Detectives del cáncer»). El interés fue tal, que solo en Galicia conseguimos atraer a 1.100 estudiantes, y en toda España, a casi 6.500. Esto fue posible gracias a 145 investigadoras que se volcaron a corazón abierto con esta actividad. Todo ello con simples pautas generales de acción, pero una gran autonomía. Y gracias a su entusiasmo, y a las redes sociales, #Conócelas acabó inundando (¡9,3 millones de impactos solo en Twitter!). No tengo palabras para describir la emoción por los vídeos, los mensajes y los comentarios que todavía seguimos recibiendo. Pero mi mayor alegría, el sentimiento de orgullo y de satisfacción que se creó dentro de Aseica. Tercera lección: la importancia de unir esfuerzos, y sí, de delegar, porque en soledad se puede avanzar, pero es muy difícil construir.

Por Marisol Soengas Jefa del Grupo de Melanoma del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) y vicepresidenta de Aseica

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