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El arca de Noé de la fruta autóctona

FERROL

Una asociación eumesa transforma una finca de San Sadurniño en una huerta de conservación plantando 220 árboles de más de un centenar de variedades distintas

14 mar 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

No dará la fruta del Paraíso, pero sin duda será el paraíso de la fruta. La semilla está puesta para que dentro de unos años una hectárea de terreno en San Sadurniño sea la más fructífera y también la más variada de toda la comarca. La Asociación Galega da Froita Autóctona do Eume (Agfa) plantó ayer la primera fase de un arca de Noé que pretende conservar las especies propias si no en riesgo de extinción, sí en el camino hacia la paulatina desaparición.

Son 220 árboles pertenecientes a 110 variedades diferentes. De pedida, repinal do roxo, de ladrón, de rato, tabardilla roxa, branca, reineta raiada. Todas son manzanas. Y todas crecerán en el terreno que el Concello ha cedido durante 30 años a la entidad para el aprovechamiento de la finca A Cortiña como huerta de conservación. Pero no solo de manzanas vive el hombre. También de peras urracas, cerezas a coruñesa y hasta de collóns de frade, un tipo de ciruela alargadas y cónicas cuyo gráfico nombre no hace honor a su sabor.

Lo dice Carlos Fornos, enamorado de la fruta y presidente de la entidad eumesa que cree que «quien no sepa apreciar esto es que no está bien de la cabeza». Se refiere al sabor y al olor de la fruta nacida de las huertas de la comarca, procedentes de especies antiguas que se han ido recopilando una a una por las fincas de los socios y vecinos. Ayer, a pie de tierra y pala en mano, Fornos contribuía a la plantación. Junto a él, cuatro decenas de personas, miembros de la entidad y alumnos de los cursos de poda que organiza Agfa, que con buen humor y bajo un sol primaveral no tardaron más de una hora y cuarto en sembrar unos dos tercios del espacio disponible.

El restante, quedará para una segunda fase el próximo año, aunque se pretende que la huerta esté «en constante evolución» con la incorporación de nuevos ejemplares de viejas especies que se vayan recuperando. Ramiro Martínez Picos, vicepresidente de Agfa y responsable del vivero O Pumariño, de A Capela, donde se criaron los injertos plantados ayer, explicaba el secreto para el éxito en la plantación: una buena remoción y abono del terreno, que los árboles sean todavía jóvenes y no tengan las raíces enredadas y un correcto regado.

Primeras frutas, en tres años

A partir de ahí, y con las podas adecuadas, el terreno está abonado para que en tres años nazcan las primeras frutas. Pero habrá que esperar entre cinco y siete para que la producción sea la esperada. Con ello se habrá conseguido el objetivo: «Que se conserve o patrimonio xenético destas árbores e incluso as referencias dos nomes», explica Martínez Picos. «Ao cabo de trinta anos moita da xente que está hoxe aquí xa non estará», agrega. Se trata de que con ellos no se vaya también el legado hortícola de la comarca.