Ella


Ella siempre fue querida, pero sus seres más próximos decidieron que sus últimos años tendría que vivirlos en una residencia, y ella se conformó. Claro que tampoco le quedó más remedio. Del ganchete de su soledad fue tirando hasta que, con la llegada del covid, la muerte llamó a su puerta. A la de miles de abuelos. Las familias fueron conscientes de esa situación monstruosa: no había medios sanitarios y aquellos viejos tenían demasiados años. Los dejaron morir. Solos. Los parientes protestaron, pero pocos, los menos, fueron los que sacaron a sus mayores de las residencias y los llevaron a sus casas. Quizá no podían, quizá no querían. Sin juzgar, porque la vida se complica. Pero por ella y los demás, toca revisar valores.

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