
La Mirilla
05 jul 2007 . Actualizado a las 07:00 h.Todavía me quedan unos días para poder tumbarme a la bartola. Para despreocuparme por completo de lo que les voy a escribir en esta página cada día (alguien me relevará, digo yo) y para sacudirme el estrés a golpe de baños de sal y algas en Ponzos, Doniños, Esmelle... Sí. Aún tengo que arrancar varias hojas del calendario antes de que llegue ese glorioso momento, pero ya hay que ir preparando la artillería veraniega. Las cremas, el bañador, la sombrilla... Y, por supuesto, los libros, esos compañeros inseparables de todo buen veraneante. Así que he dedicido darme una vuelta por las librerías del centro para llenar la maleta de buenas historias y dejarme aconsejar por los que más saben de esto. Los libreros, claro. La primera parada es en Cantón 4 , esa librería blanca y moderna que hace casi dos años abrieron en el corazón de la ciudad Isabel Rodríguez y Mako Valle . La primera me cuenta que la obra que está arrasando ahora mismo es El niño con el pijama a rayas , de John Boyne , que introduce al lector en el tremendo holocausto nazi a través de los ojos de Bruno, un pequeño de sólo 9 años. «A veces un libro se vende muy bien, pero cuando lo lees, te desilusiona; en este caso no es así, a mí me está gustando muchísimo», asegura Mako, que lo está leyendo ahora mismo. Las dos libreras también recomiendan En las nubes , de Ian McEwan , una extraordinaria historia sobre un muchacho al que la imaginación siempre le hace tener la cabeza en otra parte. El tiempo aprieta, pero antes de irme, Isabel y Mako me despiden con una buena noticia. El titular sería éste: ¡Los adolescentes vuelven a leer! «Nos ha sorprendido mucho, pero desde que empezaron las vacaciones de verano, han venido muchísimos jóvenes de entre 12 y 16 años a comprar libros», asegura Mako. «Y la mayoría son chicas», puntualiza Isabel. Pues sí que es una buena noticia. Los pies me llevan ahora a la segunda parada: la Central Librera . Allí me atienden amabilísimos David Justo , Patricia Llanos y Elena López . A diferencia de lo que ocurre en Cantón 4, en la Central las ventas están muy repartidas. Tan sólo hay una excepción: Mi vida en Al Qaeda , de Omar Nasiri , que narra la historia real de un espía occidental infiltrado en el terrorismo islamista. «Se agotó y lo tuvimos que volver a pedir», advierte David Justo . Y a renglón seguido me cuenta que también se están vendiendo muy bien El apóstol número 13 , de Michel Benoit ; El misterio del priorato de Sión , de Jean- Michel Thibaux ; y La catedral del mar , de Ildefonso Falcones . Pues sí que hay donde elegir. La tercera parada me guía hasta la Librería del Campus, un mundo poblado por libros de todo tipo y pelaje, pero en el que la literatura infantil es la reina indiscutible. Comandan esta nave de letras y papel Miguel Salas y Flor Díaz Viñas , fundadores también del Club Kirico (www.clubkirico.com), que cada tres meses saca un catálogo con lecturas recomendadas para niños y adolescentes. Flor no sabe decir cuáles son los que más se venden, pero se atreve con dos recomendaciones: Caliente, caliente , de Hans Jürgen Press , y La aventura formidable del hombrecillo indomable , de Hans Traxler . El Quijote , donde me reciben José Luisa Santalla y su hija Lidia , es la cuarta y última parada. Estoy algo saturada de novedades, así que le pido a José Luis que me recomiende un clásico. Él no lo duda ni un momento: Nido de víboras , de Fracois Mauriac . «La leí hace ya tiempo, pero ahora le he sacado más jugo; no es lo mismo leer una novela con 30 años que hacerlo con 64», dice. Creo que tiene razón, así que voy a hacerle caso. Acabo de cumplir 34 y ahora estoy con Seda , de Alessandro Baricco . Con 68 prometo recuperarla. Palabra de honor.