A la una no quedaba ni una miga de pan en los puestos. «Traímos unas doscientas barras y 25 kilos» de bollos y roscas, explicaba ayer Gelina, de la panadería La Nueva y las pastelerías Valencia, «pero ya no queda nada». Eso sí, lo que se vende en la Festa do Pan de Neda no es solo eso, pan, sino también una serie de derivados como los 290 kilos de empanadas o los cien de bollas de huevo que desaparecían de los chiringuitos como por arte de magia. Y es que la fama de los panaderos y pasteleros nedenses les precede, y qué mejor disculpa que la de ayer para acercarse a comprar el postre al paseo marítimo, a pie de ría.
Desaparecieron las nubes justo en el momento de que el bailarín Jesús Quiroga se subiera al escenario a pronunciar el pregón. Un hecho que no pasó desapercibido al alcalde, Ignacio Cabezón, quien dio las «gracias a Santa Clara» por dejar una jornada soleada como la de ayer. Después, la concejala Isabel Fernández reconocía: «Llevo tres años ofreciéndole los huevos».
A la una y media, hora de pronunciar el «disfrutad mucho de estas fiestas y a bailar y a comer pan de Neda» del pregonero, una inmensa cola daba la vuelta a la campa frente al albergue de peregrinos. Eran comensales aguardando a que se abriese la multitudinaria carpa en la que después se servirían los más de mil kilos de churrasco reservados para la cita.
«¿Cuál es el menú?», preguntaba una señora interesada al cocinero Regino. «Empanada, lisco, churrasco, criollo, bolla y café», recitaba. Y es que había existencias de sobra como para un buen banquete: «Sobre 800 kilos de churrasco, 130 de tocino y 1.500 criollos».