«Ser profesor es un privilegio y una suerte, porque los alumnos te mantienen joven de espíritu»
FERROL
Tras más de 30 años dando clase, la mayoría en el Concepción Arenal, Seoane mantiene intacta la ilusión por la enseñanza
15 may 2010 . Actualizado a las 02:00 h.Tal vez ella no lo sepa, pero en la página que los antiguos alumnos del instituto Concepción Arenal tienen en Facebook le llueven a mares los piropos. «Yo me quedaba hipnotizada escuchándola», escribe una antigua estudiante. «Pues a mí me encantaba cuando recitaba en clase, con esa voz tan dulce y esa entonación», recuerda otra. Y hasta hay quien echa mano de la red social para declararle su admiración con frases del tipo «yo adoro a esa mujer».
«Me gusta muchísimo mi profesión y supongo que eso los alumnos lo perciben», responde muy humilde Ángeles Seoane al preguntarle por el cariño con el que hablan de ella sus antiguos pupilos. Y es que, a largo de su carrera, esta profesora con más de veinte años de vivencias en el Concepción Arenal no solo consiguió que decenas y decenas de jóvenes se enamorasen de la literatura de García Lorca, Gil de Biedma o Lope de Vega, sino que, además, hizo que muchos de ellos la sintiesen en primera persona a través de la interpretación. Lo logró desde la dirección del mítico Teatro Estudio del instituto, que Ángeles recuperó a principios de la década de los 90 con el sobrenombre de Xente Nova, y con el que, a lo largo de quince años, estrenó 13 obras y cosechó tres premios de la Xunta.
Por eso, al pedirle que elija su rincón predilecto de la ciudad, no sorprende que la profesora se quede con el teatro Jofre, un auditorio «de primera» donde su grupo consiguió representar -y además con mucho éxito- dos de aquellos montajes: El Tragaluz , de Buero Vallejo, y Bodas de sangre , de Federico García-Lorca. «Fueron dos momentos muy importantes para nosotros. En primer lugar, por todo lo que representa el Jofre para un grupo de teatro aficionado, y luego, también, porque tanto en un montaje como en el otro conseguimos un lleno total», recuerda Ángeles con brillo en los ojos.
La profesora guarda un recuerdo imborrable de todos los alumnos a los que dirigió, porque «fueron muchas horas juntos, compartiendo buenos y malos momentos». Para algunos, cuenta, el teatro era una forma de acercarse a la literatura, mientras que para otros se convirtió en una especie de válvula de escape de sus problemas. «El teatro puede ser muy terapéutico y, de hecho, para muchos jóvenes aquel grupo se convirtió en una forma de luchar contra los miedos, las frustraciones o la baja autoestima».
Al traer a la memoria aquellos años, Ángeles no se quiere olvidar de agradecer la colaboración inestimable que siempre le prestaron en los montajes su marido, el profesor Alejandro Rey (también docente en el Concepción Arenal), y Roberto Casteleiro, además de los responsables de los diferentes talleres del instituto, «desde el de fotografía hasta el de jardinería».
La profesora abandonó la dirección del grupo hace cuatro años, porque sentía que le faltaban las fuerzas, pero ahora mata el gusanillo comandando una tertulia literaria en el Ateneo. Y mantiene intacta, además, la ilusión por la enseñanza: «Aunque todos los docentes hemos sentido en alguna ocasión el síndrome del profesor quemado, puedo decir que estoy en esto por vocación. Además, creo que ser profesor es una suerte y un privilegio, porque los alumnos te mantienen joven de espíritu».
Tan convencida está de lo que dice que a Ángeles -a la que todavía le queda mucha mecha por quemar-, no le importa confesar el sueño que acaricia desde hace ya algún tiempo. «Cuando deje las aulas, si logro jubilarme con salud, me encantaría poder marcharme a Vigo para estudiar dirección teatral en la Escola Superior de Arte Dramático de Galicia», dice con la ilusión propia de una mozuela de veinte años.