El teólogo Segundo Leonardo Pérez López, catedrático de la Universidad Pontificia de Salamanca, director del Instituto Teológico Compostelano y canónigo de la catedral de Mondoñedo, preside la recién constituida Academia de San Rosendo.
-¿Cuáles son los objetivos prioritarios de la Academia recién constituida?
-Es una academia científica y cultural, que pretende recuperar el legado histórico de san Rosendo, que tuvo gran protagonismo en el siglo X.
-¿Cómo se va a concretar el trabajo de la Academia?
-Son 24 académicos de número de distintas especialidades: historia medieval, arte, geografía, etcétera. Tiene varias secciones, de historia, religión y cultura, geografía... Cada sección realizará sus estudios, irá reflexionando y elaborando sus trabajos, que se publicarán en la revista Rudesindus , de la que ya han salido dos números, con artículos de alta divulgación. Además se celebrarán congresos en distintas zonas de Galicia y también del norte de Portugal. La intención es mirar al pasado para pensar el futuro.
-La sede es doble, en Celanova y en Mondoñedo.
-Sí, tenemos el emblemático monasterio de Celanova, donde se encuentran los restos de San Rosendo, un monasterio de referencia en la Galicia medieval. Y también Mondoñedo, porque San Rosendo fue obispo de Mondoñedo y se educó en Mondoñedo. La Academia celebrará dos sesiones ordinarias al año, una en Celanova y otra en Mondoñedo.
-Habla usted de recuperar la memoria histórica, pero sin suscitar confrontación.
-Más que arañar las heridas, lo que necesitamos es curarlas. A mí me parece que recuperar la memoria siempre es sano, pero hay una forma positiva de hacerlo, sin resucitar la situación de enfrentamiento, con ánimo de superación; no como una reivindicación, sino como un fenómeno de catarsis y limpieza en el que todas las personas han de ser dignamente tratadas, con respeto a su memoria. No desde la perspectiva de suscitar conflictos, sino de dignificar a las personas y su realidad; no suscitar bandos, sino completar la memoria.
-Antonio Cañizares, el cardenal arzobispo de Toledo, habló el pasado domingo de «cristofobia».
-Yo creo que el tema de los crucifijos no se debe enfocar desde el punto de vista confesional, sino desde el punto de vista cultural, de la cultural cristiana a la que pertenecemos por Occidente. Y por tanto no tenemos que avergonzarlos de los signos de nuestra cultura, más allá de las creencias de cada uno. Del Cristianismo provienen los derechos humanos.
-Pero vivimos en un estado aconfesional.
-Como en otras cosas, pertenecer a un estado aconfesional no significa que haya que tirar los símbolos, sino que se respeten todas las opciones y símbolos y signos que hay. Falta una reflexión seria y serena.
-De la que todos, también la Iglesia, somos responsables.
-A la Iglesia se le atribuyen anécdotas del pasado que no son la forma de relacionarse en la actualidad. No se pueden convertir en principios.
-La Iglesia parece cada vez más distante de la sociedad.
-Es una separación en niveles de alta discusión y definición política; a nivel popular no veo esa separación. Hay laicos dispuestos a trabajar en la Iglesia y a colaborar. Otra cosa es el diálogo entre la Iglesia y las altas instancias políticas, pero a nivel parroquial. El asociacionismo en España es religioso, católico, mucho más que sindical o político. Ahí está Cáritas...