Los eumeses peregrinaron hasta la ermita para alejar «os meigallos»
09 may 2014 . Actualizado a las 12:32 h.«Solo te pido que me dejes tres días al año: San Miguel Breamo [el 8 de mayo y el 29 de septiembre] y el río». Es la letra del himno de la romería de Breamo, que ayer volvieron a entonar, al ritmo de la popular canción de Manolo Escobar. «Se cae en sábado ou domingo énchese desde pola mañá, e se é por semana, coma esta vez, vén máis xente pola tarde», explicaba un veterano de la fiesta. Centenares de eumeses peregrinaron a pie -«subir súbese andando, baixar, uns andando e outros rodando», asegura otro devoto de San Miguel Breamo- desde Pontedeume hasta la ermita, en lo alto del monte, con una temperatura «ideal, ni frío ni calor», apuntó una abuela, encargada de los preparativos a la espera de su hija y sus nietos, en el trabajo y el colegio.
«A mí hoy me toca de mañana y cuando salga, a las tres y cuarto, recojo a la familia y subimos andando», explica un funcionario devoto de esta romería, dispuesto a cumplir con la tradición de dar nueve (hay quien prefiere 11) vueltas alrededor de la capilla, acercarse al sacristán «para poner el santo» y espantar así «os meigallos» durante los cinco próximos meses, hasta que el 29 de septiembre se repita el ritual. A mediodía se ofició la misa y después la romería en torno a la ermita. Muchos utilizaron el coche para acarrear sillas, mesas, comida y el resto de bártulos de la fiesta, para emprender ligeros la marcha a pie hasta la cima del monte Breamo.
Las gaitas y la música animaron el recinto, que poco a poco se fue llenando de gente. «Hay chavales que no vienen hasta las seis o las siete de la tarde y después bajan de noche», cuentan. Abundan la comida y la bebida, los chiringuitos se llenan y, de algún modo, arranca el verano. Las pandillas de jóvenes, «e non tanto...», se mezclan con familias enteras -«mis hijos tienen siete y ocho años y no se han perdido ni una sola romería; si a mí me toca librar ese día no van al colegio», cuenta un peregrino-, dispuestas a gozar de la compañía y las viandas al aire libre. Muchos cumplieron la tradición y peregrinaron vestidos de blanco hasta la ermita.