La poesía de Manuel María es una de mis lecturas de cabecera y en ella encuentro matices que me ayudan a descubrir cómo se puede construir un poema desde ángulos vitales varios, que, sumados, ayudan a entender, desde esa complejidad, las diferentes realidades de nuestro universo personal y colectivo. Se que poco puedo aportar a lo ya escrito y oído. Pero quiero transmitir a mis lectores que el Manuel María que transita por el intimismo, el compromiso social o político, tendría que ser un referente de enorme valor para estimular la voluntad de buscar, también en la poesía, alimento para el duro ejercicio que supone vivir con la obligación de mejorar el mundo que nos rodea, que es la primera obligación de quienes tienen en sus manos esa posibilidad. Mi pretensión de hoy es muy sencilla. La dinámica que envuelve nuestras vidas, especialmente desde el 20D, parece haber colocado unas enormes orejeras en los rostros, que impiden buscar referentes- al margen de la cotidiana reiteración de mensajes mediáticos, siempre interesados y por eso parciales- que nos ayuden a recuperar la confianza en la capacidad creativa y combativa del ser humano, especialmente en momentos de dificultad. Y este poeta, de jóvenes y mayores, al margen de la concordancia o no con su ideario político, ofrece un legado en el que no es difícil encontrar, una y otra vez, la razón última de la obra de cualquier persona socialmente comprometida: dirigir la mirada al otro y buscar las respuestas, en lugar de pedírselas al espejo?. O Muiñeiro de brétemas -así se titula uno de los poemas de Manuel María- aún puede ayudarnos a limpiar el horizonte de la niebla, que oculta lo que de verdad importa.