A estas alturas, la pregunta ya no es si el buque de acción marítima (qué sarcasmo: España construye un barco antipiratería al tiempo que deserta de la justicia universal) es suficiente para toda la plantilla de Navantia Ferrol y sus auxiliares. La cuestión estriba en saber si la sociedad de Ferrolterra es capaz de digerir que el Gobierno del PP tenga la indecencia de gestionar o promover directamente encargos a Navantia solo cuando hay elecciones a la vista: el flotel en las autonómicas, el BAM en las europeas. La maniobra recuerda tanto a la imagen estereotipada de los buhoneros y conquistadores mostrando baratijas a los indígenas, que ofende la dignidad. Por lo visto, no bastó que la comarca encabezase el ránking del paro en Galicia, que miles de familias se hayan visto desalojadas de la seguridad de un salario a fin de mes, que repetidamente miles de ciudadanos saliesen a la calle para mostrar su indignación y rabia, que centenares de empresas y negocios, comercios y autónomos hayan dicho adiós a su actividad, que la renta media de las familias haya descendido con mayor gravedad que la media, etcétera. No fue suficiente para que el Gobierno encargase un barco a Navantia. Ah, pero llegadas las elecciones, entonces es diferente: donde no había recursos, aparecen; donde no había voluntad, surge el entusiasmo; donde era imposible, desaparecen las trabas. La maquinación es de una obscenidad tan humillante que repugna. Bienvenido el trabajo, necesario para una ciudad agónica, pero cuando menos que se sepa a qué precio.