Josefa descubrió en los 60 la sauna y Félix la democracia

F. Fernández BARES (MAÑÓN)

FERROL

ALBERT OLIVÉ

Reportaje | En busca de los antiguos empleados locales de la base americana en Bares ASÍ ERAN HACE 40 AÑOS LOS TRABAJADORES ESPAÑOLES EN LA BASE Y ASÍ SON HOY Los vecinos que trabajaron para los militares estadounidenses, que vivieron en Mañón durante 30 años, guardan buenos recuerdos de aquellos tiempos

26 ago 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

«Vades ata a igrexa e alí preguntades por Félix o da base», indica el farero de Estaca de Bares. Dicho y hecho. En la Vila de Bares (Mañón) todos conocen de ese modo a Félix Grande Barge, de 69 años, cuyo nombre parece que siempre estará unido a su antiguo trabajo en la base norteamericana de Estaca de Bares, que la Demarcación de Costas en Galicia (Ministerio de Medio Ambiente) proyecta derribar en los próximos meses. La demolición de las instalaciones en las que ondeó la bandera de las barras y las estrellas entre 1961 y 1991 eliminará de un plumazo las ya escasas huellas físicas que quedan de aquel centro militar. Pero las excavadoras no podrán con los recuerdos de muchas familias del pueblo que trabajaron allí y que incluso emparentaron con América a través del matrimonio de sus hijas. La de Félix Grande es una de ellas. Él trabajó para los estadounidenses durante 30 años y su hija se casó con uno de ellos. «Se queredes saber de cousas de cando estaban aquí os americanos tedes que falar con Félix», aconseja el farero. En su casa de Bares, Félix, o da base, abre la puerta en compañía de su mujer Josefa Pena, que también trabajó para los americanos. Él aparcó en 1962 un prometedor futuro como patrón de barco de pesca para desempeñar el oficio de peón en la base de Bares, cobrando 3.000 pesetas al mes. Ese trabajo convirtió entonces a Félix y a su familia en unos privilegiados. Lo cuenta Josefa: «Nos daban paquetes de ropa; aquí [en Bares] casi no había de nada, sólo pobreza, y en la base comíamos gratis cosas, como fruta, que no estaban al alcance de todo el mundo». Por supuesto, las hamburguesas formaban parte del menú diario. En la base, Josefa descubrió también las maravillas de la sauna. Félix, en cambio, descubrió la democracia: «Me sorprendió lo arraigado que tenían los militares el espíritu democrático: comíamos todos juntos, oficiales y marineros, y a la hora de jugar al baloncesto no había jerarquías». ¿Y los españoles? «Éramos uno más», responde Félix. La huella americana quedó impresa para siempre en este matrimonio, y no sólo por su yerno y padre de sus nietos, también por los amigos que de vez en cuando aún los visitan y por las mazorcas de maíz que aún forman parte de su dieta. «Las hiervo y les echo azúcar», dice Josefa enseñando una de las que quedaron de la comida. A favor del derribo Félix y Josefa hablan maravillas de aquellos tiempos, pero no se oponen a que tiren la base. «Es normal que lo hagan», afirma él. Quien tampoco pone el grito en el cielo ante la perspectiva de que desaparezcan las instalaciones en las que trabajó durante 30 años es José López López. Habla maravillas de los americanos y recuerda, como Félix, que en la base comían todos juntos: «Alí non había xefes nin mandados». La mujer que José, que prefiere que no se divulguen sus señas, recuerda también que «eran xente moi boa, encantadora, aínda que algo bastos ao principio». Los americanos se volcaban con el pueblo: «Traían xoguetes aos nenos o día de Reis e invitaban á festa do 4 de xullo». También dejaban sus buenas ganancias a los bares de la localidad, y, sobre todo, en los de Viveiro, ciudad que solían frecuentar en su tiempo libre. En cambio, los víveres que se consumían en el centro venían del extranjero, apenas compraban sumistros en la zona. Cuando cerró la base, tanto José como Félix fueron destinados a la Escuela de Máquinas de Ferrol. Pero uno y otro recuerdan esa etapa con menos alegría. José dice, de hecho, que se hubiera ido a Estados Unidos con los militares. Aunque sólo hace quince años que se fueron, en Bares no queda casi ni rastro físico de que allí estuvieron los estadounidenses durante 30 años. De la base se lo llevaron absolutamente todo. Los americanos llegaron a Bares, un lugar estratégico dentro de la península por su situación geográfica, en 1960, cuando empezaron a construir las instalaciones. Empezaron a funcionar al año siguiente con una dotación humana compuesta al principio por sólo siete militares. En 1962, contrataron a tres españoles: a Félix, José y a Victoriano Paz, que ahora vive en Viveiro. La base fue hasta 1977 un centro al servicio de los guardacostas, la época de la que mejores recuerdos guardan Félix y Josefa. Luego, hasta 1991, pasó a manos de la fuerza aérea, que controlaba desde Bares el tráfico de los cazas F-16.