Roberto Lata y su hermano Antonio, dos ferrolanos aficionados al submarinismo, se toparon el pasado sábado con una «impresionante sorpresa» cuando regresaban de una jornada de pesca. Un tiburón peregrino «tan grande como la planeadora» asomaba la aleta dorsal a tan solo una milla de la playa de Doniños, en Ferrol. «Era enorme», dice Roberto, quien captó con la cámara de su móvil al escualo mientras se alimentaba a escasos metros de su embarcación.
Al principio dudaron. «No sabíamos si era un pez luna», pero cuando lograron acercarse, comprobaron que se trataba de un ejemplar inofensivo. Y es que los tiburones peregrinos, a pesar de su tamaño y su aspecto agresivo, apenas tienen dientes y se alimentan exclusivamente de plancton.
«Mi hermano quería sumergirse junto a él», cuenta Roberto, aunque finalmente cambió de opinión ante el tamaño del escualo, «de unos seis o siete metros».
Pero no fue esta la única sorpresa que se llevaron esa tarde. Cuando continuaron rumbo a puerto se toparon con otro ejemplar «algo más pequeño», que no superaba los tres metros.
De visita por el golfo Ártabro
Durante el último mes han aparecido en la zona del golfo Ártabro más ejemplares, que llegan a nuestras costas empujados por la temperatura del agua y los bancos de plancton, según explica Juan Ignacio Díaz da Silva, responsable de mamíferos marinos del CEMMA/SGHN.
Esta especie puede permanecer en una ensenada hasta que agote la mancha de nutrientes, y suele tratarse de ejemplares desperdigados.
No obstante, Da Silva subraya que se trata de una especie «totalmente inofensiva» que, además, no rehúye de la presencia de embarcaciones a su lado.
Actualmente es una especie protegida y está prohibida su captura y también su comercialización.