La mayor industria del mundo no sería lo que es sin la vida real. Los Oscars 216 no rompen la tradición. Cuatro, y se podría decir que casi cinco, de las ocho películas en liza están inspiradas en una historia real
28 feb 2016 . Actualizado a las 22:07 h.Hay historias que se diluyen en los breves de un periódico o en los titulares de un informativo. Otras quedan olvidadas en los libros de secundaria o simplemente pasan sin pena ni gloria. Hasta que alguien se fija en ellas. La misión de este particular rescate puede recaer en un director, en un productor o en un guionista. Una persona capaz de ver la grandeza de una vida y, lo más importante, con la astucia para saber venderla. Si estas últimas semanas han ido al cine probablemente se habrán fijado en que buena parte de las películas estrenadas o bien empezaban o se despedían con un mensaje: «basada en hechos reales».
Una vez iniciada la carrera de los Oscar la muletilla no falla. El renacido, Spotlight, La gran apuesta y El puente de los espías son cuatro de las ocho nominadas a mejor película. Las cuatro están inspiradas en un acontecimiento real. Las aventuras y posterior venganza del explorador Hugh Glass; la investigación periodística que destapó los casos de abusos a menores dentro de la Iglesia Católica premiada con un Pulitzer en el 2003; el crac de las subprime que el gestor de fondos Michael Burry vaticinó y del que sacó rédito apostando contra el sistema; y el intercambio de tres prisioneros entre Estados Unidos y la desaparecida Unión Soviética en plena Guerra Fría. A estas cuatro cintas podemos añadir una quinta, La Habitación. La adaptación del best seller de Emma Donoghue cuenta un cautiverio ficticio, el de Joy Nawsome con su hijo de cinco años, para cuyo relato la autora se inspiró en un suceso que consternó a Austria en el 2008: el secuestro perpetuado por el conocido como monstruo de Amstetten que retuvo durante 24 años en el sótano de su casa a su hija y a los seis hijos-nietos que tuvo con ella. «La realidad, muchas veces, supera a la ficción», reconoce Ángel de la Cruz, Goya en el 2012 al mejor guion adaptado por Arrugas. Ahora trabaja en su primera «historia real» mientras ultima también un manual de guion. «A los guionistas noveles siempre les recomiendo que empiecen con una adaptación. De una novela o de un hecho. Es más fácil colocarlo. Los productores pensarán en las ventas que tuvo el libro o en el tirón del caso», explica.
Lo real vende
Si miramos a la meca del cine su razonamiento cobra sentido. Más de la mitad de las películas premiadas en los Oscars nacieron de las páginas de un libro. «Desde 1929, cuando arrancaron, hasta ahora, y quitando la producción europea, solo 24 eran guiones originales. El resto eran adaptaciones de obras ya escritas y, dentro de ellas, entre un 35 % y un 40 % fueron biopics», apunta de la Cruz. «Hubo una época en la que la coletilla 'hechos reales' se asociaba a las producciones de bajo coste que se consumían en la televisión por las tardes. Al espectador le engancha saber que lo que ve en la pantalla ocurrió de verdad. Se predispone de otra forma cuando entra en la sala para llegar a esa suspensión voluntaria de la incredulidad que todo guionista busca provocar cuando escribe», remarca de la Cruz. Cuatro de los cinco nominados a mejor actor han interpretado a un personaje de carne y hueso. Leonardo DiCaprio al trampero Hugh Glass; Bryan Cranston al brillante guionista Dalton Trumbo silenciado durante la caza de brujas de Hollywood; Michael Fassbender por su versión de Steve Jobs y Eddie Redmayne por su papel de Lili Elbe, la primera mujer transexual en someterse a una cirugía de reasignación de sexo en La chica danesa. Joy Mangano, la estrella de la teletienda norteamericana, también se hizo popular ahora en Europa gracias a la película por la que Jennifer Lawrence puede repetir estatuilla. Dos de las grandes olvidadas en esta edición número 88 de los premios, La verdad duele, con Will Smith, y Sufragistas, con Carey Mulligan, también descargan el peso de los films en las actuaciones que sus protagonistas y secundarios realizan de unos personajes auténticos.
Adaptar o no adaptar
«¿Por qué adaptan tanto los norteamericanos y nosotros tan poco? Creo que porque allí el cine es una industria y tienen muy calculado lo que da resultado. Aquí todavía prima el concepto de autor vinculado al director. Es la huella que han dejado el neorrealismo italiano o la Nouvelle Vague francesa. Además, en Estados Unidos están más orgullosos de su pasado. Aunque el personaje sea lo más opuesto al prototipo de hombre bueno, como El lobo de Wall Street. Aquí esta tendencia va más despacio y la televisión se ha adelantado. Solo tenemos que enumerar las series históricas que se están produciendo», esgrime. El creador de las animaciones gallegas El bosque animado y El sueño de una noche de San Juan hace cuentas: «En los Goya del 2012, cuando fuimos con Arrugas, 78 de las películas que se presentaron eran historias originales, solo 17 adaptaciones y, dentro de ellas, creo recordar que solo una, Katmandú, de Icíar Bollaín, abordaba un caso real», dice.
¿Crisis de imaginación? Es la pregunta obligatoria. ¿No son los guionistas capaces de desarrollar relatos originales que atraigan al espectador? «Se puede ser un gran autor sin necesidad de inventar una narración nueva. Si somos estrictos, desde la Grecia clásica casi todo está contado ya. Lo importante no es el tema en sí, sino cómo lo vendas. Tu modo de contarlo. Las hazañas de Hugh Glass ya se filmaron antes. Iñárritu ha demostrado ser un gran autor por su mirada a la hora de trasladar la acción», subraya de la Cruz.
El reto de la fidelidad
De las producciones citadas, candidatas a los Oscars, es difícil encontrar alguna que no haya recibido alguna crítica. El presidente de Pixar ha llegado a decir que Steve Jobs estaría «horrorizado» con la imagen que transmite de él este biopic. La chica danesa contiene varias inexactitudes históricas, en Trumbo los magnates de Hollywood no salen tan mal parados mientras se descarga toda la responsabilidad de la lista negra en el Comité de Actividades Antiamericanas. «Adaptar un guion es un reto. Tienes que ser muy cauteloso, respetar los hechos verídicos. Pero también hay que tener en cuenta que es ficción. Por mucho que investigues siempre va a haber huecos. Es imposible saber la conversación que mantuvieron Tejero y Suárez a solas en el 23-F. La historia más auténtica que he visto es B. Los diálogos son extractos de la comparecencia ante el juez de Bárcenas y, aun así, todo es interpretable. Lo importarte es ser verosímil. Puedes exagerar algo, tener ciertas libertades, si eso hace que la historia funcione mejor. ¿Un ejemplo?, vuelvo a El lobo de Wall Street. El cine, aunque sea ficción, tiene que ser creíble, aunque a veces la propia realidad no lo parezca», opina de la Cruz.