La pandemia pone el broche a una década de crisis en la UE

El covid-19 ha obligado a replantear todos los dogmas fiscales de la Eurozona


redacción / la voz

Hay una generación que no sabe lo que es vivir sin crisis. El primer recuerdo consciente que tiene es el de una España con más del 20 % de su población desempleada. Con los bajos comerciales abandonados y los esqueletos de los edificios oxidándose a la intemperie. La temporalidad (22 % en el 2019) y los salarios precarios se convirtieron en los dos grandes motores sobre los que se apoyó la incompleta recuperación española. Hasta que estalló la pandemia. En apenas 12 años, España se ha visto engullida por dos recesiones tan profundas como dispares.

Las vergüenzas del sistema financiero y los años de desenfreno de las cajas en España quedaron al desnudo en la crisis que arrancó en el 2008. Los ciudadanos pagaron por partida doble: primero con el rescate bancario -cuyo coste el Banco de España estima en 65.725 millones de euros-, y con los recortes después. «Entonces teníamos una crisis financiera, que afectó a la construcción y acabó trasladándose al resto de la economía por la falta de respuesta fiscal. Ahora estamos ante una crisis de oferta primero y después de demanda. Afecta de forma transversal a todos los sectores», explica el presidente de la Confederación de Empresarios de Galicia (CEG), Juan Manuel Vieites.

No le falta razón. Desde Berlín a Bruselas, pasando por los cuarteles del Banco Central Europeo (BCE) -que llegó a subir los tipos de interés en el 2011, con el crédito a la economía completamente estrangulado-, la orden era clara: España debía pagar caro por su indisciplina, por una «década irresponsable», como llegó a decir la canciller alemana, Angela Merkel. No hubo ayuda, ni estímulos. La única receta fue la ortodoxia fiscal: un recorte del 40 % de las inversiones públicas, introducción del copago farmacéutico, subidas de impuestos, recortes de las prestaciones sociales... ¿Funcionó? No. Las consecuencias fueron nefastas: la deuda creció del 35, 8 % del PIB al 100,7 % en el 2014. El desempleo se disparó del 8,8 % al 23, 6 % y la población en riesgo de pobreza tocó techo: casi el 30 %.

La lista de cadáveres empresariales empezó a crecer: cayeron gigantes como Fadesa, Spanair, Marsans. Y también pequeños negocios. Hasta 210.000 desde el estallido hasta mediados del 2012, cuando el expresidente del BCE, Mario Draghi, pronunció sus mágicas palabras: «Haré todo lo que sea necesario para evitar la ruptura del euro y créanme, será suficiente». Lo fue. Aunque hubo que esperar tres años más para ver cómo entraba en acción con su programa de compra masiva de deuda pública.

Las reglas de juego cambiaron en el 2020. La crisis -de naturaleza exógena-, y su envergadura -ha golpeado también a Alemania-, obliga a replantear la estrategia. No existe el «riesgo moral».

Gasto sin miramientos

La UE se ha visto forzada a repensar todos sus dogmas fiscales, que exigen mantener la deuda en el 60 % del PIB y el déficit por debajo del 3 %. Ese pacto está suspendido y nadie sabe si seguirá en pie después de esta crisis. La consigna es clara: hay que gastar lo que haga falta para salvar a las empresas del cierre. El BCE actuó veloz para evitar la asfixia del crédito: desplegó un programa de compra de deuda de emergencia (PEPP) que hoy alcanza 1,8 billones de euros. «Haremos todo lo necesario para ayudar», aseguró su presidenta, Christine Lagarde, emulando a Draghi.

Las empresas gallegas llegaron con menos lastres, pero la cicatriz será igual de profunda

A quienes, como los Países Bajos, criticaron la política monetaria expansiva, Merkel les dio una razón para creer: «La solidaridad europea no es un gesto, es una inversión sostenible». Y así consiguió el aval para un plan de estímulos inédito, mayor que el Plan Marshall, de 750.000 millones de euros: el Next Generation EU. Hasta 140.000 de ellos tendrán como destino España. Y 72.000 serán a fondo perdido para reducir las enormes brechas que se abrirán tras la pandemia en la UE. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, dio la estocada final a la ortodoxia fiscal: «Los Gobiernos nacionales pueden inyectar en la economía tanto como necesiten».

El legado de las crisis en Galicia

El PIB gallego no se recuperó de la última embestida hasta el 2017. El empleo sigue por debajo de los niveles de hace una década, pero las empresas -al menos las que sobrevivieron-, llegaron al 2020 con menos lastres de los que arrastraban en el 2008. La última crisis se llevó por delante 11.629 firmas gallegas en solo seis años (2008-2014). La pandemia ya ha obligado a casi 2.000 a bajar la persiana. «Encadenamos una crisis con otra y esto es nefasto», asegura Vieites, quien cree que «esta crisis va a tener mucha más intensidad, superior a la del 2008, pero más limitada en el tiempo». Los ERTE, los préstamos del ICO, las moratorias y ayudas han amortiguado el golpe, pero no será suficiente. Vienen tiempos difíciles por el riesgo de que se cronifique el paro de larga duración y por las dificultades para digerir una deuda ya abultada antes de la pandemia (95,5 % del PIB). El golpe ha sido brutal, el mayor desde la posguerra. Vieites augura una cascada de quiebras en el 2021. Un problema que se suma al progresivo desmantelamiento de la industria gallega: «Debemos pensar qué tipo de sociedad queremos en el futuro, las prioridades que tienen que cambiar».

La pandemia echa el freno a 20 años de convergencia de Galicia

Cristina Porteiro

La comunidad llegó a reducir distancias incluso en el peor pico de la crisis financiera, pero el covid-19 ha roto todos los moldes: aunque la magnitud del desastre dependerá de la rapidez en atajar problemas estructurales de la economía

«La convergencia entre las regiones de la Unión Europea ha decelerado e incluso se ha detenido, pero no revertido», rezaba un informe de la Comisión Europea en febrero del 2020. Pocas semanas después, la pandemia encerraba en sus casas a millones de ciudadanos en toda Europa. El covid-19 irrumpió para hacer añicos ese diagnóstico, poco favorable por cierto, para los intereses de regiones como Galicia, cuyo único propósito desde el 1986 era converger con las comunidades más desarrolladas de la UE. Y en buena medida lo consiguió. Pasó de estar en el furgón de cola a estar a las puertas de las más desarrolladas. Veinte años de convergencia ininterrumpida que la pandemia amenaza con echar al traste, al menos en lo que se refiere al PIB per cápita.

Seguir leyendo

Conoce toda nuestra oferta de newsletters

Hemos creado para ti una selección de contenidos para que los recibas cómodamente en tu correo electrónico. Descubre nuestro nuevo servicio.

Votación
7 votos
Comentarios

La pandemia pone el broche a una década de crisis en la UE