El crucero Black Watch, de la naviera Fred Olsen, atracó ayer, tal y como estaba previsto, sobre las ocho de la mañana y procedente de Bilbao, en el muelle Fernández Ladreda, donde permaneció hasta las cinco de la tarde, cuando zarpó con rumbo a Oporto dentro del trayecto que realiza entre la dársena británica de Dover y Palma de Mallorca.
En su interior llegaron algo más de ochocientos turistas y 210 tripulantes. Con el apoyo de dos autobuses lanzadera fletados por el Concello y otros tantos contratados por la propia naviera, el grueso de esos viajeros se desplazaron hasta el centro de la ciudad de Ferrol. Así lo confirmó Luis del Moral, el máximo responsable de la consignataria Rubine e Hijos, la encargada de mediar entre las navieras y la Autoridad Portuaria para conseguir las escalas de este tipo de buques. Señaló que solo sesenta viajeros se desplazaron a una excursión con destino a Santiago. Otra treintena hizo lo propio, pero con rumbo a Pontedeume. El resto, además de muchos tripulantes, optaron por la zona centro de la urbe, que despertó gran interés entre el pasaje.
El pero a la escala del Black Watch hay que buscarlo en el hecho de que, por motivos de tráfico portuario, tuviese que atracar en el Fernández Ladreda y no en Curuxeiras, como suele ser habitual con este tipo de buques.
Inconvenientes
Esto implicó que los pasajeros se encontrasen en plena zona de movimiento de chatarra y almacenamiento de piezas eólicas. Del Moral señaló que el capitán del crucero mostró su malestar por este hecho, fundamentalmente por el ruido y las polvaredas que se generaron en la explanada. Señaló la conveniencia el consignatario de evitar que se repitan este tipo de de escenarios.