Portugal: del éxito inicial al descontrol de la tercera ola
La apresurada desescalada, con la apertura en verano al turismo, desencadenó un repunte descontrolado
Lisboa | Corresponsal
Cuando la primera ola de la pandemia castigó a Europa, en Portugal casi no se notó. El Ejecutivo de António Costa tomó medidas rápidas para frenarla y se convirtió en un ejemplo global. Muchos medios de comunicación internacionales lo bautizaron como el milagro portugués. El 2 de marzo del 2020 se confirmó el primer fallecido por covid-19 en territorio luso, en Oporto, y el 13 de marzo, con muy pocos casos y muertes por coronavirus, el Gobierno de Lisboa anunció el primer confinamiento general en el país. Esa premura trajo sus resultados muy pronto, bastante antes que en España, y el 4 de mayo comenzaba una esperanzadora desescalada con la apertura de comercios, cafés y restaurantes y la mirada puesta en la recuperación turística.
Con la llegada del buen tiempo y de los primeros turistas extranjeros a Lisboa y al Algarve, no se supo programar con eficacia el combate en la segunda ola, que ya entonces los especialistas apuntaban para septiembre. A finales de junio, los nuevos casos comenzaron a concentrarse en Lisboa. El Gobierno anunció el cierre perimetral de 19 parroquias para frenar el avance del covid-19. Los portugueses se fueron de vacaciones tranquilos, apostaron por el turismo nacional, las playas del Algarve se llenaron y llegó septiembre sin ningún plan detallado para enfrentarse a una segunda ola que llegó en octubre y dio los primeros quebraderos de cabeza a la ministra de Sanidad, Marta Temido.
En noviembre el número de infectados empezó a subir, los hospitales a llenarse y hubo que improvisar un plan de choque. Los cierres perimetrales los fines de semana y los toques de queda desde la una de la tarde, cerrándolo todo en los municipios con más de 450 casos por 100.000 habitantes, redujeron algo los positivos y las víctimas mortales, pero trajeron consigo el malestar ciudadano con la crisis económica instalada, las ayudas prometidas sin llegar a sus bolsillos y las colas del hambre aumentando. Los hosteleros se pusieron en huelga de hambre en diciembre para pedir soluciones urgentes.
Y entre protesta y protesta llegó la Navidad, con la cepa británica acechando, y todos los partidos políticos apoyaron a António Costa cuando confirmó que no habría restricciones en las mesas en Nochebuena, en Navidad y en Fin de Año, apelando únicamente a la responsabilidad cívica. Durante los primeros días del 2021 los positivos y fallecidos se dispararon hasta niveles nunca vistos en el país, en un cóctel explosivo como consecuencia de las reuniones navideñas, la cepa británica y la vuelta al colegio tras las vacaciones. El 15 de enero, con más de 13.000 nuevos infectados y 300 fallecidos diarios, Costa anunció el segundo confinamiento general, que continuará hasta Semana Santa.
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