Portugal: del éxito inicial al descontrol de la tercera ola

La apresurada desescalada, con la apertura en verano al turismo, desencadenó un repunte descontrolado

Uci del hospital de Cascais el 27 de enero del 2021.
Uci del hospital de Cascais el 27 de enero del 2021.

Lisboa | Corresponsal

Cuando la primera ola de la pandemia castigó a Europa, en Portugal casi no se notó. El Ejecutivo de António Costa tomó medidas rápidas para frenarla y se convirtió en un ejemplo global. Muchos medios de comunicación internacionales lo bautizaron como el milagro portugués. El 2 de marzo del 2020 se confirmó el primer fallecido por covid-19 en territorio luso, en Oporto, y el 13 de marzo, con muy pocos casos y muertes por coronavirus, el Gobierno de Lisboa anunció el primer confinamiento general en el país. Esa premura trajo sus resultados muy pronto, bastante antes que en España, y el 4 de mayo comenzaba una esperanzadora desescalada con la apertura de comercios, cafés y restaurantes y la mirada puesta en la recuperación turística.

Con la llegada del buen tiempo y de los primeros turistas extranjeros a Lisboa y al Algarve, no se supo programar con eficacia el combate en la segunda ola, que ya entonces los especialistas apuntaban para septiembre. A finales de junio, los nuevos casos comenzaron a concentrarse en Lisboa. El Gobierno anunció el cierre perimetral de 19 parroquias para frenar el avance del covid-19. Los portugueses se fueron de vacaciones tranquilos, apostaron por el turismo nacional, las playas del Algarve se llenaron y llegó septiembre sin ningún plan detallado para enfrentarse a una segunda ola que llegó en octubre y dio los primeros quebraderos de cabeza a la ministra de Sanidad, Marta Temido.

En noviembre el número de infectados empezó a subir, los hospitales a llenarse y hubo que improvisar un plan de choque. Los cierres perimetrales los fines de semana y los toques de queda desde la una de la tarde, cerrándolo todo en los municipios con más de 450 casos por 100.000 habitantes, redujeron algo los positivos y las víctimas mortales, pero trajeron consigo el malestar ciudadano con la crisis económica instalada, las ayudas prometidas sin llegar a sus bolsillos y las colas del hambre aumentando. Los hosteleros se pusieron en huelga de hambre en diciembre para pedir soluciones urgentes.

Y entre protesta y protesta llegó la Navidad, con la cepa británica acechando, y todos los partidos políticos apoyaron a António Costa cuando confirmó que no habría restricciones en las mesas en Nochebuena, en Navidad y en Fin de Año, apelando únicamente a la responsabilidad cívica. Durante los primeros días del 2021 los positivos y fallecidos se dispararon hasta niveles nunca vistos en el país, en un cóctel explosivo como consecuencia de las reuniones navideñas, la cepa británica y la vuelta al colegio tras las vacaciones. El 15 de enero, con más de 13.000 nuevos infectados y 300 fallecidos diarios, Costa anunció el segundo confinamiento general, que continuará hasta Semana Santa.

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