
El Instituto Europeo Campus Stellae organiza desde hace más de un decenio un máster sobre acoso escolar. Su directora, Nuria Pereira, es muy tajante cuando afirma que «no se puede decir que son cosas de niños» o «si hay acoso es porque el entorno lo consiente».
-¿Familias y centros tienden a minimizar el acoso escolar?
-Lo cierto es que quienes más se preocupan son los que lo sufren, las familias. Muchos miembros del claustro, salvo grupos contados, tienden a fichar y se van. No es algo en lo que se hayan formado en las facultades, pero tampoco se puede volcar todo el peso del bullying en el profesorado. Debería haber una asignatura sobre inteligencia emocional y un departamento, como el de otras materias, formado por psicólogos, sociólogos y pedagogos.
-¿Qué síntomas puede ver el profesor en el aula?
-Hay gente más perceptiva que otra, pero cuando notas un bajo rendimiento, ves que explicas y el niño no atiende, enferma con cierta frecuencia, no va a clase... La gente se centra en que el bullying es de menor a menor, pero puede haber interacción entre niños más grandes e incluso con profesores. El bullying no es solo el acosador, sino el conflicto que se desarrolla en el colegio y puede ser infligido tanto por compañeros de la misma clase, mayores, o incluso miembros del claustro. Hay colegios con una alta incidencia.
-¿Por qué casi siempre se traslada a la víctima de centro?
-Porque a veces es difícil detectar el origen del acoso, en ocasiones es un profesor o profesora que está haciendo burla o deja en evidencia al alumno. Y si no hay respuesta escolar los padres deciden entonces cortar de cuajo.
-¿Tan difícil es detectar el origen?
-Cuando hay una víctima es que hay más de un agresor. Un solo agresor, en un entorno en el que no se consiente la violencia y el maltrato, desaparece. Cuando se ejerce maltrato más de una vez, es porque el entorno lo consiente.